Por Pablo Gamba
Los Estados Unidos de América (The United States of America), de James Benning, es un curioso caso de remake experimental de una película del mismo tipo. Se presenta como una versión larga del mediometraje que Benning y Bette Gordon rodaron en 1975, cuando eran estudiantes de posgrado de la Universidad de Wisconsin en Madison. Instalaron una cámara de 16 mm en el asiento de atrás de un auto e hicieron filmaciones intermitentes a lo largo de recorridos por el país, a las que añadieron el sonido de las noticias y las canciones de las emisoras que escuchaban.
El remake consta de 52 planos fijos presentados con intertítulos que los identifican como lugares de todos y cada uno de los 50 estados, más la capital federal –el Distrito de Columbia, de Washington– y el “estado libre asociado” de Puerto Rico. Se suceden en orden alfabético, siguiendo el nombre de cada región. Es algo característico de las obras del cine estructural, del cual Benning es una de las figuras prominentes en los Estados Unidos. Son películas en las que la dominante es una decisión previa sobre la forma que, seguida rigurosamente, guía la realización. Por tanto, el film no es la representación de un viaje –una road movie– y el montaje alfabético de los planos rompe con otra continuidad que pudo buscarse, por ejemplo, siguiendo el transcurso de un día o de un año, creando la impresión del paso de las estaciones.
Quizás esta es la única manera de hacer una película sobre un país, en el sentido de que, renunciando a la aspiración delirante a representarlo, al menos se propone recorrerlo con la puesta en práctica de un procedimiento. De esta manera se genera una imagen de los Estados Unidos que, en este caso, también aspira a trascender la actualidad con los testimonios de valor histórico que se reúnen en la banda de sonido.
Hay una información significativa que figura en los créditos finales, pero puede compartirse aquí porque ser consciente de eso no es un spoiler que arruine la experiencia de ver la película sino todo lo contrario. Los Estados Unidos de América se grabó entera en California, debido a las restricciones por la epidemia del Covid-19. La decisión tomada de antemano con respecto a la forma llevó al cineasta a buscar allí locaciones que pudieran ocupar en la estructura los lugares de todo el país. Esto no hace sino reforzar que se trata de una imagen creada siguiendo un procedimiento en el que esta restricción geográfica es una determinación más. La relación de las partes con el todo no es la de una representación de lo grande en lo pequeño, análoga al microcosmos literario, sino como un fractal en el que la estructura general se repite en cada parte a una escala menor. Si así ocurre con el estado en cada plano, puede también ocurrir con el país en los planos de un estado. Sin embargo, no por esto deja de haber una toma de posición evidente de James Benning en el material que hace ver y escuchar, y que de esta manera pone en tensión el orden alfabético del montaje en su aparente neutralidad política. Por ejemplo, los fragmentos reunidos en la película no conforman una nación de individuos, como la que se representa en mito liberal de la fundación de la sociedad y el Estado. La figura humana tiene una dimensión minúscula en los planos de Los Estados Unidos de América, y hasta llega a ser poco más que un punto borroso sobre una montaña.
También está la confrontación que el espectador podría establecer entre dos campos, construidos a partir del material grabado y compilado por Benning, y organizado en la película siguiendo su “índice”. Por un lado, la mina a cielo abierto, la central nuclear, la refinería de petróleo, el barco de guerra, la casa de Ronald Reagan, edificios de una arquitectura lujosa, las tiendas de campaña en la que viven personas sin hogar, diversas ruinas… Del otro, imágenes de una naturaleza no alcanzada por las fuerzas del “desarrollo” o domesticada pero no vencida por la agricultura. También se confrontan con la presunta asepsia política del orden alfabético las entrevistas al líder afroamericano Stokely Carmichael, sobre la autodefensa de la comunidad negra, y al activista nativo John Trudell, sobre la resistencia indígena. De una de las canciones, “This Land is Your Land” (Esta tierra es tuya), de Woody Guthrie, se reproduce una estrofa sobre la propiedad privada y los letreros de “Prohibido el paso”. Un aviso de ese tipo se ve en el plano final, de una reja que impide el acceso a un vasto terreno en el que se escuchan disparos lejanos. La cuestión de la resistencia, expresada en palabras de Trudell, tiene una mayor profundidad en el contrapunto de lo estático de unas imágenes con el movimiento de otras. Los desplazamientos que cobran más importancia son de máquinas, como un tren que trasporta contenedores, un camión y un remolcador que cruzan el espacio encuadrado, o una carrera en la que los autos entran y salen de cuadro cada vuelta en una curva, dejando más y más atrás a un perdedor. En cambio, entre los planos de menor movimiento se destacan los paisajes naturales o rurales, como uno de caballos que parecen posar para una foto. También hay una confrontación de los movimientos artificiales y los de la naturaleza que resiste, como los de una nevada o un río lejano.
Una tensión más intensa es la que puede percibirse en algunos encuadramientos. Transmiten estabilidad, bien sea por la posición central del elemento principal u otras decisiones de la composición, pero el sonido en off los desestabiliza, por ejemplo, cuando se trata de vehículos que pasan ruidosamente por una autopista sin que se entienda la posible ubicación de la fuente del ruido por referencia a lo visible. Algo parecido ocurre en el montaje imagen-sonido. La duración similar preestablecida de los planos hace de que la simultaneidad del corte visual y sonoro cree una sensación de que lo que parecía sólido y estable, inesperadamente se interrumpe y desaparece. Si bien hay cortes en los discursos y canciones que obedecen a la intención de seleccionar un fragmento, la versión de “Imagine”, de John Lennon, cantada por Alicia Keys, se corta de un modo inquietante.
En síntesis, el poder que tiene el cine de hacer ver y escuchar lo que no llamaría tanto la atención fuera del contexto de una película se dirige aquí también hacia relaciones que quizás tampoco se percibirían de esta manera fuera de una estructura como la que las enmarca. Es particularmente importante, entonces, la dimensión del tiempo en los discursos que se citan y que también se inscriben, de este modo, en los choques entre los planos, y las imágenes y los sonidos en los planos, más allá de los conflictos a los que hacen referencia los discursos. De esta manera, Los Estados Unidos de América no es solo el remake de una película sino también de un pensamiento disconforme al que revitaliza, infundiéndole la fuerza que puede percibirse en sus tensos contrastes.
Trayectorias
Realización: James Benning
Estados Unidos, 2022, 103 min.