Por Mónica Delgado
Esta semana el cineasta peruano Joel Calero estrenó en Lima La Última Tarde, película sobre el reencuentro de dos exmilitantes de una guerrila terrorista, ex amantes que buscan divorciarse. Los límites difuminados entre el amor y la pasión política son evidentes: sentimientos vehementes que en el presente lucen agotados, deslucidos, sin fascinanción alguna por lo que viven, dispersos y ajenos. La mirada al pasado sirve para reavivar algunos momentos de enamoramiento en tiempos de violencia, pero también para afirmar que el paso del tiempo lo ha transformado todo. Ambos(encarnados por Katerina D’Onofrio y Lucho Cáceres) involucrados en la mística de la izquierda más radical de los años ochenta, ahora imbuídos en otro tipo de exorcismo social: succionados por el sistema, donde el concepto de pueblo, por el cual luchaban, ha sido ganado por los populismos, clientelismos e incluso fascismos.
Joel Calero elige un tratamiento centrado en los diálogos de los dos personajes, cuya forma visual asemeja a los encuentros breves formulados a partir de travellings de seguimiento de los films de Linklater, que se citan directamente. Sin embargo, más allá de esta referencia de estilo, la propuesta de Calero se ubica en sus argumentos y filiaciones dentro del imaginario de algunas películas de Nikita Mijalkov, que el mismo cineasta confirma. Relaciones de poder, anhelos de recuperación de poder y aceptación del ocaso.
La Última Tarde, más allá de ser un film sobre el romance perdido e irrecuperable, es un film sobre dicotomías ideológicas, sobre renuncias y resistencias, y sobre la necesidad de afirmar el poder. La escena final, metafórica y sugestiva, confirma precisamente esta idea de algunos triunfos secretos, que se logran ya no por las convicciones sino por lo pulsional o emocional. Y allí surge una pregunta más amplia que desborda la figura de lo público, y que ha transformado precisamente la idea de pueblo como objeto motivacional de la revolución o la guerra: un asunto que se resuelve en las barreras de lo privado, en pequeñas transacciones cuyo motor pareciera remitir a una vieja idea de la política y el poder desde la seducción o la venganza.
En Desistfilm, conversamos con Joel Calero, sobre sus primeros trabajos, la producción de La Última Tarde y su estreno en Lima.
Desistfilm: ¿Cómo fue la progresión desde tus cortos El Verano Próximo, Palpa y Guapido, hasta tus largos Cielo Oscuro o La Última Tarde? Digamos que Palpa y Guapido es la que se “desentonaría” entre todas esas películas evidentemente más íntimas, de personajes en crisis amorosas y morales.
Joel Calero: Hago un cine de afectos, de relaciones de pareja, de conflictos producidos por la celotipia, mientras que Palpa y Guapido respondió a una necesidad de temática familiar. Soy de Huancayo y estas fiestas donde he participado, donde la gente come y bebe de manera desmesurada, las relaciono con personajes y tradiciones mostradas en el cine de Kusturica por ejemplo. Una tía mía se casaba y esa fue una oportunidad de tener un acceso directo a todo en esa reunión. Fue todo un poco locura, ya que tenía poco dinero, y solo fuimos un grupo pequeño a filmar este documental en nueve días. Fue aprovechar una oportunidad. En general, el cine lo hago desde la cinefilia, y en ese caso estaba fascinado por Kusturica, por un cine de afectos desaforados. Yo me perdí el matrimonio de mi hermano, y hacer Palpa y Guapido fue un poco enmendar mi ausencia en la celebración, recuperar una memoria negada.
Desistfilm: Tu formación viene de la literatura, pero digamos que con el cine sigue encendida esa motivación por la creación, la escritura creativa.
Joel Calero: Estudié ingeniería pero luego me pasé a Literatura en la Universidad Católica, pero fue un choque porque ese cambio respondió a una fantasía. Recuerdo que en esos años mientras estaba estudiando ingeniería me ganaron las lecturas de Cortázar, y en un dos por tres ya estaba yo estudiando letras, análisis estructural, y luego me fui a San Marcos, y es en esos años que descubro el cine. Me acerqué de un modo distinto a Los Zancos de Carlos Saura, algo me tocó y al día siguiente ya estaba viendo Cría Cuervos, y así sucesivamente, viendo películas todo el día. De pronto ya me había convertido cinéfilo, yendo a la Filmoteca tres veces al día. Así es que a través de la cinefilia vi que había un interés por el cine, pero desde otra perspectiva, y un buen día decidí escribir con un amigo un guión, sin ningún tipo de formación previa. Pero en esos mismos años, ya había empezado a dictar un curso en la UPC que de alguna manera tenía que ver con lo audiviosual, y ya luego vino la necesidad de hacer un cortometraje.
Desistfilm: Tu cine está hecho a la vieja usanza. Has trabajado en 35 mm incluso. Te orientas a un modo de producción que implica un presupuesto más amplio y como antaño, con una manera de hacer cine prolija, minuciosa, como antes. ¿Es cierto esto?
Joel Calero: Me llama la atención que cineastas hagan películas con cinco mil dólares. Hay films que se hacen con poco recursos, lo que me da envidia, porque me digo que yo estoy buscando hacer cine a la vieja manera. Incluso hay cineastas que piensan de otra manera cuando deciden hacer un film: “tengo un presupuesto que me da para hacer una película de este tipo”, pero yo veo primero qué película quiero hacer y luego pienso en cómo obtengo los recursos. Incluso estaba haciendo un guión para hacer una película barata en Cusco, en digital, volviendo a los temas de afectos, pero luego de tres semanas ya no era una película de bajos recursos, ya había disparado por otro lado. Se trata de mi nuevo proyecto La piel más temida. No pienso en los recursos, pienso en las locaciones, en los actores, si tengo que abaratar algo me da dudas y no elijo esa opción, sino que tiene que guardar coherencia con lo que pienso debe ser el film que quiero, con la locación ideal. Si encuentro una locación alternativa más barata, y siento que no cumple quizás la exigencia, no la tomo. Los niveles de exigencia siguen nutriéndose a la vieja usanza.
No soy un cineasta que le interese las nuevas formas narrativas, ese tipo de formas que se muestran en festivales. En ese sentido, en el cine peruano hay dos tipos de cine, el comercial y el más personal. Mi cine asume las formas narrativas clásicas, convencionales, pero desde eso quiero contar una historia más fina, consistente, interesante, que es como el cine que me gusta, que admiro: Almodóvar, Kusturica, Kechiche, un cine que es de alguna manera convencional en el buen sentido. Los gustos cinematográficos actuales de la crítica y de los festivales van en la ruta de lo que Augusto Cabada llama “cine performance”. Sin embargo, yo sigo pegado a ver películas que me tocan, yo voy al cine a sentir y ese es el cine que quiero hacer.
“Incluso hay cineastas que piensan de otra manera cuando deciden hacer un film: ‘tengo un presupuesto que me da para hacer una película de este tipo’, pero yo veo primero qué película quiero hacer y luego pienso en cómo obtengo los recursos”.
Desistfilm: Hablamos de tus inspiraciones para hacer Cielo Oscuro o La Última Tarde.
Joel Calero: Trabajo los mismos temas. En El Verano Próximo una pareja termina una relación, en Cielo Oscuro es una historia de una pareja que también termina, y La Última Tarde, es un matrimonio que se disuelve. Tengo un guión al estilo de Short Cuts, donde también hay historias de personas que terminan vínculos. Uno escribe siempre la misma novela y yo siento que he filmado siempre la misma película. Pero eso no pasará en La Piel más Temida, pero sí permanecen los vínculos y los afectos. Es la historia de una hija de 27 años que regresa luego de 22 años a Perú, para vender una casa en Cusco y es allí donde se entera que su padre está vivo, y preso por ser senderista. Y la película es un acercamiento al mundo andino, a partir del personaje de la abuela. Y tengo ganas de filmar en la ficción la cocina que aparece en Palpa y Guapido, y porque viendo Climas, me llamó la atención cómo Enrica Pérez filma la sierra, con esos colores vivos, lejos de la sobriedad de la capital. Estos colores vivaces me hacen recordar a este mundo andino que conocí cuando viví en Huancayo.
Desistfilm: ¿Cómo te acercas al tema de la violencia política en La Última Tarde? Es un tipo de película que aborda de modo distinto el periodo de la guerra vivida en Perú hace veinte años, a partir de una relación amorosa fallida.
Joel Calero: Creo que el primer pulso es la representación y la recreación, como lo fue en su momento Tarata o La Boca del Lobo. La recreación de un hecho del pasado requiere tiempo para que se vayan decantando, centrarse en los ecos del presente. Me interesa el tema de la violencia política, pero cómo ese pasado está presente ahora, en la onda de Paraíso, que no recurre a mostrar los hechos del pasado sino a evocar los ecos de los migrantes tras estos sucesos. En La Última Tarde muestro cómo se ubican dos personajes en relación a ese tiempo. Personajes que muestran nostalgia por el pasado y una desvaloración del presente. Por ejemplo Laura interpela a Ramón sobre el significado de la palabra Pueblo, una palabra que ya no significa lo mismo que antes.
Nikita Mijalkov es un cineasta que me inspira, tanto en Sin Testigos o Pieza inconclusa para Piano Mecánico, que tienen una estructura dramática que permite ubicar en el presente a un personaje que en el pasado se sintió potente, y que de pronto siente un reverdecer de las pasiones ; entonces mide cuan inmiscuido está en el presente. Desde el presente releen su pasado de alguna manera y esto pasa en La Última Tarde, ya que los personajes militaban en lo mismo pero en la actualidad, pese a sus trabajos de incidencia social, viven en la frustración, en la molestia. El personaje de Laura, una publicista más conforme, no tienen una frustración tan a flor de piel como la que tiene Ramón.
Desistfilm: ¿Cómo fue el proceso de distribución de La Última Tarde?
Joel Calero: Hay dos cosas, y una tiene que ver con un punto de inflexión. Sentí que hay desconfianza a priori con el producto de parte de los distribuidores y exhibidores, pero que tras el premio del público en el Festival de Cine de Lima esta situación cambió. De pronto tuve la oportunidad de trabajar con cuatro distribuidoras y tuve que elegir. Pensé sin embargo una exhibición más restringida, pensando en cómo funcionó Magallanes, y no salir en veinte salas, así que confio en lo planificado con las distribuidoras. Y acepté salir con un número más bajo de copias. Apostar por un afiche que se centrara en el tema de pareja y no en lo político, y eso pasó igual con el tráiler. He realizado un trabajo focalizado en un público específico, basándome en la experiencia de Sigo Siendo y Magallanes.
Desistfilm: ¿Crees que tu película despierta algún tipo de confrontación, cómo estás planteando esta difusión?
Joel Calero: Podría ser, pero creo que es una película que permite el diálogo. He apostado por funciones para que la película sea vista y discutida, en el LUM, por ejemplo, pero también en las universidades. N de Héctor Gálvez salió con cinco copias e hizo 16 mil espectadores, pero porque hicieron este trabajo focalizado. Yo he escrito a profesores universitarios para que tengan en cuenta la película por ejemplo. Tengo la impresión de que la desmesura empieza a funcionar, de entrar a una fase de delirio, en el tema de la difusión de la película, de hacer mil cosas para que se conozca y llegue a más públicos. Mi película tiene un componente comercial, no deja afuera al público pero mi trabajo está en cómo llevarlos al cine. Hago el cine que quiero, pero tengo que plantearme la pregunta, a cuántos espectadores debe llegar mi película, y en eso estamos trabajando.
“Me interesa el tema de la violencia política, pero cómo ese pasado está presente ahora, en la onda de Paraíso, que no recurre a mostrar los hechos del pasado sino a evocar los ecos de los migrantes tras estos sucesos”.
Fotos: La Maleta de Félix