DOC BUENOS AIRES: SEGUNDA VEZ DE DORA GARCÍA

DOC BUENOS AIRES: SEGUNDA VEZ DE DORA GARCÍA

Por Pablo Gamba

Segunda vez, que compartió el Gran Premio de la competencia internacional del FID Marseille, es otro film que va de la no ficción a la ficción, lo cual es un lugar común en el cine actual. Pero la película de Dora García trata también de la repetición, de una manera cercana a la reescritura en el cuento Pierre Menard, autor del Quijote, de Jorge Luis Borges. Se parece en ambas cosas al largometraje anterior de la artista y cineasta española, The Joycean Society (Bélgica, 2013), donde un grupo de aficionados leen una y otra vez Finnegans Wake de James Joyce. En este caso el tema son las huellas que dejan dictaduras militares como las que se han repetido en Argentina, entre otros países.

La película tiene cuatro partes independientes, que van de lo fácilmente reconocible como documental a lo que no es sino ficción, con una zona de ambigüedad intermedia. Dos registran la “reposición” de happenings del argentino Oscar Masotta, Para inducir el espíritu de la imagen (1966) y El helicóptero (1967). Los otros están basados en obras de dos escritores del mismo país: Macedonio Fernández y Julio Cortázar, respectivamente.

“Reponer” un happening es algo que debe escribirse entre comillas, porque no se trata propiamente de una obra sino de algo semejante a un acontecimiento. Si vuelve a ocurrir, es como cualquier otro suceso de la vida que pasa, y vuelve a pasar. Justo en eso consiste la cuestión de la repetición aquí.

Para inducir el espíritu de la imagen crea una situación evidentemente cargada de repercusiones políticas. Consiste en convocar a un grupo de personas mayores, quienes a cambio de recibir un pago forman una fila y permanecen de pie, bajo una molesta luz y sometidas a un ruido estridente. Son dispuestas así frente a un público que también es partícipe del happening porque el dinero que llega a manos de esas personas sale de los bolsillos de los espectadores.

La relación entre los que pagan y los que buscan cobrar ese dinero, presumiblemente por necesidad, es algo que se repite en circunstancias diferentes, tanto cuando se realizó el happening por primera vez como cuando volvió a ser llevado a cabo. García añade una pista sobre una posible repetición menos evidente, pero más inquietante aún: el parecido de la fila de personas mayores que formó Masotta y la foto de los presos políticos que no lograron escapar en una espectacular fuga, y que fueron asesinados por militares en la llamada Masacre de Trelew, que ocurrió en 1972.

El helicóptero se llevó a cabo de nuevo no solo en otro momento sino en otro lugar: fue trasladado de Buenos Aires a San Sebastián, España. El público es dividido aquí en dos grupos. Unos ven una serie de happenings en un teatro mientras que otros esperan en un lugar al aire libre, al que se acerca un helicóptero en el que una actriz famosa los saluda. Luego todos se reúnen, lo cual se presta para que se cuenten las cosas que unos y otros han visto.

El público repite así la experiencia de conocer acontecimientos a través del testimonio de otros y de contar lo que se vio, lo que ocurre cuando hay algo de lo que no dicen nada los medios de comunicación, por ejemplo. En lo que cada grupo ha presenciado vuelven a hacerse presentes, además, cosas que suelen pasar una y otra vez cuando hay represión, lo que en este caso ocurre en un país que también vivió una larga dictadura.

El hecho de que se trate de happenings “repuestos” y filmados crea, en las dos primeras partes, una diferencia de posición entre el público participante y el que la película. Pero eso cambia en el siguiente segmento de Segunda vez.

No queda claro si son actores o participantes en otro happening los que intervienen en La eterna –título que hace referencia a El museo de la novela de la eterna (1967) de Macedonio Fernández–. Es una ambigüedad característica del documental de observación, en el que lo supuestamente real se despliega, ante los ojos de los espectadores, de manera análoga a la ficción.

Todo ocurre en la sala de una biblioteca universitaria en Lovania, Bélgica, país donde está radicada García. Entra la gente y comienza a leer, pero también a conversar en grupos que se forman incluso entre personas que hablan idiomas diferentes. Son observados por los que parecen ser vigilantes, vestidos de civil.

Cobran relevancia aquí la manera de comportarse y hablar de la gente, cuando se sabe observada. Pero también las cosas que quizás algún espectador haya escuchado o visto una y otra vez, o que también ha repetido. Un ejemplo es la explicación que uno de los personajes o participantes hace de los términos argentinos “peronista”, “antiperonista” y “gorila” a unos no argentinos.

Segunda vez es un corto de ficción y se trata de una versión homónima de un cuento de Cortázar de 1977. Los disímiles personajes, que van siendo llamados para lo que parece ser una entrevista de trabajo, se encuentran en un ambiente que de diversas maneras evoca la represión. En especial lo hace el aviso de que serán convocados otra vez, sin que quede clara la razón, como si se los estuviera vigilando o se los considerara potenciales informantes. Pero la única forma de entender eso es que también sean para el espectador, que se cree seguro en la butaca, cosas que sabe que han pasado, y que pueden volver a pasar.

Tampoco podría quedar claro el porqué de ese tránsito del documentalismo a una ficción que incluso no es realista sino kafkiana. Pero quizás ahí está la repetición irónica más importante: aunque pueda resultar insólita para muchos, al final de Segunda vez los espectadores verían algo que les permitiría irse del cine con la sensación de que lo que han hecho una vez más es ver una película.

Película de Apertura
Dirección: Dora García
Producción: Marie Logie
Fotografía: Vincent Pinckaers
Montaje: Simon Arazi
Sonido: Laszlo Umbreit
Música: Jan Mech
Bélgica-Noruega, 2018