Por Aldo Padilla
Un millón de bolivianos migrantes en Argentina, es el número que se suele manejar como cifra extraoficial de la gran ola migratoria de bolivianos, que a pesar de disminuir durante la crisis del 2001 es la más notoria evidencia de la fuerte interrelación entre ambos países y que ha tenido efectos laterales como el notable racismo ejercido en especial en contra de los inmigrantes de zonas rurales cuyo acento y rasgos físicos los hacen bastante notorios. Esto ha desembocado que las nuevas generaciones de migrantes hayan buscado adaptarse (o más bien camuflarse) lo más rápidamente posible a su nuevo entorno, adoptando los modismos, acento y parte de la idiosincrasia tan típica de Argentina de forma de evitar sentirse aislado en un país con una identidad tan distinta a la boliviana, aunque generando una pérdida de identidad de estos migrantes.
Esta rápida adaptación (¿o apropiación?) cultural de los bolivianos en Argentina no solo es notoria en su forma de hablar, sino también en otros aspectos como su posicionamiento con algún equipo de futbol del país y otros aspectos culturales más. La murga que es una expresión cultural del tipo carnavalero y que comparte raíces entre Argentina y Uruguay es la expresión que Francisco Bouzas toma como punto de observación. El director busca en La cuarta dimensión definir la pasión por este baile, haciendo el seguimiento a un joven cruceño, quien en su regreso a Bolivia luego de algunos años en Argentina, parece tener una obsesión con este baile y que frente a su alejamiento sufre una profunda nostalgia.
La complejidad del protagonista se basa en el hecho de la pérdida de su identidad boliviana y que el tiempo pasado en Argentina ha marcado un camino irreversible, ya que frente a su retorno casi todo lo concerniente a su país le parece extraño, lo que gatilla la idea de replicar el ambiente en el cual fue feliz, mediante la formación de un grupo murguero acompañado de sus cercanos que reciben la idea con un entusiasmo moderado. Esto le genera una fuerte frustración y que el director compone de forma visual en el maravilloso plano del protagonista vestido de murguero en medio de un desierto, que refleja su soledad en medio de una pasión que le lleno en algún momento de mucha alegría.
El director también decide reflejar a la contraparte de la soledad del bailarín filmando a sus amigos que forman parte de la murga “Los locos no se ocultan”, que se encuentran en medio de las preparaciones para próximos eventos y que mediante charlas cortas tratan de definir la ideología de la murga. Basada en el conocido recurso del conjunto como una especie de familia, esta rama de la película es la parte más débil del film, ya que apunta más a un terreno etnológico observacional que al desarrollo sociológico que está tan bien desarrollado a la hora de filmar a César, el protagonista del film.
El desarrollo visual y sensorial de la filmación de César tiene grandes momentos, en especial en el seguimiento que hace de él, que recuerda al cine de Teddy Williams y que conjunga con una fuerte respiración de fondo que podría representar el cansancio del protagonista frente al truncamiento de sus ideas y a un panorama que no se ve totalmente luminoso. Un tratamiento similar aunque más onírico se da a la hora de filmar el carnaval de la ciudad, donde diferentes bailes reflejan la diversidad cultural boliviana pero que parecen ya no interesar al protagonista, exceptuando por su destreza a la hora de tocar charango, interpretando canciones que hablan de sus primeras experiencias como migrante. Esto lleva a la idea que César va dejando de a poco un hogar real, ni su ciudad natal, ni su ciudad adoptiva, a la que aparentemente no puede volver. Estos espacios se presentan como el sitio definitivo donde puede estar tranquilo, por lo que su vida se presenta en un estado intermedio, casi de transición constante que lo tiene en una irrealidad, que es esa desconocida dimensión que refleja el título.
Competencia latinoamericana
Dirección y guion: Francisco Bouzas
Producción: Mari?a Laura Buslemen, Francisco Bouzas
Dirección de fotografía: Francisco Bouzas
Edición: Jimena Garci?a Molt
Sonido: Herna?n Higa
Intérpretes: César Languidey
Duración: 70 minutos
Argentina/Bolivia, 2018