Por Mónica Delgado
La fórmula documental que aplica la cineasta peruana María José Moreno, en Lima en la piel, es la correspondencia entre la densidad y singularidad de una ciudad como Lima con la cotidianidad de un grupo de personajes que la habitan y definen. A partir de una serie de entrevistas, seguimientos y encuentros con el azar es que Moreno va configurando a la capital peruana revestida por las pieles y experiencias de un grupo de narradores de sus propias vidas íntimas. Elige a cuatro limeños, tres mujeres y un hombre, tanto de barrios de clase media o de zonas periféricas, marcados en su mayoría por la vejez, para establecer un fresco o un relato mayor sobre esta ciudad desbordada.
Lima en la piel dibuja una ciudad conocida, de valses y color local, de cerros poblados y balnearios, de mixturas y soledades, entrelazada con las vivencias de este grupo de personas, ya en su rutina “laboral” o desde la pasividad de la jubilación. Estampas de una Lima diversa y migrante se contraponen a las líneas narrativas de los tres personajes: la prostituta de sesenta años, la madre soltera vendedora y pescadora junto a su familia, y los dos esposos artistas con más de 40 años de casados. Si bien se percibe una línea temática, donde podría sobresalir la intención de sacar a la luz figuras de la vejez (la prostituta y los mimos), el personaje de la vendedora de caramelos parece no encajar en esa posibilidad. Sin embargo, pese a esta soltura se convierte en el “episodio” que logra los mejores momentos del documental, debido precisamente a la irrupción de la sorpresa y la picardía de un personaje memorable, la hija de Gloria, la pescadora.
Moreno recurre a herramientas clásicas del documental, no huye del típico talking head, no teme ponerlos ante la cámara para entrevistados, para cumplir ante ellos el papel de indagadora de la realidad, de pregunta a repregunta. Elige un recorrido espacial, lineal, donde los personajes son presentados de acuerdo a una estructura narrativa que no los articula, sino que cada episodio asume su propia independencia, donde las tomas de la ciudad en día de playa, de la plaza de armas plena de quinceañeras y novias a fotografíar o de vendedores de helados, pasan a ser de cadenas que juegan a hilvanar los tres fragmentos.
Los mejores momentos de este film de Moreno están en aquellos ofrendados por la naturalidad o la frescura, como la escena de la hija de Gloria hablando a la cámara sobre qué le gusta comer mientras alimenta palomas. Es decir, en la sorpresa y en lo inesperado es que el film logra crecer. Sin embargo, quizás Lima en la piel funcione mejor desde la lejanía, es decir, entre aquellos que no puedan reconocer algunos clichés, como la música de Chabuca Granda o los típicos planos del Cerro San Cristóbal, aunque quizás esos elementos revelen el tipo de mirada con la que la cineasta se acerca a esta ciudad como universo: una mirada extraña o extranjera a este entorno de prostitutas añejas o de ancianos mimos en descanso otoñal que le parece deslumbrar.
Dirección: y guion: María José Moreno
Música: Rafael Zapata
Fotografía: Christian Valera, Rodolfo Arrascue
Reparto: Ana María Parra Gallegos, Gloria Herrera Solano, Juan Piqueras,Carmen Piqueras
Productora: Golsomina Films
Perú, 2017, 62 minutos