DOCUMENTAMADRID 2018: RETROSPECTIVA LAILA PAKALNINA

DOCUMENTAMADRID 2018: RETROSPECTIVA LAILA PAKALNINA

Snow Crazy (2012)

Por Aldo Padilla

Es inevitable no asociar a la directora letona Laila Pakalnina con su particular montaje basado en el espejo de lo cotidiano, situaciones que se repiten en diferentes contextos ya sea de forma visual, o conectadas por algún sonido. La compatriota de Einsentein recurre a un continuo juego donde parece demostrar que todas las situaciones humanas y la naturaleza se van repitiendo una y otra vez, que solo hace falta un poco de paciencia para filmar y encadenar a los humanos como animales de costumbre.

Pakalnina se aleja de la solemnidad en sus films y juega con todo lo que está en su camino, desde el agresivo clima báltico letón, la incomodidad o naturalidad de sus personajes parados eternos segundos frente a su cámara o pequeñas tragedias de la naturaleza. Sin dejar de lado la sensibilidad y el cariño por los detalles, la directora letona se ha hecho experta en retratar el paso del tiempo, la naturaleza en pequeña escala y la interacción con los humanos.

La retrospectiva dedicada a Pakalnina en el DocumentaMadrid no puede ser más acertada tanto en la selección de sus films, como en la distribución de estos, encadenando las distintas inquietudes de la directora, que de cierta forma han ido creciendo con el tiempo, y que a la vez demuestra la rápida evolución de su país desde los inicios de los 90, con una Letonia recién salida de la URSS, hasta la actualidad donde su ingreso a la Unión Europea parece haber acelerado los cambios. Las seis sesiones plantean la armonía entre el humano, la naturaleza y la sociedad; una armonía que no está exenta de un tira y afloja, cuyo único arbitro es el tiempo que parece ser el ente que impone el orden y el equilibrio.

The mail (1994)

Los cuatro primeros trabajos de la retrospectiva, filmados entre el 94 y el 97, se concentran en una Letonia rural en pleno proceso de transición y donde la directora se concentra en personajes absorbidos como parte del paisaje, lo cual definiría y caracterizaría su filmografía filmando a personas estáticas frente a la cámara, como una forma de reconocerlos dentro de su entorno. En este contexto, en The oak (1997) lleva al límite esta idea, ya que la mayor parte del film recorre un pequeño pueblo alrededor de un enorme roble, en el cual la directora presenta a personas que miran un tanto ansiosos a la cámara luego de presentarse por su nombre y ocupación.

En The mail (1994) y The linen (1991) recurre más a un estudio sobre el movimiento de la ciudad o sus instituciones. En el primer caso realia el seguimiento de una mujer que va dejando el correo o el diario en las puertas de lo que presumiblemente es un pueblo mediano, además de recorrer la mecánica de un pueblo que funciona casi en cámara lenta. El segundo caso, es uno de los filmes más antiguos y menos luminosos de la directora, quien realiza el seguimiento del funcionamiento de un hospital de niños con énfasis en la ropa y sábanas que van secándose en sus afueras, alejada de su estilo acelerado, Pakalnina da paso a la contemplación y a la repetición como forma de captar la rutina de un sitio un tanto oscuro por su naturaleza misma.

The Ferry (1994) y The bus (2004), a pesar de estar separados por un lapso de 10 años son dos ejercicios que están conectados por un estudio del movimiento de personas en escalas muy diferentes. The ferry es una oda al traslado precario entre pueblos pequeños, donde un pequeño bote va moviendo gente en la frontera de Lituania y Bielorrusia, y que a pesar de estar ambientado en 1990, tanto su textura como los personajes denotan una antigüedad impropia de un tiempo no tan lejano. Mientras tanto The Bus es una actualización de esos viajes, pero esta vez a gran escala, ya que Pakalnina filma un trayecto desde Tallin (Estonia) hasta Kaliningrado (enclave fuera del territorio que conocemos como Rusia y que se encuentra ubicado entre los países bálticos y Europa occidental), que se puede entender como una pequeña metáfora irónica sobre como los países bálticos van alejándose cada vez más de la influencia rusa para formar parte de la Unión Europea y donde también se va tomando micro recuerdos de los pueblos por los cuales va pasando y donde el fuera de campo está retratado de forma magnifica, dándole un sentido más amplio al viaje como tal.

Dream Land (2004)

Dream Land es posiblemente el trabajo más singular de Pakalnina. Evitando los lugares comunes del documental de entornos naturales, recurre a filmar un botadero de basura donde conviven animales de diferentes especies. La directora evade el terreno de la condescendencia hacia los seres que se mueven en medio de la brutal armonía de la cadena alimenticia, un equilibrio entre la comodidad del alimento y el sustento a la mano, frente al peligro que acecha a cada momento. Este documental es también el trabajo en el cual la directora demuestra un manejo de la cámara más allá del plano fijo que tanto le caracteriza, metiéndose en agujeros absurdamente pequeños para filmar a ratones en su hábitat más íntimo. La valentía con que el film encara un lugar presumiblemente hostil para el humano es también destacable. Sin restricciones la directora filma cada rincón del botadero retratando el ecosistema en su integridad, el cual se integra con un pequeño charco que logra completar el cuadro que se puede equiparar a un pequeño resumen de la fauna letona, mientras a lo lejos mira un enorme alce, cual si fuera un humano que evita acercarse al lugar.

33 Animals of Santa Claus, 2011

Si bien la mayor parte de los trabajos de la filmografía de Laila Pakalnina no tiene protagonistas definidos, más allá de la naturaleza y grupos de personas, en tres de sus obras se detiene en personajes específicos, donde sin duda su personaje más icónico es Santa Claus, una mujer que convive con todos los animales que es posible imaginar, los cuales viven en una aparente armonía, metidos en sus roles cliché, que pareciera incluso llegar a la sobreactuación. Gatos indiferentes, perros pequeños ávidos de atención, roedores ansiosos, un cuervo herido, son solo parte del mini zoológico de una protagonista que trata de dar atención a todos, aunque enfrente a situaciones en las cuales se genera la duda sobre la capacidad de la anciana frente a algo que parece desbordarla, tomando en cuenta el limitado espacio que tiene su departamento. Así, en 33 Animals of Santa Claus se alivia un poco el ambiente claustrofóbico, al salir y mostrar un nevado invierno, en el cual la protagonista pasea a sus perros y se viste de Santa Claus para repartir dulces y regalos a los niños del pueblo. A pesar de cierta excentricidad de la protagonista, la directora la filma con mucho cariño y mostrándola como una mujer amante de los animales y consciente con su entorno, y es allí donde radica la grandeza de Pakalnina, donde otro director hubiera tomado un rumbo más sensacionalista.

Frente a la avalancha de situaciones del anterior film, Theodore (2006) alaba la sencillez de un anciano que pasa los días entre el pueblo y su casa acompañado de su infaltable bicicleta, el anciano protagonista es uno de los pocos personajes de los filmes de Pakalnina que se mueve algo alejado de sus preceptos y en algunas ocasiones desliza la pregunta ¿Me puedo ir?, cuando la directora hace el típico retrato estático de personaje, aunque todo lo anterior sin hastío o malicia de parte del anciano, sino más bien como una demostración de su espontaneidad. La muerte de Theodore es apenas sugerida por un plano de vacío que se muestra en los lugares donde solía estar y que genera una desolación frente a un personaje que en menos de 20 minutos parece marcar una especie de inmortalidad.

En un ánimo similar se encuentra el único film de la retrospectiva codirigido con la directora Maris Maskalans, aunque en este caso con tres protagonistas. Three Men and a Fish Pond (2008) muestra a un grupo de hombres que, al contrario de los anteriores protagonistas, se muestra poco empático y que tiende a ciertas actitudes destructivas con su entorno, desde la cacería deportiva o la pesca masiva, la cual está filmada de un modo un tanto violento. Más allá del virtuosismo del montaje que conjunciona a humanos y animales en actitudes idénticas, el film es un poco repelente por personajes cuyo ocio tiende al egoísmo.

On Rubiks’ Road (2010)

El humor físico está muy presente en el cine de la última década de Pakalnina, un humor potenciado por un ágil montaje que casi ingresa en el lenguaje del gag televisivo, el cual permite a la directora repasar el absurdo de ciertas situaciones, sin buscar ridiculizar a sus personajes. En el caso de On Rubiks’ Road puede verse a Letonia alejada del ruralismo que Pakalnina había explorado tanto en sus anteriores documentales, mostrando los entornos de Riga donde deambulan runners, ciclistas, familias yendo y viniendo y personas que se caen como una forma de mostrar la cotidianeidad de una vía que puede ser la ciclovía de cualquier país y que termina siendo la obra que más busca acercarse a ese mundo occidental donde cada ciudad es una copia de otra, como una especie de ensamblaje en cadena. Con un humor similar se presenta Snow Crazy (2012) cuya premisa es la lucha del hombre frente a las limitaciones de su entorno, donde dada la sencillez de la orografía letona, el país no cuenta con grandes elevaciones para practicar deportes de nieve, a pesar que el clima si acompaña, por lo cual cerca de las ciudades letonas se construyen de forma artificial pistas que permiten esta afición que los letones llevan en los genes, posiblemente por el contagio de sus vecinos nórdicos. Pakalnina enfrenta esta ironía con un humor sutil a momentos y explicito cuando muestra los intentos casi desesperados de algunas personas por practicar estos deportes, aunque del metraje también se desprende la gran pasión que tienen los letones por esta actividad y por la nieve, lo cual genera una especie de enternecimiento.

Hello Horse! (2017)

La última obra de Laila Pakalnia Hello Horse! (2017) que se presentó en el último festival de Locarno, casi prescinde de las personas y es una obra completamente enfocada en el paso del tiempo mediante el uso de planos fijos de paisajes con pequeños rasgos que los hacen únicos y los efectos de las estaciones que son muy marcadas. La naturaleza en un continuo ciclo y el entorno en su máxima simplicidad muestran a una Pakalnina más depurada y llevando hasta las últimas consecuencias la observación y sus matices.

Es inevitable que el visionado de las obras de Pakalnina nos develen una evolución de sus inquietudes, con continuas salidas de su zona de confort. La directora ha acompañado a una Letonia que se debate entre su pasado soviético del cual aún mantiene la herencia del idioma y una Unión Europea que exige continuamente una mayor integración. La libertad de una directora quien no discrimina en el metraje, a pesar de las largas horas de grabación que se nota claramente en el montaje, que destila paciencia y un poco de suerte a la hora de estar en el lugar preciso y a la hora exacta para mostrar de forma simple el triángulo indivisible de humanos, naturaleza y sociedad.