Por Juan Carlos Lemus
Escrita y dirigida a cuatro manos, este segundo trabajo de los hermanos Fabio y Damiano D’Innocenzo, Favolacce, junto a La terra dell’aabbastanza, (2018), se presentan como una unidad. Físicamente también esta autoría es como una unidad: cineastas que parecen gemelos idénticos, que caminan casi tomados de la mano y posan abrazados. Los D’Innocenzo son romanos, son millennials y dice su biografía que crecieron pintando, escribiendo poesía y tomando fotografías. Felices, parece. Pero, nada de ello se refleja en esta fábula negra. Ya que acá solo cabe la oscuridad, aunque se esté en verano y el sol brille y caliente hasta la desesperación.
Familias de clase media baja del extrarradio romano, una voz en off que habla no de una, como en The Virgin Suicides, si no de todas las involucradas. Y el calor que se hace otro actor en manos de esta pareja, y deja la idea de que algo va a pasar, que algo se cocina y se caldea, y que no tiene válvula de escape.
Como en Do the Right Thing (1989), pero más rápido, el in crescendo de rabia y descontento se siente. Pero, acá no es un asunto de reclamos raciales o de desigualdades sociales. Acá todos son iguales. Los adultos —que apenas son niños con muchos años— se nivelan en disconformidad. Ellos son el retrato de calle del típico trepador social que en las fiestas, mientras habla con algunos, busca frenético con la mirada a otros grupos de “mejor” clase y sufre por no estar allí. Padres de familia que sienten que el mundo les debe, como mínimo, una explicación del porqué, del dónde y del cómo viven. Y de los vecinos que tienen. Entre invitaciones y tiempo compartido para comparar los logros de sus pequeños, que pasan las vacaciones añorando que estos últimos les dejen tranquilos para poder envidiar mejor a sus iguales.
Y los niños, allí, observando a los adultos que no lo son. El diagnóstico ya es manido; el problema con los hijos no es que ellos no escuchen, es que ellos nos ven. En Favolacce, los niños son solo angelicales en sus rasgos físicos, algo que ya sus mayores dejaron atrás hace mucho, y se emparentan más que por consanguinidad por perversión, deshonestidad, corrupción, hipocresía y maldad con sus progenitores. Niños y niñas hipersexualizados por sobrexposición y por encontrar en una pareja sexual, un medio de emancipación al abuso físico y psicológico en el que crecen. Manipuladores y manipulados todos tienen una cara a mostrar y una intensión de dañar a los demás que va debajo. Este sancocho se prepara en la olla a presión del demonio, solo falta un receta, y para ello está el profesor despechado, para que todo lo que les acontece sea pronto portada de la prensa gialla.
Los hermanitos D’Innocenzo llegan de colaborar con su coterráneo Garrone en Dogman. Y con el ímpetu característico de la juventud trastocan, en Favolacce, un par de cosas del anterior protagonista Marcello, el cuidador de perros, y su entorno. Mientras en el guion de Dogman, el barrio era una ruina y representaba el elemento corruptor para el protagonista, Marcello sabía mantenerse amable y ser un padre modélico. Un adulto para su hija. Acá las casas están bien pintadas, pero en su interior solo hay dolor y oscuridad. Una película difícil por cuanto no ofrece ninguna compasión con ninguno de sus personajes a los que solo explota y denigra sin ofrecerles si acaso una salida, y como en El señor de las moscas, solo hay niños desviados.
Escrito y dirigido por: Fabio & Damiano D’Innocenzo
Cast: Elio Germano, Barbara Chichiarelli, Lino Musella, Gabriel Montesi
Fotografía: Paolo Carnera
Edición: Esmeralda Calabria
Diseño de sonido: Fabio Pagotto
Sonido: Marc Thill
Productores: Agostino Saccà, Giuseppe Saccà
Productor ejecutivo: Salvatore Pecoraro