Por Mónica Delgado
Ante todo, debido a su proceso de producción extenso y polémico, es que DAU. Natasha, de la dupla Ilya Khrzhanovskiy y Jekaterina Oertel, es un trabajo cuyo valor reside en cómo detectar las fronteras de la ficción, ir a la caza de aquellos momentos donde aflora la verdadera catarsis de lo real. Al menos, en mi caso, fue un ejercicio incómodo, ya que los actores y actrices no profesionales dejan entrever en varias situaciones que estaban asaltando con su agencia las escenas de un modo libre, a su manera, pero sometidos de todas formas a unas reglas específicas para el registro ante las cámaras. El yugo de los cineastas contenido y destruido, a la vez, dentro de los linderos ficcionales, para lograr momentos de súbita conmoción.
Presentada en competición en la reciente Berlinale, donde obtuvo el reconocimiento a la mejor contribución artística, a la espléndida fotografía en 35 mm de Jurgen Jurges, DAU. Natasha es parte de un proyecto mastodóntico que ha tomado más de diez años para ser materializado. Se trata de un inmenso experimento, que se hizo con el apoyo de 400 voluntarios, quienes junto al equipo de producción, vivieron encerrados en la simulación de un centro soviético, imitando los patrones en tiempos pre stalinistas, pero en un set en Ucrania. Si bien DAU. Natasha no refleja totalmente la ambición del experimento (ya que hay ciento de horas rodadas y al menos un segundo film de seis horas, DAU Degeneratsia, que también tuvo su estreno en Berlín), es un ingreso a este submundo atosigante, donde los cineastas exploran todas las posibilidades y consecuencias del poder y terror estatal como un sistema institucionalizado.
Desde sus primeros minutos, en que nos aparece la figura de Natasha (la actriz Natalia Berezhnaya), el film se plantea como un pequeño ejercicio de seguimiento a esta protagonista, una mujer de 40 años que trabaja regentando una cantina en un instituto de investigaciones científicas en algún periodo de la ex URSS (entre la década del 30 y 40 del siglo pasado). A lo largo del film, vemos unas tres o cuatro locaciones donde se desarrollan la mayoría de escenas: el restaurante, la casa del científico, el centro de investigaciones y luego, un centro policial de torturas. Y todos estos espacios aparecen relación a Natasha, quien se vuelve en el medio catalizador de un tipo de dominación ejercida en varios niveles. Ya que el propósito de todo el proyecto es detectar algunas mecánicas de poder en un sistema totalitario, donde las individualidades quedan suspendidas.
Este experimento de filmar escenas, sin un guion previo, sino más bien siguiendo una pauta escénica, con altas dosis de improvisación (hay escenas de ebriedad más vómitos donde todo es real, por ejemplo), podría concordar con recuperar algunos comportamientos en contextos de contención y represión, ya que la intención de Ilya Khrzhanovskiy y Jekaterina Oertel, no es solo recrear una época (para eso tenemos decenas de films que buscan representar diversos tiempos históricos), sino la de registrar y comprender algunas mecánicas de la relación entre personas, tanto dentro del proceso de la película como de la ficción. Inspirada en los estamentos y biografía del científico Lev Landau (por ello, el film toma su apelativo DAU), y en el contexto de la llamada Gran Purga, a finales de la década del treinta, el film se propone como una tesis psicológica y social sobre cómo actuó esta campaña de represión y sometimiento.
Hay una secuencia notable en DAU. Nastasha, en la cual su protagonista somete a su empleada en la cantina, Olga, para emborracharla y humillarla. Luego del portazo que da Olga, escapando ebria e inestable de las fauces de su jefa, es que Natasha comienza a llorar y a resignarse vivir la vida que lleva. En ese momento de su borrachera, que no sabemos si lo que dice está en relación a su personaje, o en concordancia a un estado de hartazgo ante el proceso de producción del mismo film, es que aflora un estado de resignación, y que a todas luces se ve extenuante, donde quizás ella sea una conejillo de indias en un proyecto de explotación emocional y psicológica.
Más allá del efectismo con el cual se ha venido promocionando el film (“¡Oh, por dios, la Berlinale proyecta film de torturas y sexo explícito”), DAU Natasha es una experiencia que materializa de modo impactante lo que Michel Foucault denomina como biopolítica, para graficar el poder que se ejerce sobre una comunidad entera, donde entidades administran y regulan los procesos vitales y cotidianos de una sociedad, y donde el film, con toda su complejidad, se luce como pieza de un sistema enorme y fuera de campo, como un acercamiento inicial.
Hay una escena de tortura (que para algunos puede verse como injustificada), donde la protagonista es sometida a un interrogatorio, pero es un momento, muy duro, que cumple la misma función que cuando ella manipula a Olga, ya sea agarrándola a golpes, o embriagándola, ya que el motivo es detectar diversas posibilidades de la naturaleza humana en torno a la humillación y la admiración hacia el tirano. Y más bien, quedamos a la expectativa de los demás trabajos que completan este gran DAU, que entendemos como una recreación no solo de una época sino de la estructura de los sentimientos generacionales que implicó ese sometimiento, que duró décadas, y que al parecer dejó un trauma difícil de saldar.
Competencia oficial
Dirección: Ilya Khrzhanovskiy, Jekaterina Oertel
Guion: Ilya Khrzhanovskiy (Libro: Kora Landau-Drobantseva)
Fotografía: Jürgen Jürges
Reparto: Natalia Berezhnaya, Olga Shkabarnya, Vladimir Azhippo, Alexei Blinov, Luc Bigé, Alexandr Bozhik, Anatoliy Sidko, Raisa Voloshchuk, Valery Andreev
Productora: Phenomen Films
Rusia, UK, Alemania, Ucrania, 2020, 146 minutos