Por Pablo Gamba
El díptico En el desierto (In the Desert – A Documentary Diptych) está integrado por dos películas que ponen de manifiesto la importancia de la técnica observacional para acercarse a personajes y situaciones sobre las cuales pesa la falsedad de los estereotipos, aunque sean manejados con las mejores intenciones, y para tratar de descubrir, honestamente, la verdad. Es algo diferente, sobre todo, de la voluntad de hacer de la cámara un puño, cuando pelear por la justicia es hacerlo por cosas que parecen obvias, y no lo son.
Cada parte trata de una familia: la del colono judío israelí Avidan; la del agricultor musulmán palestino Omar. Ambas están ambientadas en una zona desértica que tiene algo del Lejano Oeste porque es un territorio sin ley. Está en Cisjordania, bajo autoridad palestina, pero el poder es ejercido por el Ejército israelí. El título de cada mitad es “El sueño de”… porque ambos personajes se han instalado allí movidos por un proyecto de nación, la fe en Dios, y una esperanza personal y familiar. Los dos viven a pocos kilómetros uno de otro y su principal actividad es el pastoreo. Sin embargo, sus vidas nunca se encuentran.
A los colonos judíos de la primera parte el Estado los subsidia generosamente, si deciden instalarse en ese lugar. Hay soldados que acuden rápidamente cada vez que los llaman, y además tienen sus propias armas. Avidan y sus amigos continuamente vigilan con binoculares los campos que se extienden hasta Hebrón. Su sueño es el proyecto nacionalista de ocupar todo eso, incluida la ciudad palestina, porque eran parte de la Israel que ellos encuentran en los textos sagrados. La música es para ellos una expresión de cohesión grupal, además de un placer individual. Quieren organizar su vida en torno a la religión y a un ideal tradicionalista de hogar, pero en una casa dotada de las comodidades comúnmente asociadas a la clase media, donde la caída de la nieve les parezca algo lindo a sus hijos porque no pasan frío en invierno. Parecen demasiado jóvenes, incluso inauténticos que actúan guiados por libros de divulgación, sin arraigo en ese lugar e incapaces de realizar sus sueños.
A Omar no le faltan problemas domésticos, además de los que conlleva el instalarse a vivir, a criar y a cultivar en un lugar donde no hay agua corriente ni riego y las tropas enemigas tienen órdenes de derrumbar las casas de ladrillo que construyan. Es esposo de dos mujeres, como lo permite su religión, por lo que su vida conyugal es particularmente complicada, al igual que la relación con un hijo que desafía su autoridad. Uno de los logros más asombrosos del film es la manera como registra momentos de estallido en los conflictos íntimos de la familia, sin hacer explotación de eso ni incurrir nunca en el irrespeto.
El protagonista de esta parte, sus esposas y sus hijos padecen frío y hacinamiento, entre otros inconvenientes, porque llegan a ese lugar a vivir en algo que tiene más de tienda de campaña que de casa, dejando atrás la comodidad de la que disfrutaban en la ciudad de Yatta. Pero aunque su situación inicial en el desierto sea precaria, Omar no es pobre, y demuestra que, además de saber cómo se crían ovejas y se cultiva la tierra, es capaz de ir a ganar dinero a Israel, si es necesario. Con el tiempo la familia va logrando salir adelante. Desafían incluso la prohibición, y levantan allí una vivienda de cemento.
La principal diferencia con Avidan es que el palestino y su familia se perciben como integrados a Al Majaz, al lugar donde han elegido vivir. Los terrenos que se extienden alrededor de su vivienda son en parte un campo de tiro de las fuerzas israelíes, pero para ellos no es un lugar que observen a distancia, soñando con que su país lo ocupe algún día, sino tierra que se trabaja para obtener el sustento. En el plano más hermoso del film Omar, agradecido con Dios por la cosecha que le ha dado, le ofrenda sus oraciones en el trigal.
El contraste entre la manera de vivir de unos y otros puede ser exasperante, pero el díptico no plantea, a partir de eso, una defensa del derecho a estar allí de los palestinos ni una condena del invasor israelí. La política, tal como suele ser entendida por los que ven las cosas a distancia, no deja de aflorar en ambas partes del díptico, pero es trivial en comparación con el trabajo al que es llamado el espectador de En el desierto. Las dos partes están separadas, pero es necesario conectarlas para que no sea una obra amputada. Y es posible hacerlo, y encontrarle sentido a pesar de que los contrastes parezcan irreconciliables, porque las dos familias tienen mucho en común. Ambas son religiosas, amantes de su país y con proyectos de vida vinculados a la tierra. La alternativa sería añadirles un justiciero con revólver y convertir cada parte en un western.
Sección A Cierta Distancia. Lo Real en el Mundo
Dirección y fotografía: Avner Faingulernt
Producción: Paul Cadieux, Galit Cahlon, Shlomi Elkabetz, Danae Elon, Maryse Rouillard, Hagar Saad-Shalom
Montaje: Myriam Maggasouba
Música: Peter Venne
Israel-Canadá, 2018