88:88 DE ISIAH MEDINA

88:88 DE ISIAH MEDINA

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Por Nicolás Carrasco

No recuerdo la última vez que una película haya generado tanto debate en la comunidad de cine experimental como 88:88, primer largometraje del canadiense Isiah Medina. Si intentáramos clasificarla, podríamos decir que remite, a primera vista, al cine ensayo de la etapa más reciente de Godard. Se le podría clasificar también como diario fílmico, al estar compuesta por imágenes de los amigos y amantes del director, su familia, y de los lugares en Winnipeg que estos llaman hogar. Pero este no es un diario a la manera de un Mekas o de un McElwee, sino con una subjetividad más cercana a nuestra época y sus características: dispersión, fragmentación, inmediatez. Medina no avanza en el montaje de manera lineal, sino que se mueve en capas, sobreimpresas y yuxtapuestas, a la manera de Brakhage: hacia delante y hacia atrás, con interrupciones y volviendo a empezar. No hay en 88:88 (2005),  una voluntad narrativa, en la medida en que toda narración exige una lógica de continuidad.

El “88:88”, número que se repite en el film de manera enfática, corresponde al momento en el que se resetean los relojes digitales cuando regresa la electricidad luego de un corte. Medina asocia este tipo de numeración con la idea de precariedad, de pobreza, con la imposibilidad de poder pagar las cuentas, así como también con la idea de empezar de nuevo, de “reseteo”. Un final y una parada, pero para poder recalibrar o reprogramar. ¿Qué cosa es lo que Medina está reseteando? ¿El cine? Medina plantea su film como un grado cero. Como un nuevo comienzo.

Medina, como su admirado Kanye West (1), es un artista ambicioso: pretende reconsiderar en una hora de metraje cien años de historia del cine. En la práctica, esto significa reconstruir todas las relaciones de montaje conocidas, de la lógica del corte y del ritmo, sin dar nada por sentado. El mayor logro de 88:88 está en el trabajo con el sonido a partir de la fragmentación. De una manera que recuerda a la obra de Hollis Frampton, Medina libera el sonido de tener que reforzar la imagen. La relación de este con el plano es que van juntos, pero no al mismo tiempo. Como ya ha señalado Roger Koza (2), 88:88 le reclama a los ojos y a los oídos una nueva configuración. Que la vista y la audición trabajen de manera independiente.

No sé qué tanto sea una casualidad que dos de los más originales ¿documentales? que vi el año pasado, este film y Field Niggas de Khalik Allah, compartan la frase, dicha por uno de sus personajes, “there’s no justice. it’s just us”, juego de palabras intraducible que quiere decir, más o menos, “no hay justicia, solo estamos nosotros”. Mas allá de su forma, 88:88 es una declaración de malestar político, sobre la falta de trabajo y de oportunidades. “Solo me siento bien cuando hago skate o estoy en la biblioteca”, dice uno de sus personajes. ¿Qué otra opción nos queda? Para este joven director, el cine es la única alternativa. Y en estos tiempos en que el término “cine experimental” se usa como si se tratara de un género más, 88:88 es un verdadero experimento, uno en que tanto sus logros como sus desaciertos nos alientan a cuestionar el estado actual del cine. Y la necesidad (o no) de empezar de nuevo. De resetear los relojes.

Notas

(1) “La arrogancia de la que hablás es muy importante. Lo que me gusta del rap es que gran parte de su mensaje se trata de amarte a vos mismo, porque, seamos honestos, el mundo no te va a amar. Especialmente si sos parte de los excluidos. Y tenés que tener confianza en lo que pensás porque de otra manera te hacen sentir que no sabés nada.”

Entrevista a Isiah Medina por Malena León, Lucía Salas y Santiago González Cragnolino.

http://cinefilo.com.ar/revista/2016/01/8888-y-entrevista-a-isiah-medina/

 (2) http://ojosabiertos.otroscines.com/30-festival-internacional-de-cine-de-mar-del-plata-2015-12-bienvenidos-al-lenguaje-acerca-de-8888/