Por Mónica Delgado
Con más de una veintena de films, entre documentales y ficciones, llegó el cineasta austriaco Ulrich Seidl a la 72º edición de la Berlinale. El estreno de Rimini se enmarca dentro de la competencia oficial, y si bien toma el nombre de una ciudad que no es indiferente a ningún cinéfilo (la cuna de Federico Fellini), se trata de un retrato sobre un personaje otoñal, atravesado por un contexto político y social, como suele pasar en gran parte del cine de este cineasta.
Por un lado, Rimini condensa motivos que suelen estar presentes en la filmografía de Seidl. Por momentos parece que estuviéramos viendo algún pasaje de Import Export (2007), su trilogía Paradies o incluso Safari (2016), puesto que el universo estilizado que atrae componer al cineasta, entre bizarro, satírico y mordaz aparece nuevamente aquí desarrollado. Y por otro, asoma la usual relación entre sus personajes y algunas problemáticas sociales, como el racismo, la migración ilegal o la pobreza propia de la crisis capitalista en el llamado primer mundo. En los mundos que diseña Seidl, hay una oportunidad para resarcir la indiferencia, aunque el costo, algunas veces suele ser alto (y coherente con el mundo bizarro que diseña).
Rimini describe algunos días en la vida de Richie Bravo (impecable Michael Thomas), un otrora cantante de baladas románticas setenteras, hoy decadente, que se gana la vida como gigoló y brindando shows a turistas mujeres en un balneario de Italia. Desde los primeros minutos, Seidl grafica con maestría las habilidades y particularidades del personaje, un don Juan en sus cuarteles de invierno, quien acaba de perder a su madre y que regresa al pueblo natal en Austria para acompañar a su padre, quien vive en un asilo, y que por los detalles de su entorno y actitudes, sabemos que fue un miembro militar nazi.
Seild intercala la trayectoria del personaje -en su búsqueda de dinero, en su encuentro con una hija, en sus citas sexuales con mujeres mayores, y en su relación con el padre-, con una serie de momentos musicales, donde este Richie Bravo se deja apreciar en todo su “esplendor” vocal, ya como estrella venida a menos y para construir la relación que lo sostiene, la que establece con sus fans sexagenarias. Sin embargo, conforme avanza la trama, que no es más que el seguimiento de Bravo en su rutina artística, amical y familiar, Seidl dilata demasiado el film, a tal punto que aparecen como cuatro o cinco momentos musicales, que solo reiteran que como espectadores ya sabemos. El retrato que comienza muy bien, poco a poco se va desluciendo. El cantante que deviene en antihéroe y una resolución formal que parece acompañar esa debacle.
Cabe destacar la ilustración que Seild hace de Rimini, un espacio que de alguna manera también sintetiza el clima decadente que acompaña la vida de Bravo, una playa en la riviera adriática llena de nieve, sin opulencia, y detenida en el tiempo.
Competencia oficial
Director: Ulrich Seidl
Guion: lrich Seidl, Veronika Franz
Fotografía: Wolfgang Thaler
Edición: Mona Willi
Música: Fritz Ostermayer, Herwig Zamernik
Austria, Francia, Alemania, 2022, 114 min