CANNES 2017: L’AMANT DOUBLE DE FRANCOIS OZON

CANNES 2017: L’AMANT DOUBLE DE FRANCOIS OZON

Por Anne Wakefield Hoyt

El director Francois Ozon nos introduce—literalmente—en la dimensión freudiana de L’amant Double con un primer plano del interior de la  vagina de su protagonista. La imagen podría ser el equivalente visual de lo que representaría en su tiempo que el doctor vienés ubicara en el útero la raíz de la histeria. Más que verla como un afán por escandalizar, habría que ver la toma como la parece ver Ozon  en el contexto de la película; como una obra de arte de insospechada belleza equivalente a la exploración intima de la sique femenina. La aspiración estética de traducir el lenguaje sicoanalítico en símbolos visuales es la clave para entender L’amant Double, en una variante de la narrativa del autor poco confiable.

Después de revisarla, la ginecóloga informa a Chloé (Marine Vacth) que no encontró nada fisiológico que pudiera explicar los dolores abdominales que la aquejan, por lo que sospecha que son de origen psicosomático. La doctora le recomienda consultar a un psiquiatra. A partir de ahí, la película se convierte en un catálogo de los síntomas asociados con la histeria: además de la somatización, amnesia disociativa y despersonalización. Chloé, quien efectivamente se siente perdida y deprimida, acude al Dr. Paul Meyer (Jérémie Renier) buscando ayuda. Paul, joven y atractivo, escucha atentamente los detalles de su vida. Chloé se expone con el lenguaje en forma aun mas abierta que en el análisis ginecológico, como una mujer insegura y solitaria que nunca ha podido superar la falta de cariño y aprobación  de su madre. Cuando era aun mas joven, Chloé fue como modelo, pero ahora busca trabajar en algo menos demandante.

Paul se mantiene en silencio y lo vemos, como lo debe ver el paciente en psicoanálisis, como un enigma; una pantalla en la cual se pueda proyectar. El cine mismo es una pantalla y Ozon juega con ese sentido permitiendo que el publico también haga sus propias asociaciones de lo que será a partir de ahí un viaje onírico en el que se confunde realidad con fantasía, pasado con presente y pulsiones conscientes e inconscientes. La relación entre Paul y Chloé pasa a un plano personal y acaban viviendo en pareja. Aunque la joven superó la depresión que la embargaba al iniciar la terapia, hay rezagos de una personalidad neurótica que comienzan a resurgir poco a poco.

De ser observada por Paul, Chloé pasa a ser observada como un objeto de arte más en una galería donde encuentra trabajo y en el filme también, se convierte en la pieza que nos guía por la historia. Un día, hurgando entre las cosas de Paul, Chloé descubre un documento oficial en el que tiene otro apellido de aquel con el que  se ha identificado. Al mismo tiempo, viajando en el transporte, lo descubre en una zona alejada de su consultorio hablando con una mujer (la misma actriz que interpreta a la ginecóloga y después a otra psiquiatra). Al interrogarlo, Paul lo niega y Chloé investiga por su cuenta llegando a convencerse de que Paul le ha ocultado también la existencia de un hermano gemelo. Desesperada, Chloé sale a buscar al supuesto hermano que, da la casualidad, es también psiquiatra. Ocultándole su verdadera identidad, Chloé se convierte en paciente de Louis Delord (interpretado por el mismo Renier). Delord es la antítesis de Paul: un hombre ambicioso y sin escrúpulos que seduce a Chloé y la empieza a manipular cruelmente. La relación se va tornando cada vez más violenta y él la amenaza con revelarle su infidelidad a Paul. Los dolores de estomago reaparecen y la psique de la muchacha empieza a escindirse peligrosamente, al punto que no sabemos si Delord existe o es solo producto de su imaginación. De todas formas, poco importa. La película se ha instalado en una dimensión onírica en la que la realidad se rompe como un rayo de luz al pasar por el prisma del inconsciente de Chloé. Visualmente nos embarcamos en un delirante viaje representado en elegantes símbolos como escaleras de caracol, vidrios rotos, espejos y pantallas divididas.

L’amant Double funciona porque la actriz Marine Vacth tiene la presencia física y actoral para sostener el universo de significados que se filtra en su personaje. A nivel de thriller de suspenso, Ozon esta en deuda con Hitchcock, o mejor dicho, con su interprete, Brian de Palma; pero en cuanto al fondo, estaría más cercano al Polanski de Repulsión. Vacht tiene la delicada belleza y frágil vulnerabilidad que proyectaba Catherine Deneuve en esa cinta de 1965. La dislocación de su perspectiva, la falta de referentes lógicos se vuelven también los nuestros y permanecemos en constante desasosiego. La sensación de peligro, de estar al borde del abismo de la locura se traduce en la paranoica desconfianza a todo y todos. Hay elementos inquietantes que sólo se sugieren de pasada, como la intromisión de una siniestra vecina de edad madura que habla de una hija que ha sido institucionalizada y que por momentos nos lleva a creer, podría tratarse de la misma Chloé.

Aunque puedan parecer gratuitas o efectistas, cada una de las elegantes imágenes que nos presenta Ozon tienen justificación psicoanalítica. Por ejemplo, la extrema intimidad que se establece durante el  tratamiento se equipara sólo a la que se puede tener con una pareja. Es decir, en términos síquicos, el terapeuta se convierte esencialmente en un segundo marido o amante. Es importante entender esto antes de desdeñar por implausible la delirante exploración de la sique femenina que es L’amant Double.

COMPETENCIA OFICIAL CANNES
Director: François Ozon
Fotografía: Manuel Dacosse
Cast: Jacqueline Bisset, Marine Vacth, Jérémie Renier
Música: Philippe Rombi
Francia
2017