DOC BUENOS AIRES 2018: HOMBRE EN LA LLANURA DE PATRICIO SUÁREZ

DOC BUENOS AIRES 2018: HOMBRE EN LA LLANURA DE PATRICIO SUÁREZ

Por Pablo Gamba

Hombre en la llanura es una de esas afortunadas películas en las que algunos detalles, fácilmente reconocibles por cualquier espectador como tópicos de la ficción, desestabilizan de una manera enriquecedora la imagen documental, por lo que respecta al referente real que permite identificarla como tal. El film de Patricio Suárez se proyecta incluso hacia la “realidad” de un futuro característicamente postapocalíptico, a partir de lo que “muestra” del presente.

El único ser humano de la película es Horacio Deluca. La sinopsis lo identifica como un hombre de 73 años de edad. Es uno de los agricultores que viven aislados en la Pampa argentina, al cuidado de granjas en decadencia.

Esos datos, sin embargo, son menos iluminadores que su parecido con el personaje de Will Smith en Soy leyenda (I’m Legend, Estados Unidos, 2007), basado en la novela homónima de Richard Matheson. Así como al último hombre sobre la tierra de ese film no podía faltarle la compañía de un perro, Deluca tiene un montón, y no lo dejan en paz con sus rencillas. Si Robet Neville trata de combatir la locura a la que lo empuja la soledad leyendo para tratar de entender las causas del apocalipsis, el protagonista de Hombre en la llanura escribe una suerte de diario, del que en la película extrae un par de frases sabias.

Pero lo más parecido a la ciencia ficción en el documental de Suárez no es realmente lo que puede tener su personaje del de esa otra película y libro. Es el aspecto idealizado que adquiere el paisaje rural argentino, en la fotografía de inspiración pictórica de Carlos Villaoslada, combinado con la estridencia del sonido, de la que los perros son parte. Entre ambos crean la sensación de estar en un mundo imaginario de naturaleza espectacularmente hermosa, pero lleno cosas oxidadas y chirriantes fabricadas por el hombre. El correlato visual del sonido de la ruina se extiende más allá de la casa de Deluca. Comprende una vivienda abandonada con su heladera, y otros muebles y objetos. Sus habitantes parecen haber muerto por una guerra bacteriológica como la de Soy leyenda.

Hombre en la llanura crea así dos niveles de lectura, por lo menos, y en consecuencia asigna al espectador la responsabilidad de tomar posición de una u otra manera. A partir del momento en que el documental comienza a enrarecerse y a parecer otra cosa, es posible seguir el camino que lleva hacia la evasión del entretenimiento, y desentenderse de aquello que puede ser la realidad de un preocupante problema económico y humano. Pero al que le interese por la capacidad que atribuye a los documentales de “revelar” ese tipo de cuestiones le recuerda, por su aspecto fantasioso, que lo que un film puede mostrar de lo real es solo cine. La “ventana” es un umbral hacia el compromiso que hay que cruzar en un terreno distinto a la comodidad del teatro o del hogar. La aparente transparencia del cine, por el contrario, puede llevar a creer que al hacerse partícipe de un ver colectivo se actúa para resolver los problemas, y no es así.

Sección: La Cercanía de lo Real
Dirección: Patricio Suárez
Producción ejecutiva: Uriel Wisinia
Fotografía: Carlos Villaoslada
Montaje: Patricio Suárez, Hermes Paralluelo
Sonido: Federico Disandro
España-Argentina, 2018