Por Pablo Gamba
An Elephant Sitting Still (2018) formó parte de la sección internacional del Bafici, extrañamente fuera de competencia. Es un film chino que fue la ópera prima y también póstuma de Hu Bo. El cineasta, que además era novelista, se suicidó en octubre sin llegar a terminarlo. Se estrenó en el Festival de Berlín, donde recibió una mención especial del premio a la mejor primera película. Fue producido por la compañía de Wang Xiaoshuai, ganador del Oso de Plata en la Berlinale por Beijing Bicycle (2001). Sin embargo, un conflicto con el director llevó a que el nombre de la empresa fuera retirado de los créditos.
El problema se debió a los 230 minutos que dura este film, y es lo que tiene que durar por uno de sus más relevantes atributos: su ritmo lento e intenso, construido con largos planos. Relata una historia sobre cómo el poder y la violencia de las pandillas criminales, así como la corrupción, están presentes en la vida cotidiana en una ciudad de provincia. Se desarrolla a lo largo de un día, y al comienzo hay dos muertes –una no se sabe si es un accidente u homicidio; la segunda es un presunto suicidio–. Hacia el final otro personaje se quita la vida.
La atmósfera enrarecida y los escenarios reales de gris deterioro urbano de An Elephant Sitting Still recuerdan las películas de inquietud moral que Krzysztof Kieslowski rodó en la Polonia del ocaso del socialismo. Es algo relacionado con el trasfondo social de la China de hoy, aunque trascendido para darle una dimensión existencial universal, con personajes que representan aquí tres edades de la vida: la juventud, la madurez y la vejez. Pero también se trata del estado psicológico correlativo, de una visión del mundo ensombrecida por la melancolía. Lo interesante es que por una parte se expresa el estado de ánimo de los personajes, pero en este caso también se sabe que es la película de un suicida. El título hace referencia a una leyenda urbana y es una metáfora que puede prestarse a diversas interpretaciones, ninguna de ellas esperanzadora, aunque irónicamente la historia termina justo cuando va a salir el sol.
Otro de los rasgos más resaltantes del estilo es el uso del foco selectivo, que aísla de lo que lo rodea al personaje ensimismado en su angustia. Está empleado en combinación con abundantes planos de poca luz, en los que la figura se convierte en silueta. Por tanto, pasa a ser allí una representación que podría ser de cualquiera en situaciones como aquellas, no de un individuo en particular. Abundan, además, los travellings de seguimiento con encuadres cerrados, que por el ritmo se diferencian de los que acuñaron los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne. Se reitera en ellos el contrapicado, lo que da la perspectiva de un mundo visto desde abajo, desde la posición del que se siente abatido y que podría ser incluso la de los perros, que también son importantes en el film.
An Elephant Sitting Still es, por todo esto, una película destacada del cine independiente que comenzó a florecer en China en los años noventa. Eso significa en ese país no someterse a la censura y buscar canales de distribución alternativos a los oficiales, controlados todos por el Estado. Es un cine que viene atravesando una situación difícil bajo el actual gobierno de Xi Jinping.
Por otra parte están los filmes que llevan el sello de aprobación de un organismo de censura que recientemente ha pasado a estar regido por el Departamento de Publicidad del Comité Central del Partido Comunista. Aunque son propaganda cultural, también llegan por sus propios méritos los festivales internacionales que se realizan en los países democráticos. El 20° Bafici no fue una excepción, porque programó From Where We’ve Fallen (2017), dirigida por Wang Feifei, y The Widowed Witch (2018) de Cai Chengjie. Pero no hay que dejar de prestar atención al dragón de la dictadura que lucen al comienzo esas otras películas, porque en ese caso no se trata de un cine realmente independiente.
Sección internacional fuera de competencia
Dirección, guion y montaje: Hu Bo
Dirección de arte: Xie Lija
Fotografía: Fan Chao
Sonido: Ren Yining
Interpretación: Zhang Yu, Peng Yuchang, Wang Yuwen, Liu Congxi
Duración: 230 minutos
China, 2018