
Por Mónica Delgado
Las últimas jornadas han ido de mal en peor, salvo el filme en tres partes de Miguel Gomes que comentaremos en su momento y de Cemetery of Splendour, ambas películas de otra dimensión en el festival. Aquí apuntes con algunas vistas entre ayer y hoy.
Sicario de Denis Villeneuve describe la inserción de una agente del FBI a un operativo policial como si se tratara de una incursión en un frente bélico. Hay tensión y momentos logrados inmersos en la estética del GPS, el Google maps y los lentes infrarrojos. Pero, Sicario tiene un gran problema: la visión de un mundo tonto o ingenuo en la lucha contra los carteles de la droga en México. Juarez se ve como zona de guerra, sometida al horror de decapitados en los puentes, de niños expuestos a tiroteos, de bombas cada diez cuadras, y donde es urgente intervenir pero bajo otro tipo de protocolo. Si visualmente emplea una maquinaria atractiva para generar suspenso desde el inicio, a pesar de los planos repetitivos o enfáticos, discursivamente todo el peso que gobierna la voluntad de los personajes está hecho de un tejido endeble basado en la venganza, el ojo por ojo, el no respeto a la ley, producto de una lectura moral plana y primaria.
Villeneuve propone una mirada maniquea del aprendizaje de esta agente del FBI, arrojándola a este mundo del sicario del título, y confrontándola a la necesidad de recurrir a un sistema paramilitar o de tipo mafia, pero no contra el poderoso cartel de la droga, sino para que uno de los personajes satisfaga un deseo surgido de la desaparición de su esposa e hija. Así, Sicario deviene en filme básico, como aquellos filmes de acción de los ochenta que movilizan los esfuerzos de un Steven Seagal o Van Damme adornado con efectos, y que son al final de cuentas las mismas motivaciones que mueven a Benicio del Toro y Josh Brolin; y donde sobrevive una cuota típica: solo la voluntad de unos pocos hará posible una lucha frontal contra el poder de la mafia de las drogas, como filosofía mayor de la estrategia policial.
Marguerite et Julien de Valérie Donzelli retoma un guión de François Truffaut y recrea una fábula anacrónica sobre el incesto bajo una ecléctica puesta en escena, y que al final de cuentas, a partir de la variedad de recursos de estilo, debilita el resultado de modo muy pobre.
Siguiendo las pautas del guión, sí se perciben algunos motivos de la puesta en escena truffautiana, desde la figura misma de la heroína y del manierismo de la forma epistolar, una vez más, de idas y venidas que recuerdan mucho al ritmo de Las dos inglesas y el continente, o a los arrebatos femeninos de La historia de Adele H, sin embargo, Donzelli dota a este proyecto de su propia marca, agregando su típica cuota pop y ritmo de espíritu lúdico, que van desvaneciendo por completo cualquier atisbo del director de Besos Robados. Pareciera más bien que se trata de disolver cualquier empatía posible con la cosmovisión planteada en el guión (no cuesta nada imaginarlo) y encontramos un film de irrupciones anacrónicas marcadas por lo tecnológico que no cuajan del todo. Lucen más bien inserciones forzadas para dar una cuota que en sí los diálogos y las situaciones no pueden lograr por sí misma.
Como en La guerra está declarada y otros filmes anteriores, Donzelli recibe la colaboración de su esposo y protagonista Jérémie Elkaïm, logrando una obra deslucida por una puesta de escena que toma de todo un poco, y recorre la ruta de un amor maldito de un modo poco efectivo.Otro filme inexplicable de la competencia oficial.
Como sesión especial se presentó el reciente trabajo de Barbet Schroeder. El gran problema de Amnesia es su indefinición, oscila entre el drama amical entre una mujer de 60 años y su vecino de veinte, entre el duelo por el pasado nazi de la segunda guerra mundial y la aceptación de la Alemania pos caída del Muro de Berlín. Pero también plantea una relación entre lo pasado y lo moderno, entre la música clásica y la electrónica, entre lo joven y lo viejo, pero todo en clave de compenetración o simbiosis. Una versión positiva de los choques generacionales.
El filme está filmado en Ibiza, y ese es su mayor logro, porque tiene una fotografía que capta toda la belleza del lugar como espacio propicio para lo creativo dentro de lo apacible. Pero nada más.
Taklub de Brillante Mendoza parece película hecha por la ONU para sensibilizar en situaciones de emergencias ante desastres. Planteada desde el drama de un mujer caritativa y humilde, increíblemente el mismo cineasta de Masahista y Tirador se deshace en un relato de corte social sobre los efectos de los tifones en Filipinas, desastres que vuelven más pobres a los pobres de Yakarta. Aparece el Estado y su rol asistencialista, la solidaridad de los mismos habitantes, la poca respuesta y condiciones para vivir en situaciones de riesgo, pero amarrados a un relato casi filmado como telefilme, liado a cierto miserabilismo muy típico de algunas cintas del cineasta, y que guardan en el fondo un mensaje altruista para mejorar el mundo. Otra inexplicable en Un Certain Regard.