Por Mónica Delgado
Voy a empezar con una frase que se repite mucho en esta temporada en Cannes: “esta película debió estar en la competencia oficial”. Es que Jeanne de Bruno Dumont, no solo conforma un díptico increíble con su anterior Jeannette, l’enfance de Jeanne d’Arc , sino que pese al minimalismo y a la dicción teatral que las hermana, en esta nueva película hay una intención más política, menos mística, la de la niña Juana de Arco enfrentada a la iglesia y los poderes fácticos en la Francia del siglo XV.
Los recursos de Dumont siguen siendo los mismos, aunque en la segunda parte del film rompe los escenarios campestres, para adentrarse en una hermosa iglesia en Rouen, donde se vive el juicio por herejía, a cargo de la élite religiosa de la época (y es allí donde llegan los mejores momentos de la película, con la performance en su defensa de Jeanne, una entrañable Lise Leplat Prudhomme). Con lo que surge también una analogía de la fe entre los adeptos de Jeanne en el campo y las batallas, y la élite perturbada que se cobija en las columnas de una iglesia gótica descomunal.
La primera parte presenta a Jeanne en los preparativos para las campañas y batallas en pleno conflicto entre Francia e Inglaterra, en el contexto de la guerra de los cien años, y donde por algunos datos, se le asigna ya calidad de milagrosa por “las voces” que surgen en su interior. Aquí Jeanne se presenta en relación con dios, y dispuesta a dirigir una defensa estratégica desde las batallas. Y para ello, Dumont elige planos contados, para colocar a los personajes dispuestos en los campos a modo de escenario, quien van organizando los enfrentamientos y dando pistas del periodo en que se recrea este episodio de la vida de Juana.
Si bien el film es menos musical que el anterior, sí la primera parte establece canciones y composiciones espaciales para comunicar la relación con la divinidad (planos picados, que observan a Jeanne mirando el cielo). Y luego Dumont, con ese sentido del humor que lo viene caracterizando desde P’tit Quinquin, ofrece una coreografía de simetrías (también vistos desde el cielo), con un caballo que danza incluido, para dar una idea metafórica de las estrategias bélicas empleadas por esta líder histórica.
En la segunda parte, que se desarrolla dentro de la iglesia, aparecen los personajes históricos del juicio, arzobispos, canónigos como Jean d’Estivet o Nicolas Loyseleur , así como emisarios de la Universidad de París, pero para ser ridiculizados en su postestad de acusar a Jeanne de hereje. En estos momentos, Dumont concentra el drama o el humor en la dicción de estas caricaturas del poder. Y Jeanne incólume ante las acusaciones.
En este film de Dumont, existen aún más reminiscencias del El proceso de Juana de Arco (1962) de Robert Bresson, pero es innegable que el cineasta francés plantea aún un minimalismo más arriesgado, sin la elección de mostrar a la masa defendiendo a Jeanne, o juzgándola de hereje, concentrando más el relato en las acusaciones, y en el sutil toque coreográfico de los personajes entrando y saliendo de la iglesia.
La mirada de Dios, aquel que todo lo ve, es un eje fundamental en el film (las cámaras que contemplan a la protagonista desde los cielos), y Dumont se lo apropia de modo brillante y a la vez sencillo, para conciliar con esta Jeanne entregada y fuerte en este juicio de la injusticia, y que la vuelve en pieza inspiradora de luchas permanentes.
Un Certain Regard
Dirección: Bruno Dumont
Fotografía: David Chambille
Reparto: Lise Leplat Prudhomme
Productora: 3P Productions
Francia, 134 minutos, 2019