Por Mónica Delgado
Hace algunos años, el cineasta rumano Cristi Puiu dio un taller de actuación en el centro Les Chantiers Nomades, en Toulouse, donde los actores y actrices tenían que basarse en el libro Tres diálogos y El relato del Anticristo, del filósofo, teólogo y escritor ruso Vladimir Soloviev. Fruto de ese trabajo surgió un film particular, el maravilloso Tres ejercicios de interpretación (Rumania, Francia, 2013) y que tuvo una reducida exhibición en festivales y muestras, ya sea por la duración de más de tres horas, o porque para el cineasta fue simplemente una herramienta, con la cual plasmó los resultados de ese taller.
El film, ambientado en Toulouse, se divide en tres episodios, donde un grupo de personajes dialogan sobre diversos temas como el amor, la muerte, la religión o la política, todo bajo un espíritu de puesta en escena muy rohmeriano. Y como es típico en Puiu, asoman de vez en cuando chispazos de humor negro, a tal punto que en alguna escena hay una mención al cineasta del momento, un tal “Achipatong”.
Más allá de esta anécdota de producción de Tres ejercicios de interpretación, aparece en este film una semilla de lo que sería el estilo a lo teatro de cámara que patenta Sieranevada (Rumania, 2016), ya con los elementos claros y sumamente cuidados: diálogos potentes, desarrollo de las situaciones en un mismo espacio, núcleos familiares o amicales desnudados y una necesidad de que el contexto sea un elemento primordial (Bucarest post Ceaucescu). Por ello, al ver en esta edición de la Berlinale la inclusión de la enorme Malmkrog, permite asociarla a estos dos trabajos previos (incluso hay actores de Tres ejercicios… que protagonizan este nuevo film), como pasos urgentes y vitales en el universo del diálogo trascendental marca Puiu.
Malmkrog retoma con más austicia y riesgo Tres diálogos y El relato del Anticristo, de Soloviev, ya que añade personajes (sobre todo mujeres) a las conversaciones inspiradas en las formas de Platón, y reordena el modo en que el filósofo ruso concibió estos fragmentos. Puiu conserva varios pasajes del libro casi de manera literal, es decir se mantiene el contexto ruso de mediados del siglo XIX, y concentra algunos episodios del film (seis en total) según los grandes tópicos que movilizaron las reflexiones del escritor pensador: la guerra, la existencia de dios y la identidad rusa, como universos éticos que confrontan a los personajes. Puiu también añade elementos insólitos: que todo el reparto hable en francés, que se ubique la casa de esta élite en Transilvania, y sobre todo, la presencia de una casta de sirvientes, mayordomos y amas, que configuran-muchas veces en fuera de campo- una clase social a punto de estallar.
El film se compone de estos seis episodios que llevan los nombres de los personajes de esta aristocracia, pero también de los mayordomos. Si bien, Puiu concentra todo su film en las divagaciones y reflexiones de los personajes ricos, según la filosofía de Soloviev, a través de varios días en ritos diarios de cenas y sobremesas, también muestra ese detrás de cámara de lo cotidiano, encarnado en la clase trabajadora que sostiene la mansión. Por ello, Malmkrog escapa a la simple adaptación, ya que Puiu la complejiza, la hace dialogar con la Europa de hoy, le brinda un halo de modernidad plasmado en saltos de tiempos (o ensoñaciones), que permiten pensar que esa oligarquía ombliguista tiene los días contados.
Una serie de planos fijos funcionan como lienzos, ya que Puiu genera sutiles tableux vivant, puesto que le interesa tener todos los detalles de esa puesta en escena bajo control, donde el rol de los sonidos caseros, o de la música que asoma como ruptura anacrónica, contribuyen a dar la idea de todo un espacio y tiempo en profunda conexión. Y es en esa puesta (que podría verse teatral, ya que casi todo se desarolla dentro de una mansión), que Puiu se luce al trasmitir esa fascinación por construir personajes totalmente autónomos en su modo de pensar, aunque parecieran estar construidos para defender una tesis de una visión de mundo. Y donde la servidumbre adquiere un rol fundamental como contraparte, y que el cineasta trabaja de un modo muy delicado: sonidos de sus labores fuera de campo o acciones que se dejan ver en resquicios o en pequeños movimientos de cámara. Porque más allá de ser una extensión del universo concebido por Soloviev, lo que Puiu plasma es una distención social en los preludios a la caída del zarismo. Los vientos de cambio asoman lentamente. Y el cineasta logra materializar esa repulsa, esa náusea contra el privilegio, a su manera, sin revoluciones ni arengas.
El inicio de Malmkrog describe un día bucólico de nieve donde unas mujeres privilegiadas pasean cerca a la mansión. La cámara hace un breve paneo luego de unos minutos, y es allí que vemos cómo irrumpe en escena un rebaño de ovejas y un pastor. ¿Acaso no es una perfecta alegoría social para lo que viene? Porque este nuevo largometraje de Puiu, y que inauguró la recien creada sección Encounters, bajo la dirección de Carlo Chatrian (quien presentó el film al lado del cineasta), es ante todo, una estupenda radiografía de índole sociopolítica sobre la Europa de hoy, en su encierro y conservadurismo, partiendo de tesis sobre la religión (incluso como respuesta dostoievskianas), el catolicismo o la idea del mal. Un punto demasiado alto en esta edición 2020 de la Berlinale, y una confirmación, una vez más, de que Cristi Puiu es uno de los nombres imprescindibles del cine actual.
Sección Encounters
Dirección: Cristi Puiu
Guion: Cristi Puiu (según los textos de Vladimir Soloviev)
Fotografía: Tudor Vladimir Panduru
Reparto: Agathe Bosch, Ugo Broussot, Marina Palii, Diana Sakalauskaité, Frédéric Schulz-Richard, István Teglas
Productora: Mandragora Movies / SENSE Production
Rumanía, Serbia, Suiza, Suecia, Bosnia y Herzegovina-Macedonia, 2020, 200 minutos