Por Mónica Delgado
Cuando salía de la función de Los conductos, el primer largometraje de Camilo Restrepo, aquí en el Festival de Cine de Berlín, escuché un comentario de unos espectadores, muy similar al que oí cuando salí de ver Litigante de Franco Lolli, otro film colombiano que estuvo en Cannes el año pasado. “No parece un film de Colombia”, escuché. Por un lado, seguimos confirmando que hay una marca del cine latinoamericano, patentada por la mirada de los programadores de los festivales europeos, que lo han dibujado como un cine de periferias, con historias frutos del “tercermundismo”, sazonadas con cuotas de folclorismo y pobreza de exportación. Y por otro lado, también confirmamos que este comentario no solo se refiere a los temas, y que no solo se está asociando a Latinoamérica a narcos, indígenas colonizados o política real maravillosa, sino que también responde a una mirada acostumbrada al discurso del realismo social, o a aquello que Luis Ospina y Carlos Mayolo denominaron como pornomiseria, que no solo se refiere a los tópicos argumentales de los films, sino al modo en que se construyen esos dispositivos de lo social.
Podríamos describir a este tipo de realismo social como un cine marcado por proponer la cuestión social por encima de todo, en una apuesta por el tratamiento naturalista, y muchas veces soportado en el uso de dispositivos del documental o la no ficción. Y si un film latinoamericano sale de eso, pierde su condición territorial. Entonces, ¿Los Conductos escapa a eso?
Los conductos es el relato en primera persona, mordaz y reflexivo de un malandro, de un outsider, que escapa de la cárcel y que encuentra exabruptos para insertarse en una ciudad hostil. Si valoramos a este film solo por su tema, no habría manera de que no tenga la marca Latinomérica en su metraje. Un delincuente marginal, solitario, resentido, adicto al crack, disidente de una secta, asesino, vendedor de cobre robado y estampador de telas en una barriada, no podría sino encajar en el molde de los antihéroes del realismo social. Más aún cuando el contexto colombiano de pobreza, criminalidad y violencia siempre ha sido un cóctel atractivo para ese tipo de exotización o sublimación de ese “ser latino”. Sin embargo, Camilo Restrepo escapa hábilmente de esa marca con una puesta en escena plena de collage sonoro y visual, de escenas inspiradas en las elipsis muy de cómics o del artificio nuevaolero a lo Godard, y, sobre todo, conservando un estilo de montaje ya conocido desde sus cortos anteriores como Cilaos o Le Bouche.
Luis Felipe Lozano, alias ‘Pinky’, se encarna a sí mismo, y sus divagaciones y alucinaciones se acompañan con versos de Gonzalo Arango Arias, el poeta del nadaísmo. Un personaje que padece las represiones de una secta y que se ve libre en una Medellín nocturna y de autopistas que no llevan a ningún lado, mezclado con las consecuencias de una vida que se confuden con los efectos de las drogas duras. En ese sentido, el cineasta elige un tono lúdico, rápido, que oscila, desordenado, pero en un sentido positivo, libre, que logra transmitir esa inestabilidad del personaje. Retrata a este Pinky de la vida real, a través de la estética del fragmento, de la parte por el todo, de planos de pistolas, de cigarrillos, de heridas que sangran. En ese sentido, percibo a Restrepo más cerca de las elipsis del cine de yacuzas de un Seijun Suzuki sesentero, donde el mundo criminal es descrito con una delicadeza formal pocas veces repetida.
Por esta apuesta formal sobre todo, de una tema que podría haber resultado manido, al ser una suerte de celebración de los marginales, es que Los Conductos es un debut que plantea a Restrepo como un cineasta que no teme romper con sus propias tradiciones, y que logra sacar a su propio cine de su zona de confort, o porque quizás ya no es necesariamente un film colombiano, tal y como lo conciben los festivales.
Sección Encounters
Dirección, edición y guion: Camilo Restrepo
Fotografía: Guillaume Mazloum
Música: Arthur B. Gillette
Diseño sonoro: Josefina Rodriguez
Edición de sonido: Mathieu Farnarier
Productores: Helen Olive, Martin Bertier, Felipe Guerrero
Coproductores: Andre Mielnik, Gustavo Beck, Simon Velez
Francia, Colombia, Brasil, 2020, 73 min