Por Pablo Gamba
Entre las películas vistas hasta ahora en el Doc Buenos Aires comienzan a destacarse las que dirigen la mirada del cine hacia aquello de lo que los poderes establecidos procuran que se mantenga alejada. Una es Memorias del Frente Oriental, de Radu Jude y Adrian Cioflânc?, comentada en una nota anterior. Otra, La ciudad cerca (La ciutat a la vora). Fue realizada por Meritxell Colell, una cineasta catalana que merecería ser mejor conocida, cuyo primer largometraje fue Con el viento (2018), y que ganó este año el premio a la mejor dirección en el Festival de Málaga por Dúo.
La ciudad cerca podía describirse como una “sinfonía urbana” de un sector de la periferia de Barcelona. Las comillas se justifican porque esto hace que sea lo contrario de las películas de este género del siglo pasado, hechas en el marco de una vanguardia de la que se apropiaron la industria o burguesías “progresistas”. Ejemplos son Berlín, sinfonía de una gran ciudad (1927), de Walter Ruttmann, o São Paulo, sinfonia da metrópole (1929), de Adalberto Kemeny y Rudolf Lex Lustig. Se trata, en realidad, de una “antisinfonía” en la que los movimientos de la cámara ligera están más cerca del ojo humano que de las máquinas, el ritmo depende de las tomas cortas del Super 8 y no del montaje, y la mirada no se apunta hacia el progreso de la modernización sino a lo que esta ha dejado en sus bordes, en los que no hay solución de continuidad entre el espacio urbano y el mundo rural. La cuestión “moderna”, en todo caso, vienen a ser allí las torres del tendido eléctrico que parecen haber sido encajadas incómodamente entre las casas y cultivos que acaso ya existían, o en tono a las cuales se levantaron después viviendas como en los barrios “marginales” de América Latina de los que el cine ha hecho espectáculo de miseria. Igualmente se han instalado allí migrantes de otros lugares de España o el extranjero.
Hay un diálogo con una mujer que le dice a la cineasta lo importante que es la filmación de su pequeña película porque las autoridades los han olvidado, no miran hacia allá. Es uno de los muchos personajes con los que Colell se detiene a conversar a su paso. Algunos diálogos se resumen en breves textos en pantalla que recuerdan los intertítulos de las sinfonías urbanas sin banda sonora, porque el cine todavía era mudo. Y aunque hubiera sido parlante, la modernización, como se sabe, se impone sin dialogar, barriendo todo lo “viejo”. En cambio aquí hay incluso un “exceso” de comunicación verbal que comprende el uso simultáneo de la voz y la palabra escrita –a veces en dos lenguas diferentes, castellano y catalán–. La memoria colectiva se suma de esta manera, como un coro a la sinfonía, y con ella vuelve también al presente el pasado, que en España siempre roza la Guerra Civil. También se escucha la voz de la cineasta, que se dirige a los espectadores para nombrar los lugares que filma. En esto se acerca, irónicamente, a lo que sería la narradora de un documental.
Pero no es antimoderna La ciudad cerca. La deriva por la periferia muestra un panorama en el que también se dan los contrastes por los que el paisaje urbano moderno tiene algo de collage: de las casitas en pendiente con escaleras y las huertas se pasa a sectores de edificios levantados con una visión humana de la arquitectura, por ejemplo. El recorrido, además, es coronado por el Parque de Atracciones Tibidabo, que comenzó a construirse en la belle époque, el período de esplendor de la burguesía industrial. Es un residuo de otros tiempos en los que la gente de pueblo se sentía partícipe del progreso y una delicia para la mirada de la que filma en Super 8. Brilla en esta parte de la película el legado del cine underground de Jonas Mekas, como también ocurre en la que Colell dedica a dos acróbatas callejeros y en los encuentros con las personas a las que retrata con su cámara, cuando se dejan retratar.
También los soportes fílmicos son cosa como de otra época, de una belleza física del color, del grano y hasta de las propias imperfecciones ópticas o del material fotosensible en el que se registraron las imágenes. Esto ha sido igualmente marginado por la nitidez de la “era digital”, el audiovisual de alta resolución actual que procura convencer con la “verdad” de su hiperrealismo. Algo similar ocurre en el mediometraje mencionado de Radu Jude y Adrian Cioflânc?, en el que las viejas fotos analógicas delatan un punto ciego de un presente en el que las miradas hegemónicas dan la impresión de abarcar todo lo que existe, existió o podrá existir. Si películas como Memorias del Frente Oriental son expresión del compromiso que algunos cineastas asumen frente a su nación, La ciudad cerca, como el título lo indica, se ubica en un territorio más próximo, comunitario. Pero ambos son, por igual, espacios de resistencia de un arte de la verdad enfrentado con la falsificación.
Sección Planos de todo el mundo
La ciudad cerca
Dirección, guion, fotografía y sonido: Meritxell Collel Aparicio
Producción: Ángela Martínez, Gloria Vilches
Música: Ángela Castelló
España, 2022, 55 min.