Por Mónica Delgado
El film de apertura, algunos films de la programación y el espíritu de la edición 73º del Festival de Cine de Berlín hablan de unas nuevas épocas. Años atrás el festival había mantenido un perfil distinto, donde se apuntaba a explorar al cine desde dimensiones creativas más arriesgadas o desde una perspectiva pensada en apuntalar el cine alemán y su industria, independiente o no, dejando de lado los efectismos de las alfombras rojas de eventos similares en Europa. Por ello, siguiendo la pauta de otros espacios de promoción y mercado del cine, en este 2023, la inauguración del festival ha optado por seguir la ruta más segura, la de atraer la atención de los espectadores dentro de lo que significa -o debe significar a estas alturas-un festival de cine: estrellas, glamour, films independientes, pero, en algunos casos, con un gran reparto mediático.
No solo se trata de la elección de She came to me, largometraje de la cineasta, escritora y guionista estadounidense Rebecca Miller, para la gala de inauguración, sino de incluir en la programación, además de las competencias y muestras, un homenaje al reconocido Steven Spielberg con un par de pases de The Fabelmans, la celebración de cien años de Walt Disney, y algunos films de género en las programaciones (como en Berlinale Specials). Por un lado, se trata de un gancho publicitario efectivo para los medios, ya que no siempre en una gala inaugural se cuenta con la presencia de las ganadoras del Oscar Anne Hathaway o Marisa Tomei, o un actor de series como Peter Dinklage, por ejemplo. Y por otro, forma parte de las acciones de renovación que viene dando el director del festival, Carlo Chatrian, al darle un aire “más universal”, ya en su cuarto año en el puesto, a un festival que algunos años atrás pudo ser percibido como muy localista o sin muchos ‘hightlights’.
La ceremonia de inauguración, además de la presentación de los jurados, contó con una transmisión online con el saludo del presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, y que permitió agregar el tono político desde los sucesos del contexto actual (el festival incluye este año dos tipos de eventos, con charlas y proyecciones, en torno a la invasión en Ucrania y las protestas en Irán). Nada extraño si recordamos que el presidente ucraniano también participó de una gala de inauguración en Cannes el año pasado. Indicó en su discurso aquí, citando en algún momento además Las alas del deseo de Win Wenders, que el cine debe estar ligado a la política y ser parte de algunas luchas. Nada nuevo bajo el sol.
Pero vayamos al film de inauguración. Lamentablemente se trató de una obra irregular, que quizás atrajo a los seleccionadores por el brillo mediático de sus protagonistas (y su requerido paso por la alfombra roja). She came to me, la comedia romántica de Rebecca Miller, narra dos tramas que se entrecruzan. Primero, la historia de un reputado compositor de ópera (Peter Dinklage), que sufre de ansiedad y que está casado con una psiquiatra que padece fobia a la suciedad (Anne Hathaway). Ella tiene un hijo adolescente que tiene un romance con una compañera de colegio. Y allí aparece la otra trama: un policía (Brian D’Arcy James) y su esposa (Joanna Kulig, la actriz de Cold war), padres de la novia del hijo de la psiquiatra, no ven con buenos ojos esta relación. Pero el nombre del film no responde a ninguna de estas dos tramas, sino a la aparición de un personaje, que encarna Marisa Tomei: una desfachatada mujer que vive en un barco y que se vuelve la musa de las composiciones del músico.
Rebecca Miller, hija del dramaturgo Arthur Miller, ya tiene varios largometrajes en su haber, algunos bajo el espíritu de Sundance. She came to me es su sexto largometraje y mantiene una ligazón con films anteriores, como Personal Velocity (2022), The Ballad of Jack and Rose (2004), The Private Lives of Pippa Lee (2009) o Maggie’s Plan (2015).
El problema con She came to me es que busca ser una comedia de situaciones donde dos clases sociales se encuentran, sin embargo, no se decide si ser un film coral, o si enfocarse en una de las subtramas, para dar mayor densidad dramática a lo narrado. De una u otra forma, los personajes principales terminan siendo caricaturas, al tomar decisiones apresuradas, como si todo se resolviera sin profundidad, además todo acompasado por un leitmotiv subrayado. Y el prometedor personaje de Marisa Tomei termina siendo desperdiciado, aplastado. También hay una pretensión de mostrar un trasfondo social de esta división de clases, entre la alta cultura, el republicanismo o conservadurismo de modo light.
Las películas de inauguración suelen ser obras que se olvidan fácilmente. Son el eslabón entre la cadena de festivales y los mercados, entre las industrias, sus distribuidoras, y el cine independiente, entre la publicidad y la alfombra roja. Y la gala de inauguración de esta edición no fue la excepción.