Por Mónica Delgado
Que este film iraní se llevara el Oso de Oro de la edición 70° de la Berlinale ha significado que el cine de “los grandes temas”, la mirada que valora los contenidos, sigue liderando las preferencias de los jurados de los festivales. There is no evil, del iraní Mohammad Rasoulof, es un film en episodios que describe la marca social de vivir en un país donde la pena de muerte transforma todo. Si recordamos los elementos de su puesta en escena, podemos decir que aviva varios convencionalismos, incluso del propio cine iraní, con escenas que evocan a los viajes en taxi de Jafar Panahi, o a los paisajes áridos en planos abiertos de los films de Kiarostami. Cuatro relatos desde los verdugos, personajes en crisis que se cuestionan o desisten ante la pena capital, y que viven sofocados por un sistema de represión narrados con toques melodramáticos y apelando a algunos detalles “simbólicos” que resultan toscos.
Un ejemplo: There is no evil tiene, incluso, un momento “cumbre”, donde la famosa canción Bella ciao, himno partisano de la resistencia antifascista, es cantada por dos personajes en huida. Es una secuencia que engloba el efectismo de algunos elementos, o del uso de un tipo de memoria histórica para lograr conmover de modo básico al espectador. Rasoulof, quizás con las mejores intenciones, explora las posibilidades de este tipo de impacto emocional en el espectador, desde personajes en problemáticas de índole amorosa: un escape de la cárcel para encontrarse con una novia, revelar a un pariente una verdad tras más de quince años de silencio, o comprobar que el ser más admirado por una futura esposa es el enemigo. La pena de muerte no solo como un atentado a derechos humanos, sino como un daño colateral social de alto impacto.
Este fallo del jurado, liderado por Jeremy Irons, no solo fue un reconocimiento a las virtudes temáticas de un film en contra de la pena máxima, sino que se confirmó una valoración de tipo político, ya que el cineasta Rasoulof fue impedido por las autoridades de su país de ir a presentar su film a la Berlinale, ya que le hacía mala propaganda al gobierno de turno. De esta manera, el festival entregaba por segunda vez en su historia, un premio a un cineasta censurado, tal y como pasó con Panahi hace algunos años. Si bien es un gesto acorde a las demandas y problemáticas de tiempos actuales, se trata de un festival de cine que debería reconocer los valores estéticos, y que esta edición, por obra y gracia de la nueva organización de Carlo Chatrian, sí se tuvo la oportunidad de validar lo que era el lema de esta edición: “No es momento para cine corriente”. Y vaya que lo “corriente” se llevo la máxima presea.
Pese a algunas intenciones de cambio, de colocar enormes films en competición (como el de Tsai Ming-Liang, Kelly Reichardt o Hong Sang-soo) y de proponer “la cinefilia” ante todo, se siguió apostando por un tipo de films que desean convertirse en manuales del “deber ser”. Sin embargo, podemos asegurar que este premio no opaca los recuerdos de una gran edición, y que pone la valla alta a los festivales del viejo continente.
Competencia oficial, Oso de Oro 2020
Sheytan vojud nadarad (There Is No Evil)
Dirección y guion: Mohammad Rasoulof
Música: Amir Molookpour
Fotografía: Ashkan Ashkani
Reparto: Ehsan Mirhosseini, Shaghayegh Shourian, Kaveh Ahangar, Alireza Zareparast, Salar Khamseh, Darya Moghbeli, Mahtab Servati, Mohammad Valizadegan, Mohammad Seddighimehr, Jila Shahi, Baran Rasoulof
Productora: Cosmopol-Film / Europe Media Nest / Filminiran
Irán, 2020, 150 min.