Por Mónica Delgado
Y la Quincena de Realizadores realizó su ceremonia de inauguración presentando esta reciente película de Marco Bellocchio, demostrando así que su programación no escatima en mantener un nivel apreciable, incluso compitiendo con creces con la selección oficial del festival, como ha sucedido en años anteriores. El film de Bellocchio ha sido un inicio impecable.
Toda la sentimentalidad cinéfila italiana sobre la figura de la madre, condensada en films como Mamma Roma o la reciente Mia Madre de Nanni Moretti, o desde el imaginario religioso y social del amor materno como símbolo de entrega y sacrificio, en Fai Bei Sogni(Sweet Dreams, Italia, Francia, 2016), queda subvertida, o en todo caso reinterpretada para entablar correspondencias entre la realidad y los recuerdos, la madre y la amante, la viva y la muerta, sin tratar de evitar algunas reminiscencias hitchcockianas del doble y el complejo freudiano de Edipo. Así, Marco Bellocchio elabora un relato sobre la madre pero desde su ausencia, a partir de superposición de tiempos y momentos en contextos determinados.
Sweet Dreams revela la intimidad desde la infancia, pubertad y adultez de Massimo, el hijo que pierde a su madre de modo inesperado (encarnado en la niñez por un espléndido Nicolò Cabras), diferenciando cada periodo de acuerdo a un uso peculiar del color: cálidos y de nostalgia vintage para recordar a la madre en la infancia, gama de colores pálidos y azules para la adultez, por ejemplo. Pero también este personaje de pocos matices es revelado a través de recursos argumentales, como breves encuentros fallidos con mujeres, su papel de periodista testimonial, la afición al fútbol, la relación paterna o su fanatismo por Belphégor, serie televisiva de terror de Claude Barma.
Bellocchio va construyendo su puesta en escena, como suele pasar en su cine, de acuerdo a irrupciones que permiten completar el retrato de Massimo, a partir de diferentes encuentros que lo marcan en la vida: una conversación con un cura, otra con el profesor de ciencias, la charla telefónica con la doctora o su visita a un magnate del deporte. Incluso su trabajo como periodista deportivo o de guerra en Sarajevo permite descubrirlo en ese lamento permanente ante la madre muerta. Y aquí entra a jugar las correspondencias sutiles entre las mujeres que lo rodean y la ausente, creando espejos o dobles sugeridos: la doctora que «teatraliza» la desaparición de la madre, el baile de niño versus el baile de adulto, o el personaje de Belphégor como la némesis de una madre deprimida y débil.
Bellocchio describe a Massimo desde la sublimación intacta de la madre ausente, pero que poco a poco se va ir desluciendo ante el descubrimiento de la causa de la desaparición. ¿Qué es lo que une a madre e hijo? Pareciera que este lazo indisoluble encuentra su fragilidad en un proceso de luto permanente, y que permite al cineasta describir la sensibilidad de una generación inclusive.
Hay una secuencia significativa por lo elocuente: cuando Massimo publica una respuesta a la carta de un lector en el diario en el que trabaja, donde muestra su dolor y la incapacidad para ponerle fin al luto de décadas, no solo se rompe un ciclo de silencio, sino que su desnudez emocional permite el acercamiento de diversas mujeres que le eran indiferentes. Otro lado de lo maternal.
Sin embargo, Sweet Dreams no logra la redondez de otros trabajos de Bellocchio, quizás porque se explaya demasiado en atar cabos sobre la muerte de la madre, evitando las sutilezas, pero no por ello deja de tener momentos brillantes, y una mirada diferente sobre la pérdida y el mito poderoso de la madre sacrificada.
Quincena de Realizadores
Director: Marco Bellocchio
Producido por: Beppe Caschetto
Basado en Sweet Dreams, Little One, novela de Massimo Gramellini
Fotografía: Daniele Ciprì
Edición: Francesca Calvelli
Reparto: Bérénice Bejo, Valerio Mastandrea, Fabrizio Gifuni, Guido Caprino, Barbara Ronchi, Linda Messerklinger, Ferdinando Vetere
Francia, Italia, 2016