Por Mónica Delgado
En este nuevo trabajo de la directora portuguesa Margarida Gil (quien fuera esposa y colaboradora de João César Monteiro), la luz y las sombras adquieren un rol sinuoso en la construcción de las intimidades de una mansión extraña en una zona de campo cerca al río Duero. Basada libremente en la novela Otra vuelta de tuerca de Henry James, Mãos no fogo plantea un reencuentro con algunos de los personajes de la clásica obra estadounidense, aunque la cineasta subvierte la temática fantasmagórica para trasladar la búsqueda hacia un aspecto más filosófico sobre el deseo de filmar y sentirse filmado.
Presentada en la sección Encounters de la Berlinale, Mãos no fogo parte del punto de vista de una forastera. A diferencia de la novela de James, en esta película, la persona que llega a la mansión es una cineasta, o estudiante de cine, Maria do Mar, quien está realizando una obra documental sobre antiguas y tradicionales casas portuguesas, objetos de observación materia de un ensayo sobre la naturaleza de “lo real”. En la casa, la protagonista, interpretada por Carolina Campanela, conoce a la cocinera, al tío regente de la casa, a la institutriz, a la niña Flora y al adolescente Manuelinho, a quienes entrevista y sigue en sus rutinas dentro de ese lugar. Mientras Maria do Mar registra o trabaja en su proyecto audivisual, la cineasta Margarida nos va mostrando algunos sucesos en paralelo que la protagonista ignora, y nos va trazando un tipo de suspenso con relación a los intereses y filias de los otros personajes de la casa, que como en la novela, guardan algunos secretos mórbidos.
Si bien Mãos no fogo no es un film de terror, ni mucho menos una historia de fantasmas, se impone una atmósfera de extrañeza y oscuridad, en la medida en que los personajes, que se desarrollan desde la lógica de la figura o el arquetipo (como pasa en la mejor tradición del cine portugués), van representando endogamia y secretismo como un modo de conservar un status quo enfermizo, en este caso, una suerte de fraternidad que incluye también el uso de una cámara de cine de por medio. Maria do Mar filma con su cámara de 16 mm, sin embargo poco a poco descubrimos que los roles se invierten y ella se vuelve un objeto de deseo y de registro dentro de esa casa. La búsqueda de “lo real” como una imposibilidad es lo que la estudiante irá descubriendo conforme se adentre en la casa y en la psique de los que viven allí. En este mundo que Margarida Gil construye, todo es representación y lo real solo puede ser captado desde ese tamiz. Una realidad que se construye a través del film, donde lo que hay fuera de él es artificio.
Y como sucede en otros films de Margarida Gil, como Perdida Mente (2010) o Paixão (2012), el uso particular de la iluminación sobre los personajes permite transmitir este aspecto psicológico (sin ser psicologista) depurado y por momentos orientados hacia la abstracción. Por ello, el siempre impecable trabajo en la fotografía de Acácio de Almeida brinda a los espectadores un inevitable placer visual, desde las composiciones y trabajos de iluminación. Y este logro visual permite que dejemos de lado algunos exabruptos argumentales, que más que huídas a la narrativa convencional, parecen ser recursos antojadizos para arrastrar a la protagonista a un viaje de cariz onírico.
Sección Encounters
Hands in the Fire (Mãos no fogo)
Fotografía: Acácio de Almeida
Edición: João Braz
Música: Daniel Bernardes
Diseño sonoro: Paulo Abelho
Dirección de arte: Carlos Subtil
Vestuario: Dino Alves
Maquillaje: Nuno Esteves (Blue)
Casting: Pedro Ramalhete
Productor: Alexandre Oliveira
Reparto: Carolina Campanela, Marcello Urgeghe, Adelaida Teixeira, Rita Durão, Sofia Vilariço
Portugal, 2024, 109 min