Por Mónica Delgado
El cineasta de origen indio, Rahul Jain, egresado del famoso Calarts, California Institute of the Arts, propone un viaje sensorial que produce contradicciones en el espectador. Por un lado, pareciera recuperar algunos preceptos del Laboratorio de etnografía sensorial de Harvard, por el sentido que le da al sonido, en algunos casos hiperbolizado, logrando la abstracción de lo que vemos, en relación a las actividades de los hombres en una vieja fábrica textil en Gujarat, en la India, donde las condiciones de trabajo evocan siglos de explotación de mano de obra barata. Y por otro lado, propone una lectura social a partir del registro de este trabajo pesado, con un lado físico puro, donde la cámara parece recuperar como documento y con distancia una sublimación en torno a la alienación que estos obreros que parecen no estar conscientes de la calidad de su trabajo. Sin embargo, Rahul Jain encuentra un modo de acercanos más a esta realidad infame de explotación, donde la gente trabaja más de doce horas diarias en condiciones insalubres: una serie de entrevistas que van “desabstrayendo” y que van revelando un devenir pesimista.
En el Q & A tras la proyección de Machines (Alemania, Finlandia, India, 2016), Rahul Jain indicó que realizó 600 entrevistas, de las cuales quedaron casi una docena, donde precisamente se van reflejando una asimilación poco crítica sobre las condiciones de trabajo que pueden verse incluso como infrahumanas. Son las entrevistas que pudiera acoplarse de modo natural con el universo del subempleo que muestra Jia Zhang-ke en Useless, para mostrar la explotación pero también el falso glamour que desprende esta industrial piramidal. Si bien en Machines no hay evidencias claras de estas jerarquías, lo que sí muestra es el trabajo compartimentalizado, que a decir del cineasta sigue siendo la misma que hace 50 años.
El valor de Machines está en esta abstracción inicial que logra la fotografía del mexicano Rodrigo Trejo Villanueva, que logra transmitir la humedad, la aflicción o distención de los cuerpos, y los colores de las telas que se elaboran de un modo artesanal, con maquinarias oxidadas pero que aún siguen siendo parte de una industria en un país que se ubica dentro de los países con más potencial económico junto a China o Rusia.
El título remite a máquinas, pero que solo existen fusionadas con los hombres, quienes las hacen cobrar vida y producir materia que viste y edifica. Una suerte de cyborgs atorados en el tiempo, donde el capitalismo ha mellado la pobreza a modos inimaginables. Como mencionó Rahul Jain en el Q & A, es como si las fabricas descritas por Marx en sus manuscritos económicos siguieran absolutamente vigentes.
Como punto aparte, Machines es un film que bien podría plantear los nuevos visos que ha tomado el DocumentaMadrid, apostando por estas nuevas miradas del documental, ajenas a los films reportajes que se han podido ver en otras ediciones.
Competencia Internacional de Largometraje