Por Arnau Martín desde Cannes
En nuestra contemporaneidad, el cine se conserva enlatado en las lógicas caníbales del audiovisual, motivadas sobre todo por el auge de las plataformas streaming y por la institucionalización de una voraz cultura de la inmediatez. Tal circunstancia dificulta que cada país se solidarice con su pasado histórico a través de los ríos de la expresión cultural, los cuales son usualmente considerados de escasa relevancia política. Ello no impide, sin embargo, que emerjan bastiones de resistencia que contrarresten la hegemonía de este modelo, secundado también por los tentáculos del entretenimiento espontáneo. Es el caso de cineastas como Jia Zhangke, quien ha presentado una de las películas más bellas y sensibles que han desfilado por el certamen. Caught by the tides, título que bautiza su último trabajo, no sólo peina apaciblemente la China contemporánea, sino que trenza una discreta historia de amor. El cineasta, entre el ruido urbano y el silencio interior, el retrato colectivo del paisaje y la captura concreta del estado de ánimo, interroga las tristes derivas de nuestra realidad más reciente. En ese sentido, si de algo adolece la sociedad regulada por algoritmos es por la falta de dichos interrogantes, por lo que se hace necesario promover una suerte de resistencia a la erosión que causan los dogmas. Este cine poético y observacional, en ese sentido, es un extraordinario vehículo para ello.
En el corazón de todas estas tensiones, la cinematografía portuguesa -o la filipina- también se constituyen como una excepción a la norma, y sería injusto reducir las grandes obras que las contienen a su pertenencia nacional. Los autores portugueses en activo, amparados en la discreta sombra de Manoel de Oliveira o de Paulo Rocha, están dotados de la capacidad para cuidar su comunidad creadora, en pos de que esta se ampare en lugares comunes y a su vez cuide y mantenga la diversidad de las diferencias.
En este ambiente, Miguel Gomes es un cineasta cuya especial sensibilidad por la imagen no debería descalificarlo de las voces más significativas del cine actual. Grand Tour es una hermosa cinta que nos recuerda con cada plano el aprecio por el gesto, la sensibilidad por la expresión y la apertura hacia lo diferente que nos desvista de nuestras convicciones. Un romance extraviado de un hombre y de una mujer (a cada uno de ellos Gomes les dedica una hora de película) se convierte en un viaje por distintas regiones de Oriente, desde Japón hasta el Tíbet pasando por Birmania. Edward es un funcionario británico prometido con Molly, a quien abandona por razones que no terminan por aclararse enteramente. Molly emprenderá su búsqueda por los rincones más insospechados de Asia, donde el hombre se encuentra, pero cuando menos se lo espera, emerge un pretendiente seductor y adinerado.
Mediante una estrategia que disocia el relato verbal del visual, el cineasta reemprende una labor parecida a la de Marguerite Duras y rastrea los indicios de una narrativa posible, y prefiere desarrollar un gusto por el retrato colectivo y por la etnografía. El enfoque es plural, heteróclito y los personajes desfilan por la pantalla sin que Gomes les imponga demasiadas directrices preestablecidas, pues el cineasta es exquisitamente intuitivo en su acercamiento. Sitúa la historia en 1917, pero la labor artesana que cimenta la fabricación de cada escena invoca la cuestión de una delicada atemporalidad. Como diserta Giorgio Agamben, el contemporáneo es el que transporta lo arcaico. El cineasta portugués, con cada nuevo proyecto, también apuesta por la búsqueda de una verdad esencial del cine que germina a través del tiempo y del tacto. Cada imagen respira y adquiere una temperatura adecuada para acariciar los sentidos del espectador.
El director de Tabu es muy conocedor de que en los indicios, la imagen llega demasiado pronto, mientras que en las ruinas, la imagen llega demasiado tarde. Felizmente, Grand Tour no llega a ser nada concreto, porque de hacerlo, la experiencia se consumiría inmediatamente. Con su escena final, planteada desde la verticalidad y desde una idea meta vinculada al control de la escena versus la naturaleza encuadrada, Gomes ofrece su respuesta a la pregunta que Leos Carax plantea en su último mediometraje, C’est pas moi: ¿dónde se sitúa la mirada de Dios? Entonces suena Beyond the Sea, de Bobby Darin: más allá del mar, más allá de la imagen.
Competencia oficial
Grand tour
Director: Miguel Gomes
Guion: Telmo Churro, Maureen Fazendeiro, Miguel Gomes, Mariana Ricardo
Productora: Filipa Reis
Reparto: Gonçalo Waddington, Crista Alfaiate, Cláudio da Silva, Lang Khê Tran, Jorge Andrade, João Pedro Vaz, João Pedro Bénard, Teresa Madruga, Joana Bárcia
Fotografía: Gui Liang, Sayombhu Mukdeeprom, Rui Poças
Edición: Telmo Churro, Pedro Filipe Marques
Productoras: Uma Pedra no Sapato, Vivo Film, Shellac Sud, Cinéma Defacto
Portugal, Italia, Francia, 2024, 129 min