Por Mónica Delgado
Hay una fiebre marketera que considera que toda historia de mujeres en el festival, automáticamente se enmarca en las olas de empoderamiento femenino de los tiempos recientes. Pasa eso con La vida invisible de Eurídice Gusmão, el nuevo film del brasileño Karim Aïnouz, un melodrama sobre dos hermanas que son separadas por el padre, debido a que una de ellas fue abandonada embarazada por un marinero griego. Si bien es una historia sobre cómo el machismo destruye el mismo seno familiar, en los años cincuenta, la puesta en escena poblada de convencionalismos y estereotipos sobre las mujeres, derriba cualquier intención de reivindicación.
En Cannes, el equipo del film ha mencionado que se trata de un homenaje a las mujeres invisibles, que es un agradecimiento a la madre del cineasta también, pero más bien se regodea en algunos patrones asignados socialmente a las mujeres: el de la “puta” y la madre sacrificada. Es decir, si bien para describir a una sociedad machista es necesario para que la historia sea verosímil apelar a algunos “paradigmas” o perfiles conocidos, parece que Ainouz solo cuenta con apelar a viejas visiones sobre el rol de las mujeres en un patriarcado. A la hija negada solo le queda sobrevivir a costa de vender su cuerpo en un prostíbulo, y la niña bien se casa, tiene hijos y tiene la anuencia familiar para seguir tocando el piano.
Basada en la novela de Martha Bathala, La vida invisible de Eurídice Gusmão se ambienta en Río de Janeiro de los años cincuenta, en tiempos de represión en una sociedad conservadora y clasista. La invisibilidad de la protagonista se refiere a que toda la tragedia es asignada al personaje de Guida, su hermana (una estupenda Julia Stockler), casi personaje secundario, ya que la trama se centra en Eurídice una pianista que se casa, forma una familia y se vuelve ejemplo del lado correcto de lo que debe ser una mujer en contraposición de Guida, que es rebelde, intuitiva, libre.
Como en Madame Satá, su primer largometraje, Aïnouz se siente cómodo con la reconstrucción de época, en mostrar nostalgia también por un tiempo pasado, y en colocar a la clásica Fernanda Montenegro en el epílogo como as bajo la manga para conmover. Sin embargo, se trata de un film que no ofrece una visión distinta de lo femenino y fortalece más bien algunos arquetipos clásicos del melodrama, de la mujer socialmente aceptada frente al estigma de la “oveja negra”.
Un certain regard
Dirección: Karim Aïnouz
Guion: Murilo Hauser (Novela: Martha Batalha)
Música: Guilherme Garbato, Gustavo Garbato
Fotografía: Hélène Louvart
Reparto: Fernanda Montenegro, Carol Duarte, Gregório Duvivier, Cristina Pereira, Flavio Bauraqui, Maria Manoella, Júlia Stockler, Nikolas Antunes
Productora: RT Features / Pola Pandora Filmproduktions
Brasil, 2019, 145 minutos