CANNES 2018: COLD WAR, DIAMANTINO, EL ÁNGEL Y SORRY ANGEL

CANNES 2018: COLD WAR, DIAMANTINO, EL ÁNGEL Y SORRY ANGEL

Por Mónica Delgado

La jornada de los últimos días en Cannes ha sido ecléctica, en la medida que una película como el complejo ensayo de Godard o el logrado drama de Jia Zhang-ke han ido mejorando el panorama en esa diversidad. En esa búsqueda, damos cuenta de películas vistas tanto en la selección oficial, en la sección Un Certain Regard y una de la Semana de la Crítica.

Cold War de Pawel Pawlikowski recupera el estilizado blanco y negro de la notable Ida, para dar cuenta de una historia de amor seca en un periodo pos guerra mundial en Polonia. El arranque es lo mejor del film. Un par de etnomusicólogos viajando y recuperando canciones, letras y melodías en grabadoras con el fin de armar un gran archivo y también conformar un grupo de baile y música con artistas de los mismos pueblos que visitan. Los primeros planos de dos músicos cantando sobre la embriaguez y la perdida amorosa, mientras miran fijamente a la cámara da luces de un posible tratamiento del film (que me evocó los mejores planos en trabajos del ruso Aleksei German) pero lo que viene luego es frustrante, debido a que Pawlikowski ya no utilizará este estilo de toque documental, sino que apuesta por un drama amoroso seco, deslucido, pero sacando el jugo pese a eso a una actriz maravillosa como Joanna Kulig. Muchos la ven como la favorita a la Palma de Oro, pero yo solo vi un film vacío, cuya apuesta visual de cuidada composición es su mayor logro.

En Semana de la Crítica pudimos ver la portuguesa Diamantino, del joven Gabriel Abrantes y Daniel Schmidt, cuyos primeros minutos son una delicia en esa caricatura de un futbolista que inevitablemente relacionamos a Cristiano Ronaldo. Con mucho de serie B, cine trash, exploitation, y demás parafernalia de la ciencia ficción barata, Abrantes y Schmidt logran armar un disparate visual, potente y creativo, de perritos gigantes jugando fútbol en la cancha, de gemelas villanas a lo Austin Power o de experimentos en laboratorios liderados por una excéntrica lisidada. Sin embargo, el film decae cuando se vuelve sátira política y comienza el cóctel de neofascistas, refugiados y rollo post Brexit, o el amor fou y kitsch. Aquí si extrañé al Abrantes de los cortometrajes.

Quedan lejos los días en que Argentina estaba presente con films como Jauja de Lisandro Alonso en Un Certain Regard, pero como los tiempos cambian, lo que hay es una coproducción con España, donde Pedro Almodóvar aparece como productor, lo que ya da luces de lo que va el film. El Ángel se basa en pasajes de la vida de un personaje mediático, Carlos Eduardo Robledo Puch, una suerte de Charles Manson adolescente que deviene en el primer blanco y rubio en ser capturado por sus robos y asesinatos, y que aún sigue tras las rejas. Luis Ortega lo hace a pulso de comedia y policial, donde hay espacio para canciones de Palito Ortega, Billy Bond o Leonardo Favio, y donde hay espacio también para coreografías y puesta en escenas muy a lo Scorsese. Si bien el film tiene un ritmo estable, un protagonista caído del cielo, y una dirección de arte que calca los ambientes de interiores de un Buenos Aires setentero, existe un horror al vacío sonoro, no hay momento en que el cineasta opte por otro tipo de estrategia. Ortega quiere hacer un “film de soundtrack” (como a lo Tarantino) y lo logra, y allí quisa queda reflejada la ambición total de la película.

Sorry Angel de Christophe Honoré tiene ecos a Noches Salvajes de Cyril Collard, recreando un tiempo esencial sobre como el VIH moldeó las relaciones interpersonales a inicios de los noventa. Honoré logra un film de ambientaciones o atmósferas a través del uso interesante del soundtrack -a ritmo incluso de Cocteau Twins para una escena de alcoba (algo que nunca hubiera pensado ver, pese a la sensualidad de la voz de Elizabeth Fraser, lo cual es extraño)-, para transmitir el malestar y la depresión de un escritor enamoradizo en sus días de lucha contra el VIH. Lejos de films con temática similar, si recordamos a la comedia A Virus Knows No Morals o la trilogía del Sida de Rosa von Praumhein o a la cinta que también estuvo en competencia el año pasado, 120 pulsaciones por minuto, Sorry Angel propone una mirada íntima de la homosexualidad, por momentos tediosa, y quizás también atropellada por una lectura algo prejuiciosa de la promiscuidad en la clase media, como causa de todos los males.