Por Mónica Delgado
Still the Water trae consigo los mismos motivos que gobiernan el cine de Naomi Kawase, donde las relaciones serenas entre padres e hijos, el tránsito hacia la muerte o la desaparición abrupta, y el vínculo con la naturaleza, se convierten en materia de indagaciones permanentes, narrados bajo un ojo delicado y presto a las cercanías e intimidad. Kawase nos traslada a la isla de Amami Oshima, donde el mar es temido, pero solo por aquellos que no han comprendo cierto engranaje que hace que las acciones que fortalecen la visión de la vida se conecte con la gracia del mundo. Porque en este mundo de Kawase, de mujeres chamanes, hijas dulces y esposo dedicados, el equilibro familiar llega cuando entre los miembros «la energía» y la tranquilidad fluye como don divino. Y el mar aparece como ese ente inabarcable que lo une o destroza todo.
Esta vez Kawase elige a una adolescente como eje de la historia, que comienza un romance con un amigo vecino, quien tiene problemas con la madre divorciada con la que vive. Entre estos dos personajes Kawase establece correspondencias, tanto desde el entorno familiar de cada uno, como en su relación con ese mar que enfurece con cada tifón. Pero hay otro motivo de esta correspondencia que se traza claramente: la aprehensión sobre el tema de la muerte que afrontan estos dos adolescentes, y que la directora dota de fuerza a través de la inclusión de rituales y cantos de letras melancólicas.
Hay un punto capital en esta cinta de Kawase, y que no tiene antecedentes en su cine: la espera de la muerte como acto de celebración. Si bien en Shara, por ejemplo, el luto era el sentimiento de todo el film (o en El secreto del bosque), aquí, este estado tras la pérdida se vuelve solo tránsito, puesto que tanto los personajes como la misma directora están conscientes de que es una etapa más y donde los llantos por la partida apenas tienen espacio. La muerte prácticamente se difumina hacia un estado de felicidad.
Si bien Still the Water no supera las grandes obras de esta directora japonesa, contiene momentos notables, y uno que logra gran conmoción al filmar rostros, perfiles, bailes en medio de estallidos de tristeza, y que confirman la sensibilidad por contar relatos sobre la frontera difuminada sobre los afectos entre los vivos y sus muertos.
Competencia oficial
Dirección: Naomi Kawase
Producción: Rémi Burah
Guión: Naomi Kawase
Edición: Tina Baz
Duración: 110 minutos
País: Japón