BAFICI 2015: IMPRESIONES FINALES

BAFICI 2015: IMPRESIONES FINALES

Por Pablo Gamba

El premio a la mejor película otorgado a Court de Chaitanya Tamhane, de la India, y el galardón a Nadav Lapid como mejor director por The Kindergarten Teacher, de Israel, dieron un toque político y social al palmarés de la competencia internacional del Bafici.

El cine rumano contemporáneo, y en particular el recorrido por diversos hospitales del paciente de La muerte del señor Lazarescu (Mortea domnului Lazarescu, 2005) de Cristi Puiu, son referencias del tipo de película que es Court. El filme recurre a un similar estilo de inspiración documentalista para relatar las artimañas judiciales puestas en práctica con el fin de mantener en la cárcel a Narayan Kamble, un poeta y cantante callejero crítico del gobierno. La primera acusación presentada contra él pone en evidencia lo kafkiano del proceso: se le señala de haber inducido al suicidio a un trabajador con la letra de una canción.

Court no sólo sigue el juicio contra el artista. Su mirada se extiende a algunos momentos de la vida cotidiana de aquellos en cuyas manos está su destino. De esa manera crea un contraste irónico entre Kamble y el abogado que lo defiende, quien lleva una vida acomodada, y tiene un refinado gusto por el jazz y la música brasileña que lo distinguen culturalmente de su cliente. A través de los personajes de la fiscal y del juez, Tamhane parece agregar que el tipo de represión que representa en la película no exige perseguidores fanáticos sino todo lo contrario: funcionarios cuya vida privada esté distanciada de las barbaridades que cometen en la administración de justicia. Es algo parecido a lo que ocurría en La vida de los otros (Das Leben der Anderen, 2006) de Florian Henkel von Donnersmarck, donde el agente aplicado y que piensa acaba por simpatizar con aquellos a los que espía, mientras que su colega mediocre es el tipo de burócrata que realmente requería el sistema de Alemania Oriental.

Una pregunta que cabría hacerse acerca de Court es la cuál podría ser su aporte novedoso, lo cual constituye la búsqueda de festivales como el Bafici. Lógicamente también podría plantearse un debate acerca de si The Kindergarten Teacher, comentada anteriormente en este blog, es o no un filme superior al de Chaitanya Tamhane. Es algo inevitable con respecto a todo palmarés, y el Bafici no puede ser una excepción. En todo caso, la línea divisoria trazada con Court no es tanto con respecto a la película de Nadav Lapid sino con la mirada que se dirige al personaje marginal que protagoniza La mujer de los perros de Laura Citarella, de Argentina, por la que Verónica Llinás ganó el premio a la mejor actriz. Sensibilidad social o no social pudiera haber sido la cuestión de fondo en la decisión.

También puede preguntarse qué sería lo novedoso de La princesa de Francia, la ganadora de la competencia argentina, considerando que se trata del tercer filme en el que Matías Piñeiro prosigue su trabajo con las comedias de Shakespeare. Pero era una película que quizás se destacaba demasiado en la selección. Como muestra está el premio especial concedido a Idilio de Nicolás Aponte Aragón Gutter, un filme en el que un personaje relata sus cuitas amorosas de chica tonta, primero mirando a cámara con su interlocutor fuera de campo, luego con el contraplano de su amigo y finalmente con los dos hablando en off, y eso se alterna con canciones que se escuchan completas, con la pantalla en negro. Fue el ovni del Bafici.

La competencia nacional, en síntesis, parece haber sido la menos lucida del festival este año. Lo más llamativo en ella fue el premio al mejor director que le otorgaron a José Celestino Campusano, por un filme en el que dejó de lado a los marginados del conurbano bonaerense para dirigir su mirada a la “alta sociedad”. En 2013 el jurado tomó una decisión similar con respecto a otro outsider, Raúl Perrone, por P3nd3jo5, que inició una trilogía que lo ha llevado a convertirse en uno de los realizadores más relevantes del cine argentino actual. Eso plantea una expectativa acerca de si podrá ocurrir lo mismo en el futuro con Campusano.

Por lo que respecta a Vanguardia y Género, la sección más apasionante del festival, la ganadora del Gran Premio este año, Léone, mère & fils, tiene tras de sí la sombra de la galardonada el año pasado, Manakamana, del Laboratorio de Etnografía Sensorial de la Universidad de Harvard, dirigida por Stephanie Spray y Pacho Velez. Esa era realmente una gran película, lo que no es el caso del mediometraje de Lucile Chaufour, aunque se destaca por la manera como registra la sexualidad en la relación de una madre con su hijo y por la representación del paso del tiempo. Ese es otro de los problemas que afronta el Bafici: que la crítica ha llegado a esperar que descubra cada año obras que puedan arrojar luz sobre lo que incluso fue el nombre de una sección, el cine del futuro, y eso es obviamente imposible.

En los alrededores de las competencias sobresalió esta vez la programación dedicada al cine peruano. También hubo las retrospectivas británicas que ya son de rigor y una dedicada al cineasta experimental español Luis Val del Omar. Lo más importante en este último caso es el libro que la acompaña, y que está disponible para descarga gratuita en PDF. Pero no parece que ninguno de estos focos vaya a pasar a la historia del festival, ni tampoco la visita al Bafici de Isabelle Huppert, la estrella que compensó la ausencia de más figuras relevantes.

A pesar del día menos de programación y de otros síntomas de recorte que lo afectaron, la impresión que dejó el festival es que superó el bache de 2014, cuando la crítica manifestó su preocupación por el descenso en el nivel de calidad del que ha llegado a ser uno de los festivales más importantes del mundo. El domingo 26 no hubo actividades porque comenzaba un proceso electoral que producirá cambios en el gobierno de la ciudad. Allí también está en juego el futuro cercano del Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente.