Por David S. Blanco
Flojo arranque para la 55 edición del Festival Internacional de Cine de Gijón. La cinta encargada de abrir este año el festival fue El futuro que viene, el debut en la dirección de la argentina Constanza Novick, y que cuenta entre sus productores a Lisandro Alonso; film además de la sección oficial. Pero lejos de ofrecer caminos experimentales, o con cierta curiosidad formal, la argentina realiza en su primer largometraje una clásica planificación, con pequeñas excursiones a la virguería técnica e intranscendental.
La película nos narra, mediante grandes elipsis, tres periodos en la vida de dos amigas inseparables: adolescencia, adultez, y, por último, el periodo de madurez. Algo interesante, sino fuera porque en ningún momento se justifica la primera etapa de sus vidas para el devenir de la historia, más allá de alguna anécdota esporádica. Sí, hay referencias, pero nunca acaban de conformar un todo sólido.
A nivel formal, la película es una extraña mezcolanza de planos estáticos y cámaras en mano rara vez justificadas, que no acaban de acercar al espectador a la historia, y más bien, le alejan por la falta de orden y coherencia. Da la impresión que algunos planos están introducidos con martillo pilón, como un capricho estético que no acaban de funcionar en esta historia.
Con todo esto, probablemente, las actuaciones son la base sobre cual se sostiene la película, con unas notables Dolores Fonzi y Pilar Gamboa. Pero unas actuaciones no pueden soportar la reiteración de lugares comunes cinematográficos en los que nada la cinta de Novick, que, al fin y al cabo, no es más que la enésima historia de cómo la vida que imaginábamos cuando éramos pequeños, se evapora ante la triste realidad.
Mejor y más interesante fue la otra película que pudimos ver en la escasa primera jornada del festival, la coreana The First Lap, de Kim Dae-hwan, ganadora en Locarno del premio a mejor director por parte del jurado joven. Y es más interesante, porque en parte, agarra conceptos de El futuro que viene, pero hace un estilo de sus propios pretextos – y limitaciones.
Dae-hwan sabe que no tiene un gran presupuesto, y quiere acercar la historia al público, por lo que huye de todos los conceptos básicos del cine clásico. Toda la película es la respiración de una cámara que tiembla por toda la pantalla. Una cámara en mano que flota en las habitaciones para acercarnos a los personajes. Pero de nada te sirve la cámara en mano si luego contrastas con un look muy cinematográfico y rompes cualquier realidad. Dae-Hwan lo sabe, y por eso rueda con una cámara que no es de cine, usa planificaciones con ópticas muy abiertas y sacrifica el foco perfecto para obtener una mayor profundidad de campo con la que operar. La fotografía está trabajada para que parezca el metraje de cualquier cámara réflex de un mínimo de calidad, y claro, cuando trabajas al servicio de tu película, y sacrificas lo vistoso por lo orgánico, consigues lo que consigue el coreano: crear una cinta muy sólida.
La película se divide en largos planos secuencia, en espacios reducidos, espacios que sirven como proyección del estado de animo de sus protagonistas, una joven pareja que vive encerrada, en un tiempo muerto, donde el drama familiar y el mundo que les rodea es un feroz agente opresor. El entorno frente al individuo es el gran tema de la película, una de estas películas que se cocina a fuego lento, con tempo denso, en las que aparentemente no ocurre nada, pero que poco a poco va mostrando situaciones universales, con una naturalidad y sutileza, con la que el espectador, eventualmente acabará conectando irremediablemente. Es otra película que nada en la idea que teníamos sobre lo que la vida debería ser para nosotros mismos, y lo que finalmente es, solo que está vez, consigue mostrar esta idea con los elementos mínimos.
The First Lap es una película que aprovecha lo que tiene al máximo, pero que es precisamente por sus límites, por lo que no podemos atisbar a ciencia cierta la calidad y potencial de su director y equipo. Habrá que seguirle la pista a Dae-Hawn, porque en principio, podría ser un digno heredero de la escuela Hong Sang-soo.