Por Mónica Delgado
El cineasta belga Jimmy Hendrickx se adentra en los márgenes de Yakarta para detenerse en la historia de un grupo de punks, como representantes de una tribu urbana de resistencia, en un entorno post dictadura de Suharto. La marca de la represión se refleja no solo en la supervivencia de este grupo de jóvenes en un país aún militarizado y de mayoría musulmana, sino en el desprecio a sus cuerpos tatuados y llenos de piercings.
En A punk daydream, Jimmy Hendrickx capta la desazón de estos jóvenes a través de Eka, el muchacho que tiene un padre militar y una madre que no puede ver por culpa de sus tatuajes. El argumento que repite, y que sus amigos confirman, es que la dictadura y la religión fortalecieron los prejuicios contras las personas que se tatúan, ya que son vistas como delincuentes o ex reos, que no pueden conseguir trabajo y que parecen condenados a ser los outsiders permanentes de una sociedad hostil. Ante esta percepción, el cineasta establece una correspondencia entre estos renegados del sistema imperante con miembros de la comunidad indígena Dayak, quienes viven en la selva de Indonesia, realizando, como siempre, sus costumbres ancestrales (como los tatuajes), tan ocultos y desclasados como los punks, sus hermanos espirituales.
El lazo entre los punks y los Dayak no es evidente, es más, es casi una relación de cuerpos, unos sometidos a la condena social, y otros viviendo al margen de ellas, invisibilizados en medio de la selva, ajenos, ya que viven una exclusión normalizada para las comunidades aborígenes. En alguna escena, un maestro Dayak indica que mientras viva en su comunidad es rico, ya que cuenta con todo lo que necesita y que le provee la tierra, mientras que si va a las ciudades, se vuelve pobre, ya que allí requeriría de zapatos, ropa, comprar comida. Y, es de esa manera, en que Hendrickx permite algunas comparaciones o relaciones con los punks, quienes viven en barriadas, donde apenas hay servicios básicos.
Por momentos, A punk daydream, que se presenta como parte de la selección oficial del festival ecuatoriano Cámara Lúcida, apela a la recreación de algunos hechos, con toques de la visualidad indonesa de bailes y costumbres para la exotización turística, que nos recuerda al estilo de Joshua Oppenheimer en The act of killing, o como aquellas escenas que ayudan a graficar la relación de Eka y sus padres, con ayuda de algunos actores. Hay al menos algunas escenas de confrontación simulada que buscan ridiculizar al padre militar y sus preceptos como la mayor imposición que sigue limitando la vida de las personas en libertad plena o simulada. Un recurso para ahondar sobre esta fijación por los cuerpos, y la necesidad de verlos como impolutos como método de control.
A punk daydream es, ante todo, un film sobre los cuerpos como campo de lucha, revelado a través de expansiones, piercings y tatuajes, como intervenciones que gritan, y que se conjugan con las letras de canciones rebeldes o con pogos que liberan violencia e inconformidad. No se trata solo de retratos de marginalidad (entre punks y la casta de los Dayak), sino de cómo estos guetos sobreviven, y que confirman con su día a día que no hay futuro, en este entorno industrializado, de capitalismo, donde la naturaleza y la libertad tienen las de perder.
Selección oficial
Director: Jimmy Hendrickx
Guion: Kristian van der Heyden, Jimmy Hendrickx
Fotografía: Jimmy Hendrickx
Editor: David Verdurme, Febe Simoens, Jimmy Hendrickx
Diseño de sonido: Paul Chambers, Zoilly Molnar, Théophile Moussouni, Henry Gillet, Rinus Dewilde
Música: Dijf Sanders, Anti-Patic, Total Error, Lemots, Not Important, Punk Not Dead, Teguh Permana, Nazzty Bombs Hell, Nurul Krisnadea, Essy Awondatu
Productor: Kristian van der Heyden
Bélgica, Indonesia, 2019, 65 minutos