
Por Pablo Gamba
El 20° Bafici, que se realizó del 11 al 22 de abril, fue consecuente con su prédica a favor del riesgo y con su pregunta acerca de lo que es una “película de festival” al premiar en la Competencia Internacional La flor (2018), film de Mariano Llinás, el director al que se atribuye haber impulsado un cambio de rumbo con respecto al minimalismo del nuevo cine argentino con Historias extraordinarias (2008). Se trata de una obra imposible de exhibir de la manera comercialmente establecida, porque dura 14 horas, divididas en tres partes.
Sobre este film habrá que escribir cuando llegue a los cines, si la cadena Village cumple la promesa que hizo a los ganadores del premio principal, sin contar, seguramente, con que una película de esas características sería la galardonada. En el festival se trataba de ver La flor o ver el Bafici, y el autor de esta nota decidió abandonar la empresa, luego de las cuatro horas de la primera parte.
Habrá que ver, además, si la premiada en la celebración de las 20 ediciones del festival alcanza la relevancia histórica de Mundo grúa, que le valió a Pablo Trapero el reconocimiento como mejor director en el primer Bafici, en 1999. El film escogido para la inauguración este año, Las Vegas, sembró escepticismo al respecto, por la manera como fueron al traste allí los atributos que hicieron de Juan Villegas uno de los realizadores destacados de los comienzos del nuevo cine argentino con Sábado (2001). Solo queda un vago recuerdo, en la escena final, de la intención de combinar el humor no realista con los tiempos muertos del neorrealismo, una de las características prometedoras de esa película, además parlamentos por los que el director fue comparado con Martín Rejtman.
En términos generales, el nivel de la Competencia Internacional fue el más pobre y disparejo que ha visto el autor de esta nota en siete ediciones del Bafici. Por una parte la integraban películas que habían llamado la atención en su recorrido previo por festivales, como Transit (Alemania, 2018) de Christian Petzold, y As boas maneiras, Azougue Nazaré y Gabriel e a montanha, sobre las que se publicaron notas en Desistfilm. Pero aquellas que podrían plantear la pregunta que sobre qué es una película de festival, como 1048 lunes (Francia, 2017) de Charlotte Serrand, Female Human Animal (Reino Unido, 2018) de Josh Appignanesi, Paisaje (Argentina, 2018) de Jimena Blanco y Violence Voyager (Japón, 2018) de Ujicha, Premio Especial del Jurado, recordaron las selecciones y omisiones por las que criticaban al director artístico anterior, Marcelo Panozzo. Uno de los mejores filmes, además, estuvo fuera de competencia: An Elephant Sitting Still, también comentado aquí.

Más preocupante fue el caso de la Competencia Latinoamericana, que sigue sin encontrar un perfil que plantee un concepto “independiente” del Bafici frente a los festivales de trayectoria dedicados al cine de la región, como los de Cartagena, Guadalajara y La Habana. La película premiada, Averno (Bolivia-Uruguay, 2018), de Marcos Loayza, es una versión en realismo mágico de After Hours (1985) de Martin Scorsese, sazonada con terribles interpretaciones. Fue otro galardón desconcertante. El palmarés omitió, en cambio, Robar a Rodin (Chile-Francia, 2017) de Cristóbal Valenzuela, un documental de humor inteligente sobre una historia que plantea problemas relevantes.
Lo disparejo de la selección fue también notable en la competencia argentina, con el documental Foto Estudio Luisita (2018) hacia el extremo más bajo, y los picos de Las hijas del fuego (2018) de Albertina Carri y Teatro de guerra (2018) de Lola Arias, galardonadas con los premios a la mejor película y a la mejor dirección, respectivamente. Ambas fueron comentadas en Desistfilm.
También hubo decepciones. Una de ellas fue Expiación, la película de Raúl Perrone acerca la dictadura que padeció Argentina entre 1976 y 1983, y que sigue el problemático camino iniciado por el cineasta en Cínicos (2016). Es diferente, sin embargo, la opinión expresada en este sitio web por Mónica Delgado. Otra que no satisfizo las expectativas fue La película infinita (2018) de Leandro Listorti, hecha con fragmentos de filmes nacionales inconclusos, en la que hubo falta de elaboración del material rescatado con el que se trabajó.
Vanguardia y Género volvió a ser este año el corazón creativo del Bafici, y allí hubo descubrimientos como el de The Seen and Unseen, galardonado como mejor largometraje y que tuvo una nota elogiosa en Desistfilm, y el delirante Luz (Alemania, 2018), entre otros filmes genéricos. Se destacaron, además, películas experimentales como Wishing Well y World of Tomorrow Episode Two –también comentada en estas páginas–, así como la ganadora del premio al mejor cortometraje, Watching the Detectives (Canadá, 2017) de Chris Kennedy, un documental sobre las elucubraciones paranoicas y racistas acerca de los culpables del atentado del Maratón de Boston en 2013.

En contraste, la ganadora del Gran Premio, The Image You Missed (Irlanda-Francia-Estados Unidos, 2018) de Donal Foreman, sobre su padre, el realizador de filmes sobre el conflicto en Irlanda del Norte Arthur MacCraig, es un documental de “giro subjetivo” de los que se han vuelto convencionales. Su selección plantea, además, la pregunta de si estas películas deberían estar en una categoría que suele reservarse para filmes como los de terror y de acción.
Hubo también en Vanguardia y Género decepcionantes películas de directores que habían presentado antes obras destacadas en el Bafici. Ejemplos de ello fueron The Pain of Others (Estados Unidos, 2018) de la realizadora de Nuts! (Estados Unidos, 2016), Penny Lane, y The Drunkard’s Lament (Estados Unidos-Reino Unido, 2018) de Jim Finn, el cineasta de The Juche Idea (Estados Unidos, 2008) y otros filmes sobre el comunismo. También Between Relating and Use (Argentina-Estados Unidos, 2018) de Nazli Dinçel, Electro-Pythagoras (A Portrait of Martin Bartlett) (Reino Unido-Canadá, 2017) de Luke Fowler y Wasteland No. 1 (Estados Unidos-Reino Unido, 2017) de Jodie Mack. No faltaron en esta sección asimismo los llamados de alerta a revisar los criterios de selección, como Snowy Bing Bongs Across the North Star Combat Zone (Estados Unidos, 2017) de Rachel Wolther y Alex H. Fischer y Una Storia Volatile (Italia, 2017) de Carla Vestroni, en particular.
Una pregunta que también planteó el Bafici, y que resulta más incómoda que la de la “película de festival”, es la de qué debe entenderse por cine independiente en un evento como este. En la Competencia Internacional, por ejemplo, hubo una producción de Globo Filmes, que es parte de una corporación a la que pertenece la segunda red de televisión más grande del mundo y uno de los diarios más influyentes de Brasil, O Globo. Proviene de un universo opuesto al de las frugales películas de Raúl Perrone, por ejemplo. Es también el caso del film de clausura coproducido por Twentieth Century Fox Animation, aunque Isle of Dogs (2018) de Wes Anderson sea amor a primera vista. Además, cabría preguntarse por qué cerrar el Bafici con la película de apertura de la Berlinale.
Otro detalle en el que habría que reparar es lo que significa contar con la aprobación de las autoridades que controlan el cine en dictaduras como la de China, en comparación con las obras de realizadores que se niegan a someterse a la censura. En el Bafici hubo cine chino de ambos tipos, y el segundo, el de An Elephant Sitting Still, pareciera ser el único realmente independiente.
El foco que el festival dedicó a Philippe Garrel fue importante por sí mismo, así como por la primera visita del cineasta a la Argentina. Pero el título que le pusieron, “El amor a 50 años del Mayo Francés”, pareció revelador de la intención de despachar de esa manera un aniversario de capital importancia para la cultura, que merecía una mayor consideración y debate en la programación. La otra retrospectiva más publicitada estuvo dedicada a John Waters, una celebrity del mal gusto que quizás necesita una consideración más crítica.

En todo caso, fue más relevante la participación en el Bafici de James Benning, quien ha estado varias veces en el festival. Este año presentó sus dos películas más recientes, la de la observación de lo que ocurre en un eclipse cuando no se mira el Sol, L. Cohen (2018), sobre la que hay una nota en Desistfilm, y Readers (2017), en la que cuatro personas leen y el público puede “leer” también el efecto de la cámara sobre cada una de ellas. Estuvieron acompañadas por la restauración de 11 x 14 (1977), que fue su primer largometraje.
Benning dio, además, una clase magistral en la que planteó, con referencia a su más reciente proyecto socialmente comprometido de artes plásticas, su concepción del cine como estímulo para la mirada. “La gente pone más atención a lo que ve en el cine que a lo que percibe en la vida”, dijo, y agregó: “Yo espero que eso se extienda a la vida. Creo que aprender por observación es algo muy valioso, aunque tome mucho trabajo, y espero contribuir a eso”.
Otras tres retrospectivas fueron significativas por lo que respecta al rescate: las dedicadas al cineasta mexicano Teo Hernández (1937-1992), a la figura fundadora del cine marginal brasileño Ozualdo Candeias (1918-2007) y a la cineasta ucraniana que formó parte de la nueva ola soviética en los sesenta Kira Muratova. Pero quedaron fuera del alcance de una cobertura que lógicamente debió hacer el sacrificio de la historia en pro de los títulos en competencia.
Una línea que se destacó en la Competencia Internacional es la de los filmes de temática adolescente o de jóvenes adultos, con Paisaje (Argentina, 2018), Virus tropical (Colombia, 2017) de Santiago Caicedo, Blue My Mind (Suiza, 2017) de Lisa Brühlman, Les faux tatouages (Canadá-Francia, 2018) de Pascal Plante y An Elephant Sitting Still. No pareciera ser reveladora de una tendencia significativa del cine independiente actual, pero fue quizás el mayor logro del Bafici en la búsqueda de un perfil propio con obras que suelen descartar otros festivales. Aportó además un aire de frescura e irreverencia juveniles que de alguna manera se percibió transversalmente en la selección.
Sin embargo, también podría ser sintomático de ese espíritu juvenil la dificultad para profundizar, y hallar títulos realmente novedosos y valiosos, como los que contribuyó a poner de relieve el Bafici desde sus comienzos hasta un pasado que comienza a ser remoto. Es algo que debería atenderse para que no se abra una brecha de calidad entre los dos festivales de cine más importantes de Argentina. La competencia de Mar del Plata, el único clase A en América Latina, podría hacerse más fuerte con Cecilia Barrionuevo al frente, por lo cual, como a tantos que cumplen 20 años, habrá que recordarle al Bafici que debe ponerse las pilas.