Por David S. Blanco
Abrimos la sexta jornada del FICX 55 con el primer largometraje de ficción de la polifacética Ruth Mader, una interesante y criptica cinta que nos sitúa en un futuro distópico, en el que una empresa llamada Life Guidance –título de la película-se encarga de crear seres perfectamente optimizados y capaces para vivir en una sociedad apacible, feliz y sin fisuras morales.
La austriaca nos guía por una terrible senda de alienación y estupor, un camino de mostrar las consecuencias de un capitalismo extremo, que encorseta a sus habitantes en cubículos faltos de libre albedrio, y parajes sociales donde el silencio y el vacío se dan de la mano para reproducir el nuevo modo de vida de una sociedad subordina al control más intenso.
Mader nos cuenta esto a través de una sobria dirección, sin mucho margen para los fuegos artificiales, los montajes picados o los planos imposibles. Aquí todo es plano y gris, exactamente como la historia y el mundo que nos cuenta. Este elemento dota a la cinta de una coherencia narrativa encomiable, pero puede ser un punto que haga que cierto tipo de público huya de esta obra. Porque el lento tempo, y las abstractas elipsis, -que funcionan mediante un montaje conceptual y casi cognitivo-, a veces alejan al espectador del punto frontal de la narración, y convierten a la cinta en una especie de Sci-fi pseudo contemplativa, en algo diferente a lo que nos podrían ofrecer obras como THX 1138 o Truman’s Show, pero que lo enmarca en un contexto en el que el mismísimo J.G. Ballard podría zambullirse de lleno. Una sorpresa inesperada, intrigante y muy bien planteada desde sus cimientos.
Aprovechando la retrospectiva de Valie Export, y tras quedar maravillado de su opera prima Invisible Adversaries, decidí acercarme a ver la que probablemente es su cinta más reconocida por el mundo cinéfilo, The Practice of Love, otra de dualidades y misterios en torno a la figura de la mujer, a través de su relación con dos hombres distintos en la década de los 80.
La cinta, que debería ser una de las películas de cabecera de la armada feminista radical, dispara a temas tan en boga en la actualidad como la pornografía y las implicaciones sociales que crea en el grueso de la población, o la concepción de libertad sexual femenina a través del sistema patriarcal en el que vivimos en la actualidad. Es realmente una delicia encontrar una mirada tan radical en uno de los momentos más críticos de la expansión falocentrista de la sociedad, el proceso de americanización del continente europeo y la perdida de la identidad comunitaria.
Pero Export no solo apunta en el contenido la sinfonía oculta del mundo. Este discurso lo acompaña con un tratamiento visual que complementa a lo que nuestra intuición parece rendirse sin compasión. Es cierto que la cinta no es tan rompedora como su opera prima, pero en esta perfecciona conceptos que le abren a un mercado más extenso, sin comprometer su integridad como autora. La dualidad de la carne y el deseo, de la proyección personal y el cuerpo femenino, se percibe visualmente en planos que funden a la protagonista con el propio entorno visual –a traves del proyector- y que regalan fotogramas para el recuerdo.
Como en todas las películas de Export, la autora utiliza parte de su legado cultural –ilustraciones y experimentos con proyecciones- para completar su propio trabajo y presentarse como una artista completa, transcendental, y ante todo, única.
Y acabamos el día con uno de los autores por excelencia de este siglo, el coreano Hong-Sang Soo. He de decir que su cine me parece la antítesis de todo lo que me excita en una gran pantalla, pero eso no excluye que en sus películas haya un estilo reconocible, estudiable y sobre todo, coherente.
En su nueva película, On the Beach at night alone –concha de plata a la mejor actriz en la Berlinale 2017- el director nos vuelve a hablar de la relación entre el cine y la realidad, pero esta vez coge como elemento protagonista a una mujer. Esto último me parece especialmente remarcable, ya que no pocos han insinuado –en vista a sus anteriores trabajos- que sus películas no sean más que representaciones de momentos de su vida a través de tragicómicos alteres ego.
Pero el cambio en el género y en el punto de vista, es interesante en manos de Hong Sang Soo. De nuevo la casi robótica planificación del coreano -con planos fijos y pequeños re encuadres mediante paneos y zooms- nos invita a indagar en una historia sobre los deseos reprimidos y los anhelos prohibidos, sobre como una realidad en apariencia dócil, puede tornarse en la más cruel de las experiencias cuando el odio nace de dentro. Y esto último, no entiende de géneros.