Por Aldo Padilla
Kazajstán es un país cuyo gran tamaño y grandes reservas de recursos naturales ha llevado a un acelerado proceso de modernización en su etapa post soviética. Unna modernización desigual que ha transformado a su capital, Astaná, en una urbe artificial en medio de la estepa contagiada por las tendencias árabes, mientras buena parte de su zona rural aún se encuentra en un descuido absoluto, lo cual se profundiza con las duras condiciones climáticas y geográficas tan propias del país. El film de Olga Korotko, Bad Bad Winter, refleja esta tensión entre el desarrollo y el estancamiento proyectada en la juventud, con una protagonista la cual regresa a su pueblo para solucionar la venta de la casa de su abuela recién fallecida, quien pertenece a una clase extremadamente acomodada y en ese regreso recibe a ex compañeros del colegio quienes muestran extrañas intenciones en su visita.
El inicio del film refleja el tormento de la protagonista al enfrentarse a la casa silenciosa como una forma de reproche frente al descuido de haber dejado sola a su abuela una vez iniciada la Universidad en Astaná. Este duelo se ve interrumpido con un furtivo encuentro sexual con uno de sus excompañeros y posteriormente con la llegada de otros, donde comienza a generarse la tensión entre la pudiente protagonista y amigos que necesitan ayuda monetaria luego de haber cometido un crimen.
El film usa el reproche como principal elemento de juicio: el de los compañeros que solicitan ayuda de forma agresiva, casi obligando a la protagonista dada su situación económica. Es en este punto donde podemos retomar el debate social planteado en el primer párrafo, donde se hace latente la recriminación entre clases sociales y la lucha entre la zona rural y el centralismo capital. En ambos casos hay cierto discurso de la directora que es difuso, ya que las personas que representan a la gente pobre o de clase media se retratan como entes agresivos y siempre tratando de sacar ventaja frente a la protagonista rica, incluyendo la escena del dueño de una pequeña tienda quien cobra demás a la protagonista solo por el hecho de ser rica. Si bien esta idea recuerda a la ominosa El ciudadano ilustre -donde los directores condenaban totalmente a los pobladores de un pueblo pequeño ante la llegada de un Nobel de Literatura- hay un tratamiento de Korotko que busca distribuir las culpas, ya que también hay un reproche hacia la fingida inocencia de su protagonista. Ella aparenta desconocer el origen turbio del dinero de su familia, lo cual condena a ambas partes del juego que se empieza a desarrollar y que desencadena en una especie de secuestro para lograr la ayuda económica que piden los compañeros, uno de los cuales es el único que logra ciertos rasgos de conciencia y que busca proteger a la protagonista a pesar de su debilidad.
Bad Bad Winter maneja a la envidia como principal motor de los actos de los personajes: la envidia económica frente al estancamiento que sufren en ese pueblo, la envidia de la protagonista frente a su compañera que está comprometida con el hombre que desea. El epílogo no deja duda del poder del dinero en una Kazajistán que parece corrompida desde sus cimientos y donde casi todos parecen involucrados en esa decadencia, a pesar del dinero del petróleo que sigue ingresando a raudales y donde la única representación de inocencia en todo el film es una niña que apenas parece sospechar la gran cantidad de cosas turbias que pasan detrás de la puerta de la casa, que es a la vez metáfora de la misma Kazajistán.
ACID
Producción: Seven Rivers Cinema production
Director: Olga Korotko
Guion: Olga Korotko
Fotografía: Aigul Nurbulatova
Sonido: Ilya Gariyev
Montaje: Yerlan Aigozhinov
Kazajistán, 2018, 116 minutos