CINÉMA DU RÉEL 2018: L’EMPIRE DE LA PERFECTION DE JULIEN FARAUT

CINÉMA DU RÉEL 2018: L’EMPIRE DE LA PERFECTION DE JULIEN FARAUT

Por Pablo Gamba

John McEnroe ha despertado recientemente la atención del cine. En la sección Forum del Festival de Berlín se estrenó este año L’empire de la perfection (In the Realm of Perfection), dirigido por Julien Faraut, largometraje documental que forma parte de la competencia francesa de Cinéma du Réel. En 2017 fue la presentación en el Festival de Toronto de Borg vs McEnroe, película danesa, sueca y finlandesa dirigida por Janus Metz sobre la rivalidad del iracundo tenista estadounidense –que también ha sido actor de cine y televisión– con el frío y calculador Björn Borg, de Suecia, en la década de los años ochenta.

Lo que hace que L’empire de la perfection se destaque entre los filmes sobre el deporte es que los lugares comunes de la psicología y el drama fueron relegados a la segunda mitad –concentrados, además, no en torno a la biografía sino a un partido decisivo–. Eso deja cancha libre, en la primera parte, para cosas más interesantes. La película tiene también el valor de ser un rescate de material de archivo del Instituto Nacional del Deporte (Insep) de Francia, en el que el director trabajó por 15 años. Allí encontró gran cantidad de cinta de 16 mm en color sobre McEnroe. Fue registrada para un film de Gil de Kermadec (1922-2011), pionero de los documentales instruccionales sobre el tenis.

Al comienzo el documental hace un breve recorrido por la historia de las películas que se rodaron para enseñar ese deporte, desde los años sesenta hasta la década de los ochenta. El interés se debe a la autocrítica de Kermadec, que resulta análoga a la que llevó a los antecesores del cine a recurrir a la cronofotografía para saber, por ejemplo, cómo galopa un caballo. De los primeros filmes, basados en una equivocada imaginación del movimiento –lo cual Faraut acompaña de sonidos que recuerdan a Jacques Tati–, Kermadec pasó, en consecuencia, a filmar el desempeño real de los deportistas, en “retratos” como Roland Garros avec John McEnroe (1985). Se concentraba en el tenista y no en el partido, para tratar de entender su manera de jugar.

Pero para soportar los 50 minutos de McEnroe, aparentemente sin rival, en la película de Kermadec se requiere de un interés particular en el tenis. Ni siquiera se trata de un film experimental como Football as Never Before (Fussball wie noch nie, 1971) de Hellmuth Costard. La otra característica resaltante de la película de Faraut es cómo logró darle “sazón” al tema, para hacer entretenido un film basado en un material que podría resultar aburrido fuera del contexto de la enseñanza del deporte. Lo hizo, además, apuntando a un público cinéfilo, propenso a rechazar cualquier fórmula que pudiera parecer vulgar.

El realizador se dio licencia para llevar el documental hacia las fronteras del ensayo, apoyándose, además, en el humor. La transición a la segunda parte, por ejemplo, incluye una referencia implícita a Carta de Siberia (Lettre de Sibérie, 1958) de Chris Marker, con la cual Faraut bromea sobre la distinción entre el documental de observación y los filmes que revelan la intervención de los realizadores en lo “real”. El acercamiento a la personalidad de McEnroe, en consecuencia, tiene como punto de partida su reacción al ruido de la Arri SR del camarógrafo de Kermadec filmándolo a 120 cuadros por segundo, en un estadio donde el público guarda silencio mientras se desarrolla el juego. No falta más adelante el comentario “sociológico” de un coach de fútbol americano, que vincula la agresividad del estadounidense con la necesidad de ser un ganador para ser visible en una época definida como “actual”, no como capitalista. Pareciera ser esa la razón por la que John McEnroe es de interés para el cine.

La parte final, a su vez, es introducida por un intertítulo que define “drama”. Es el relato del encuentro por el trofeo Roland Garros de 1984, en el que Ivan Lendl cortó, al derrotarlo, el mejor momento de McEnroe en su carrera, cuando llegó a ganar 42 partidos consecutivos y estableció el récord de 82 victorias y 3 derrotas en una temporada. La música se encarga de subrayar las emociones.

La autoconsciencia del film es coronada con citas de El amante del tenis (1994), libro que reúne las crónicas sobre ese deporte de Serge Daney, publicadas en español por el Bafici en 2014. “Al revés que el fútbol o el rugby, el tenis se funda sobre una cuenta regresiva. La duración de un partido depende de la capacidad de los jugadores de crearse ese tiempo suplementario que necesitan para ganar, de hacerlo surgir en algún rincón de una fase cualquiera del juego”, escribió el crítico de cine francés (p. 38 de la citada edición). Algo parecido consigue Faraut en L’empire de la perfection, al “estirar” con elegancia hasta el largometraje un film sobre la manera de jugar tenis de John McEnroe.

Pero si la carta de triunfo del deportista era actuar siempre de una manera desconcertante para el rival, no ocurre lo mismo con la película. En ella se condimenta con detalles divertidos la más convencional de las modalidades del documental: aquella en la que la dominante es la voz expositora, en este caso la del actor Mathieu Almaric. Aunque no se escatima en bromas que requieren cultura cinematográfica para entenderlas –incluido el conocimiento de críticas que impulsaron cambios en la representación–, ese recurso no es cuestionado. El epígrafe de Jean-Luc Godard, “el cine miente, el deporte no”, no pasa de ser, por tanto, la guinda del pastel, el más vistoso adorno intelectual de la película. Puede que L’empire de la perfection satisfaga así al cinéfilo que busca entretenimiento “de altura”, pero no al que exige algo más de un documental.

Dirección, guion: Julien Faraut
Producción: William Jehannin, Raphaelle Delauche
Montaje: Andreï Bogdanov
Mezcla de sonido: Leon Rousseau
Narración: Mathieu Almaric
94 mins
Francia, 2018.