Por Mónica Delgado
Pocas veces una película logra remover las raíces de las políticas sobre la migración como lo hace Stranger in Paradise, a partir de la escenificación de un requisito burocrático, que implica la participación de un actor que simula ser un docente o empleado del estado en tres momentos distintos, donde refugiados reales lidian con un proceso para obtener la residencia en Holanda.
El joven cineasta Guido Hendrikx idea un mecanismo entre realidad y ficción para obtener visiones distintas desde los migrantes ante tres argumentos disímiles entre sí, pero que reflejan las políticas migratorias aplicadas en diversos países europeos. Un grupo de migrantes ingresa a un aula o salón, donde un docente los espera para acogerlos o “educarlos” sobre la situación de la migración, que incluye preguntas tipo ¿qué sabes de Europa?, ¿qué tipo de trabajo harías aca?, ¿por qué saliste de tu país de origen? Este actor explica tres modos de entender a la migración que permite evaluar relaciones entre todos los participantes: primero, un argumento de extrema derecha, de aquella que se ve vulnerada en su economía ante la ola de refugiados, segundo, una explicación desde la izquierda utópica, pensada desde el bienestar social y el bien común, y una final estrictamente burocrática, mecánica y fulminante, que reflejaría el estado actual de las cosas.
La originalidad de Stranger in Paradise radica en la forma en que Hendrikx ordena su película: un prólogo a modo de reflexión que utiliza el montaje rápido y el footage para mostrar un diagnóstico sobre la realidad mundial. Un narrador muestra las contradicciones de un mundo dividido en dos polos, entre el norte poderoso y el sur empobrecido, donde los sureños oprimidos y colonizados sueñan con llegar a ser como los norteños opresores. Luego, divide al film en los tres episodios, ordenados según la figura que toma el director de la escena, un docente que va argumentando tres modos distintos de ver a la migración, donde los refugiados -y candidatos a una residencia interpelan- afirman o niegan según los contextos que se van describiendo. Y luego termina con un plano fijo que espera ser espejo de lo real, que contiene una conversación entre el cineasta y un grupo de refugiados africanos en algún lugar de Italia.
Stranger in Paradise es un film sobre la posibilidad de la empatía con el otro, o sobre el ser humano como elemento para descartar. Un documental que ensaya respuestas sobre la naturaleza de los argumentos totalizadores, que oprimen y hacen de los refugiados objetos políticos. Por momentos pareciera que estuviéramos dentro de un reality cruel, donde la recompensa es verse parte de esa Europa humillante, el gran premio para una vida ya devastada. Y ahí el valor de la película de Hendrikx, el de dar una patada a las gónadas de los cimientos de la civilización occidental, como esos planos del Paternón en medio del ocaso y a ritmo de Leonard Cohen. Una ironía sublime desde ruinas puras.
Esta película concursa en la sección Dox Awards, en este festival que se desarrolla en Copenhague, Dinamarca, desde el año 2003.
Competencia documental Dox Awards
Dirección y guión: Guido Hendrikx
Fotografía: Emo Weemhoff
Sonido: Taco Drijfhout
Música: Ella van der Woude, Juho Nurmel
Holanda, 2016
Más información sobre la película en el festival aquí