Por Mónica Delgado
Notre corps parece un pedido de confianza al universo médico en tiempos de descrédito. La cineasta francesa Claire Simon ingresa desde una confesión de parte a un hospital público de París, donde llevará un tratamiento, pero también acudirá como testigo a consultas, intervenciones quirúrgicas, reuniones de médicos, diagnósticos e internamientos. No es un documental sobre la vida médica, al contrario, es más bien un registro de días y semanas dentro de un sistema de salud visto desde lo que le acontece a las mujeres pacientes. Por ello, la cineasta centra su documento en el área ginecológica y sus variantes: tratamientos de transición, hormonales, obstétricos u oncológicos.
En Notre corps, Claire Simon también es una paciente. Su mirada es compartida por las mujeres, adolescentes, adultas y adultas mayores, que acuden al centro para recibir consejos, recetas y, sobre todo, nuevas oportunidades de vida. Este rol de paciente permite un halo de esperanza. Así, el documental transmite la idea de que los hospitales no son lugares pésimos (hay escenas de manifestaciones en contra de la violencia obstétrica por ejemplo) sino espacios donde las personas ponen incluso ilusiones, deseos, miedos. La figura del médico psicólogo no es ajena.
A la cineasta le interesa auscultar más allá de lo científico o médico, los contornos éticos de la labor de los médicos y médicas sobre los cuerpos femeninos o transmasculinos. La amenaza del cáncer o la infertilidad como focos capitales de un rol social, que las mujeres deben cumplir (como la maternidad) y que la enfermedad pospone. Hay un desencanto ante los diagnósticos, como aquel donde una paciente diagnosticada con endometriosis llora de pena porque esta enfermedad no le permite dar amor a su esposo con quien recién se ha casado, o como aquella escena donde un doctor trata de comunicar en un español limitado a una paciente que debe ser sometida a una operación riesgosa, donde la infertilidad será inminente.
A través de tres horas, Claire Simon va construyendo un trayecto de vida, a partir de todas las mujeres personas no binarias y trans, consultadas, intervenidas, acompañadas, desde las enfermedades que afectan a las adolescencias, hasta el inevitable curso de la mortalidad. Partos, naturales y con cesáreas, mastectomías, inseminaciones, estudios en laboratorios y diversos test van poblando el curso del metraje. Se entiende la intención de la cineasta al proponer esta estructura dramática de correspondencias y desencuentros, sin embargo, pareciera que las consultas se vuelven una retahíla interminable de escenas, en un devenir acumulativo, desde las cuales se van sumando casos tras casos quizás con el fin de mostrar toda la diversidad de perfiles de pacientes. Poco a poco se van detectando los temas o subtemas con el cual la cineasta arma su relato, y en algunos casos demasiado evidente, como pasar de un maravilloso parto natural al tecnicismo o burocracia de una cesárea. Desde el inicio, ella nos cuenta la razón de su presencia allí, y es hasta el final que toda su mirada adquiere la urgencia de la necesaria esperanza de un sistema de salud eficiente: la posibilidad de la cura, o detener el paso de la muerte.