Por Mónica Delgado
¿Es justo colocar en un mismo texto a un film como Fuga de la polaca Agnieszka Smoczynska, drama seco y psicológico, con una comedia policial como El Motoarrebatador del argentino Agustín Toscano? Se tratan de films distintos pero me sirve para ejemplificar cómo este par de cineastas jóvenes aborda un tema manido, el de personajes que pierden la memoria, el cine de amnésicos.
Fuga, presentado en Semana de la Crítica, difiere del anterior trabajo de Agnieszka Smoczynska, The Lure, film de horror erótico, de sirenas que emergen a los bajos fondos de Varsovia, para centrarse aquí en la trayectoria del regreso a la vida “normal” de una mujer que a causa de su problema mental se vio alejada de su familia. Fuga comienza con la protagonista Alicia (Gabriela Muskala, también guionista de la película) desorientada en una estación de metro, para luego de unos años ser encontrada golpeada y llevada a un programa de televisión, a partir del cual su familia reconoce y ubica. Desde allí el film deja en evidencia sus intenciones, de colocar a su protagonista como extraña en un entorno natural, de esposos, padres e hijos. Por un lado, la protagonista se ve en la situación de jugar a ser nuevamente la madre, hija o esposa, y por otro, como en los clásicos films de amnésicos, irá dando con las pistas de la verdadera realidad, ante un matrimonio fallido, o una relación hostil con el pequeño hijo.
Y como es típico en los films de desmemoriados, una serie de flashbacks, muy en tono de sueños o pesadillas, van dando las pautas al personaje, y al espectador, de cuál es la naturaleza del entorno en relación a esta ausencia de recuerdos. Y quizás este recurso empobrece el registro psicológico de la protagonista, en su dualidad y ambivalencia.
En cambio, en el film argentino, presentado en Quincena de Realizadores, el tema de la perdida de la memoria permite al protagonista redimirse. Tras un robo en moto, un ladrón de billeteras y bolsos, deja en estado de inconsciencia a una anciana que salía de cobrar su jubilación de un cajero de banco. Este hecho le crea un remordimiento y decide ir en busca de la anciana, que ha perdido la memoria. Se presenta ante ella como un inquilino, para luego entablar una amistad, sobre todo porque la anciana vive sola y no tiene quien la asista tras el accidente.
Si bien El Motoarrebatador se muestra como un film que quiere describir una anécdota, con algunos personajes sobrantes (como el de la doctora), y con el tema de la amnesia como detonante de diversas situaciones de enredo cómicas, no hay una mirada ambiciosa para abordar este mundo del hampa y su redención. Más bien el cineasta apela a mostrar una simple dicotomía de delincuentes de poca monta buenos y malos, o con toques de “humanidad” como el protagonista que asiste a la anciana pero también la recrimina cuando ella duda de él. Hay una intención de mostrar al protagonista más allá del bien y del mal, pero esta idea poco a poco se va difuminando.
El Motoarrebatador pudo quedar como una comedia pesimista y negra que parte de un imaginario usual del motochorro para extenderse como un film sobre la imposibilidad del cambio, pero la apuesta por mostrar que el delincuente está condicionado por una entidad hipersuprema que lo hace ejercer el mal, deja el sabor de que los ingredientes no fueron mejor aprovechados.