Por Mónica Delgado
Aquarius muestra a un Kleber Mendonça Filho distinto al que aparece en O som ao Redor, sobre todo porque evita ser más compleja en su propuesta y se orienta por una puesta en escena casi lineal, que busca ser ante todo el retrato directo de una mujer de 60 años en el Brasil actual. Sonia Braga, luciéndose aquí en un papel hecho para ella, encarna a una viuda y crítica de música, que vive atormentada por una inmobiliaria que quiere desalojarla para demoler y construir un edificio moderno. Así en Aquarius van a converger algunos tópicos que aparecen en el cine brasileño reciente: el boom inmobiliario, y la eterna radiografía de las inequidades sociales, de clases medias y favelas, tratadas de modo que busca ser crítico en su simbolismo.
En el fondo Aquarius es una película sobre la imposibilidad de la libertad plena. Si bien Sonia Braga se mete en el cuerpo de una mujer firme, honesta, que busca ser coherente con un tipo de vida donde una mastectomía no es freno para el goce, el atavismo de su libertad queda reflejada en un corsé que le impide la felicidad: acude a un gigoló tras expectar silenciosamente una orgía que le despierta el deseo, visita a su empleada doméstica en su cumpleaños en un barrio al norte de la ciudad como ejemplo de su apertura de clase, o sueña con una ama negra de infancia que le roba perlas pero que le trae un mensaje revelador. Como si debería quedar claro que este personaje de carisma y ejemplo de entereza, también sufriera las contradicciones de un país en crisis permanente. El logro de Aquarius es que Mendonça Filho lo muestra tal cual, a partir de estas sutilezas, evitando quizás darle un aura de heroína total a un personaje que debe resumir las paradojas de un país entero.
Esta lectura me permite ganar más de Aquarius que verla solamente como un retrato femenino de una mujer viuda, libre y sobreviviente de un cáncer, para repensarla desde sus contradicciones, más allá de una capa superficial y ahondar en esta tragedia del disfraz: ser crítica musical exquisita y detenerse en canciones fútiles que rememoran un pasado familiar adorado; mirar fotos de antaño y apenas recordar el nombre de la nodriza negra que los amamantó.
Mendonça Filho elige una puesta en escena ecléctica, sobre todo porque la película inicia con un flashback largo, de apariencia vintage, donde la protagonista, con treinta años menos, escucha Queen, organiza una fiesta a una tía que recuerda un cunnilingus, y goza de la unión familiar. Mientras que el presente de Clara (Braga) está ordenado por planos fijos de la casa, algunos zooms out rápidos que buscan precisamente dar énfasis al tema del espacio, como eje importante en la vida de los personajes. Y es el espacio, el edificio y su litigio, que se vuelve la metáfora interna de Clara, como la enfermedad que penetra en la casa como cáncer, generando o extendiendo el problema. Lograda metáfora animal que Mendonça Filho entrega con destreza y seguridad. Lástima que no haya obtenido algún palmarés, por lo menos Braga se lo merecía.
Competencia Oficial
Dirección: Kleber Mendonça Filho
Producción: Emilie Lesclaux, Saïd Ben Saïd, Michel Merkt
Coproducción: Walter Salles
Guión: Kleber Mendonça Filho
Elenco: Sônia Braga, Humberto Carrão, Irandhir Santos, Maeve Jinkings
Dirección de arte: Juliano Dornelles, Thales Junqueira
Dirección de fotografia: Pedro Sotero, Fabricio Tadeu
Brasil, 2016