Por Pablo Gamba
Lo dice más o menos así el protagonista de Le Lion est mort ce soir (2017), interpretado por Jean-Pierre Léaud, que se hizo famoso siendo niño por Los 400 golpes (1959) de François Truffaut: “Hay películas que se destacan por la trascendencia del tema y otras porque son expresión de amor al cine”. No hay que olvidar que la memoria es traicionera y los subtítulos lo son todavía más.
El film de Nobuhiro Suwa, estrenado en el Festival de San Sebastián y que forma parte de la sección Trayectorias del Bafici, entra en ambas categorías. Jean, el personaje de Léaud, es un famoso actor que se queda un tiempo sin nada que hacer por la interrupción del rodaje de una película en la que hace el papel de alguien que muere. Es algo que no se puede actuar convincentemente, porque es imposible que no se reconozca como fingido, aunque Léaud se destacó recientemente por su interpretación del monarca que llega al fin de su vida en La muerte de Luis XIV (2016) de Albert Serra.
Pero Le Lion est mort ce soir es, sobre todo, una película sobre unos niños que juegan a rodar una película de verdad, de cuyo elenco pasará a ser parte Jean por una casualidad, y por ende también el célebre actor de 73 años de edad que lo interpreta. Se trata, por tanto, de una de esas obras que resaltan por hacer del cine una manera de gozar el cine, lo cual incluye aquí placeres como el del serial La pandillita (Our Gang, 1922-1944), de una comedia de acción de fantasmas como Ghostbusters (1984) e incluso del musical. El título viene de un verso de una canción que inesperadamente comienza a cantar el personaje de Léaud.
Más que de la muerte, esta película trata así de la vitalidad que conserva hoy la modernidad como opción al hacer cine, a pesar de haber llegado a una época diferente en la historia, en la que ha cesado la coacción de la búsqueda de lo nuevo que le dio impulso en sus inicios. Los comienzos de la modernidad cinematográfica, además, coinciden con los de la carrera de Jean-Pierre Léaud, con los primeros filmes de la Nueva Ola francesa, como el de Truffaut.
Por una parte es cierto que Le Lion est mort ce soir no deja de dar cuenta del envejecimiento de lo que fue la búsqueda moderna de ruptura con respecto a la manera clásica de narrar. Ocurre en particular por lo que respecta a la “representación incierta”, como escribió Domènec Font, o lo que para David Bordwell es característico de lo que prefiere llamar “narración del cine de arte”: una exigencia de representar “los estados pasajeros que caracterizan la realidad ‘subjetiva’” (La narración en el cine de ficción, p. 206). Podría pensarse incluso en que aquí hay cierta complacencia en esa “subjetividad”, un detalle, entre otros, por los que la película de Suwa no llega a ser una obra maestra.
Pero lo que sí está vivo, y continúa vibrando en este film, es el interés moderno por captar, a través de la ficción, “el mundo aleatorio de la realidad ‘objetiva’” (Ibid.). En contraste con la impostación de la muerte está entonces el desenvolvimiento de los niños, continuamente al borde entre lo que exigen los papeles que interpretan y la verdad del juego por el que parecen dejarse llevar, y a cuya espontaneidad también da la impresión de entregarse Léaud. Si la representación del cine dentro el cine ha perdido buena parte del poder “autoconsciente” que se le atribuía por “revelar los mecanismos”, al convertirse eso en otro lugar común, aquí al menos sigue demostrando fuerza como dispositivo para hacer borrosas las fronteras entre el arte y la vida.
Ahora bien, si por todo esto Le Lion est mort ce soir parece llevar un enorme letrero con una flecha que le apunta y dice “película de festival” –lo cual viene a ser lo mismo que “cine de arte” –, y por eso parece destacarse en relación con los títulos vistos hasta ahora en las competencias, hay que recordar que el Bafici se propone, justamente, poner en cuestión ese deslumbrante concepto. Por eso procura evitar la seguridad que podrían inspirar los filmes que reúnan los requisitos para poder ser seleccionados y que se parezcan al de Nobuhiro Suwa.
Trayectorias
Dirección, guion y dirección de arte: Nobuhiro Suwa
Producción: Michiko Yoshitake, Jérome Dopffer
Fotografía: Tom Harari
Montaje: Martial Salom
Música: Olivier Marguerit
Interpretación: Jean-Pierre Léaud, Pauline Etienne, Jules Langlade, Adrien Cuccureddu, Adrien Bianchi, Louis Bianchi, Romain Mathey, Mathis Nicolle, Coline Pichon-Le Maître, Rafaèle Gelblat
Duración: 113 minutos
Francia-Japón, 2017