Por Mónica Delgado
Hace un par de días se presentó en Cannes en una proyección especial el film Que sea ley, de Juan Solanas, que busca, ante todo, ser un vehículo para lograr el cambio de un sentido común sobre la despenalización del aborto en Argentina. A partir de testimonios de víctimas y recogiendo posiciones en entrevistas a diversos actores políticos, Solanas realiza un documental sobre el ánimo que primó en el país antes del voto en contra y en mayoría del senado.
Que sea ley abre con cifras de muerte en toda la pantalla, indicando que solo el 8% de mujeres puede abortar clandestinamente en condiciones salubres. Su posición es política y ética, de defender al aborto como derecho a una vida saludable de las mujeres. Por ello, el documental reúne voces de mujeres de diversas partes del país, donde el abandono estatal y el maltrato en los hospitales son moneda corriente.
El film pierde potencia rápidamente al optar por una mirada reporteril, y por incluir el tema religioso como parte de la agenda; es decir, el argumento del estado laico, del buen cristiano o católico no llega a cuajar del todo, ya que de pronto una percibe que el film está dirigido a un sector resistente a la nueva ley, y la opción expresiva para lograr ese fin luce ambivalente. Arranca con una arenga y luego tratas de conmover a los creyentes que el respeto al derecho del aborto es también ser buen prójimo, fiel a Jesús y sus preceptos. Es apostar por dos discursos que de alguna manera se repelen. Hay partes que incluyen escenas de la Marcha por la vida que se contraponen a la de las luchas feministas, que pudieron ser expuestas en su gran dimensión inspiradora para América Larina, lo que no ayuda a definir el objetivo: empatía de más mujeres o convencer a políticos conservadores. Dudo que el segundo objetivo pudiera cumplirse en el modo en que está propuesto el documental.
Lo que sí queda claro es que el film, más allá de sus cualidades o defectos cinematográficos, ha sido elegido en esta edición de Cannes por su efecto movilizador, y que busca un llamado de atención contundente.
Hay una película de ficción en Cannes que también permite una lectura sobre el derecho a decidir, aunque no se trate del aborto en sí sino sobre ser madre sin desearlo. En Un Certain Regard se presentó la ópera prima Adam de la cineasta Maryam Touzani, que trata el tema de la maternidad forzada en un contexto tradicional de Marruecos. Una mujer embarazada indigente busca trabajo y una panadera viuda se apiada de ella y le permite dormir unos días en su casa. Ambas comienzan una amistad que comienza en un clima hostil que se va soltando, primero, como ruptura de resistencia entre mujeres, y segundo, para dar signos de una pequeña hermandad en un país prejuicioso. Se trata al final de cuentas de dos madres solteras, que comparten temores en un mundo sin ayuda de los hombres.
El film marroquí es un melodrama convencional, incluso con escenas manidas o demasiado forzadas, que solo se justifica en la escena final, y que de alguna manera se plantea como ejemplo o posibilidad para algunas mujeres: la negación de la maternidad, el derecho a elegir, y una respuesta en contra de ser madre a la fuerza.
Director, guión: Juan Solanas
Sonido: Nicolás Sulcic
Elenco: Marta Alanis
Argentina, Francia, Paraguay, 2019, 89 mins