Por Pablo Gamba
Los árboles (2017) es el primer largometraje documental de Mariano Luque, y por esa razón figura en la competencia de óperas primas de Cinéma du Réel. Pero en sentido estricto es el tercer filme de esa duración del director argentino, quien es una de las figuras más destacadas del cine de la provincia de Córdoba, junto con Rosendo Ruiz –nacido en San Juan–, Santiago Loza y Matías Lucchesi, entre otros. Luque estuvo en los festivales de Berlín y San Sebastián con Salsipuedes (2011) –y su versión corta en la Cinéfondation de Cannes–; con Otra madre (2017) participó en Rotterdam, y con ambas en el Bafici.
El cineasta continúa trabajando en el documental un tema de sus filmes de ficción: las relaciones de familia, desde el matrimonio y la maternidad hasta el parentesco. En este caso es a través de una indagación en los lazos de la herencia biológica: la observación de su madre, y de un grupo de tíos y primos a los que el realizador comenzó a conocer tardíamente. Todos son parte de la extensa familia de su abuelo, que era llamado simplemente Macias. Tuvo 17 hijos de dos matrimonios –la mayoría mujeres–, cuyas edades iban de los 14 a los 70 años cuando murió. Algunos de los tíos de Luque son menores que él.
Lo más llamativo de este documental familiar es el punto de vista. El cineasta se expresa en primera persona, pero a través de textos en la pantalla. Al leerlos, el espectador “escucha” su propia voz mental, no la del director, como es frecuente que ocurra en este género de filmes. Aunque aporta una serie de datos sobre la vida de su abuelo, Luque no cuenta una historia sobre la relación suya o de su madre con él y los demás personajes. A diferencia de este otro lugar común, la representación de la familia no se conforma a medida que los parientes van encontrando su lugar en un relato. La búsqueda de distanciamiento incluye la identificación de los hijos y nietos de Macías por el lugar que les corresponde en el orden de los nacimientos. La madre viene a ser la octava hija.
El abuelo era dueño de un campo al pie del cerro Pan de Azúcar, en las Sierras Chicas de Córdoba, donde se dedicó a cultivar una gran diversidad de especies de árboles y plantas. Al morir, su última voluntad fue ser enterrado bajo un cedro, de manera que las raíces, al crecer, fueran abrazando la urna. Sus hijos y nietos se reúnen en torno al cedro, lo cuidan y acarician, como si Macias siguiera vivo en él. Las visitas al bosque que creó, llamado “El Silencio”, resultan ser así una oportunidad óptima para observar cómo la vida de una persona se extiende más allá de la muerte, en su descendencia y en su obra.
Hay un motivo que subraya la analogía entre los árboles, los hijos y los nietos. Son los arroyos que corren por el bosque, como la misma sangre en la extensa prole de Macías. Pero mediante la observación atenta de los personajes de la familia no solo pueden percibirse las semejanzas, sino también las diferencias que hacen único a cada uno de ellos –y por ende también diversos, como el bosque plantado por él–. El film se destaca así por su acercamiento al parentesco como un misterio de la naturaleza que no se intenta explicar.
En el montaje también hay un conflicto entre lo que da cohesión a la película y fuerzas centrífugas que la tensan. Al comienzo, por ejemplo, a los planos subjetivos del que viaja en auto a reunirse con sus familiares, bajo la lluvia, sigue una secuencia que muestra cómo los arroyos del bosque se juntan para formar caudales cada vez más amplios. Pero luego viene un enigmático plano que deshace la analogía: la mesa vacía de un café, en la calle. Otro ejemplo son las partes de un video grabado por alguien que no es de la familia, cuya justificación no parece ser otra que mostrar “El Silencio” de una manera distinta, bajo la nieve, y con otra textura y formato. Pero por eso mismo crea una ruptura en el documental. Más allá del parentesco, Los árboles es también un film sobre la cuestión general de los nexos, como los que hay entre los planos.
Dirección, fotografía y montaje: Mariano Luque
Producción: Julia Rotondi, Mariano Luque
Sonido: Julia Rotondi, Guido Deniro, Pedro Lombrdi Suzzi, Roberto Migone
Duración: 61 minutos
Argentina, 2017