Por Mónica Delgado
Estamos ya en el sexto día del festival de Cannes y el film Tchaikovsky’s Wife, del ruso Kirill Serebrennikov, ya luce en el transcurso muy envejecido. Por un lado, por la forma que el cineasta asume extrapolar a la pantalla un drama histórico en relación a otros films vistos en estos días, y por otro, por cierta mirada decadentista, más aún hacia el final de la película, que ya a estas alturas luce desfasada y muy, paradójicamente, de qualité.
Presentado en los primeros días de esta edición 75º y como parte de la competencia internacional, esta nueva obra del cineasta de The student (2016), Leto (2018) o Petrov’s Flu (2021) es una versión libre de una serie de sucesos marcados por la figura del famoso compositor de El lago de los cisnes, Pyotr Ilyich Tchaikovsky, y la relación que tuvo con Antonina Miliukova, a mediados del siglo XIX. El director toma como eje la mirada de esta mujer obsesiva que se plantea como meta de vida ser como sea la esposa de Tchaikovsky. Esta suerte de amor fou no correspondido, aparece matizado por algunas lecturas en torno a la idea del amor romántico imposible, al patriarcado imperante y sobre la homosexualidad como tabú. Pero también como oportunidad para ‘profundizar’ en las preocupaciones, hipocresías y terrores de la sociedad en San Petersburgo de aquellos años.
Serebrennikov recupera al personaje de Miliukova a partir de diversas cartas y teorías de resistencia en torno a la homosexualidad reprimida del compositor y de su matrimonio arreglado (para guardar las apariencias). La tortuosa relación con esta joven mujer noble, proveniente de una familia de Moscú muy venida a menos, es mostrada casi fuera de campo, donde apenas sabemos algunos detalles personales y amicales del compositor. A diferencia, por ejemplo del film The music lovers (1971) de Ken Russell, donde la relación con Miliukova es tratada con mayor detalle y vértigo, aquí el personaje de Tchaikovsky, encarnado por Odin Lund Biron, es casi un satélite con el fin de centrar todo el relato en el pulso y pasión de Miliukova (Alyona Mikhailova), al percibirse como despreciada, outsider, paria en un matrimonio que nunca se llega a consumar. Y no son pocos los momentos en que el compositor expresa su repelencia, asco, indiferencia, a Antonina y a su cuerpo, a tal punto que su homosexualidad se vuelve náusea misógina ¿necesaria? Y así, desde la náusea sexual y el asco hacia lo femenino asistimos paradójicamente a la historia desde la absoluta mirada de esta mujer que sueña con ser esposa, que pasa de devota cucufata a participante de gang bang (en las partes más trilladas del film y que asumo el cineasta percibe como poéticas), y que pese a tener la certeza de que no podrá cumplir sus deseos (sexuales y amorosos), va sosteniendo su decisión hasta el frenesí romántico.
Este abordaje de lo femenino a través de la locura, la contención, la terquedad y la firmeza es mostrado por Serebrennikov con no pocas formas elocuentes desde la puesta en escena: ninguneos (como aquel momento inicial donde Antonina es presentada al compositor, quien le responde que ante sus intereses musicales es mejor dedicarse a casarse), portazos en la cara, u otras claras muestras de invisibilización y oportuno desprecio. Y si tenemos en cuenta el contexto machista y tradicional de esa Rusia de mediados del siglo XIX, podría decirse que así se trataba a las mujeres, sin embargo, asoma antes que las formas del relato realista, la posibilidad de la biografía de fantasía, de la divagación fantasiosa e íntima, donde la intención del cineasta por remarcar esta aspecto interno, luce tosca desde el encuadre, desde la macachacona banda sonora, y desde algunos trucos de montaje, como aquellas elipsis que hablan del paso del tiempo pero también como materia abrupta del mundo irreal (enloquecido) donde habita esta mujer. El mundo de Antonina solo percibido desde la patología.
Como todo film que se basa en los códigos del biopic, hay textos al inicio y al final del film que pone en autos al espectador, ubicándolo en el tiempo, pero también algunos detalles anteriores y posteriores a la historia. Así, el inicio parte con los funerales del compositor y desde el papel renegado y hostil que encarna la nueva viuda. Desde estos primeros minutos, el director ruso expone los elementos recurrentes de su film, y que hacia el final se vuelven trillados, chirriantes, cursis- como el baile de locura de Antonina en medio de una coreografía de musculosos hombres desnudos.
Tchaikovsky’s Wife es la afectada incursión en los mecanismos de la irrealidad y las consecuencias de la pasión sexual sin consumar, desde rebuscados códigos del inconsciente, y donde el sujeto de estudio masculino que provoca esta situación es apenas tocado.
Competencia oficial
Dirección y guion: Kirill Serebrennikov
Fotografía: Vladislav Opelyants
Música: Daniil Orlov
Reparto: Alyona Mikhailova, Odin Lund Biron, Miron Fedorov, Nikita Elenev, Ekaterina Ermishina, Filipp Avdeev, Andrey Burkovskiy
Productoras: Hype Film, Charade Productions, Logical Pictures, Charade Films, Bord Cadre Films, arte France Cinéma
Rusia, Francia, Suiza, 2022, 149 min