ENTREVISTA: BENJAMÍN NAISHTAT SOBRE EL MOVIMIENTO

ENTREVISTA: BENJAMÍN NAISHTAT SOBRE EL MOVIMIENTO

Por Gustavo Beck

El Movimiento del cineasta argentino Benjamín Naishtat se presentó en Lima en el marco del Transcinema, festival de cine de no ficción, evento que cumplió su tercera edición. Publicamos esta entrevista realizada en el contexto del estreno mundial de filme en el Festival de Locarno, en agosto de este año.

Desistfilm: El Movimiento (2015) es un film realizado a partir de una invitación del Jeonju Cinema Project. Para comenzar, ¿podría comentarnos sobre los desafíos para realizar un proyecto como este, ambientado en una Argentina de la primera mitad del siglo XIX, dentro de un laboratorio internacional?

Benjamín Naishtat: En octubre del año pasado recibí un e-mail de la gente de Jeonju, con quien tenía buena relación por haber asistido al festival con Historia del Miedo, que además ganó un premio allí. Me proponían participar en el nuevo Jeonju CInema Project, una continuación del famoso Digital Project, que busca ahora producir ya no cortometrajes sino largometrajes. Para esto me ofrecían una suma de dinero, un poco inferior a cien mil dólares, y absoluta libertad creativa. Naturalmente la invitación representó para mi un inmenso honor, teniendo en cuenta los anteriores participantes del Digital Project, y el hecho de que prácticamente es inexistente en el mundo del cine contemporáneo un fondo que apueste por los autores sin detenerse en los proyectos. Al mismo tiempo, aceptar una invitación de este tipo implicaba una enorme responsabilidad para quienes habían considerado que yo era un buen candidato para el Cinema Project. Así que fui muy claro con Jeonju al decirles que el único proyecto que podía realizar en el tiempo que me daban y con ese dinero, era una idea que venía desarrollando mentalmente, de hacer una especie de fresco breve pero muy intenso sobre las pandillas políticas y las rencillas intestinas que dominaron la Argentina en el lapso que hubo entre su independencia (1816) y la institucionalización del Estado como lo conocemos hoy, con su Constitución (1853). Pensé que quizás un tema de esta naturaleza tan local, que apenas es conocido por los propios argentinos, hiciera dudar a las autoridades de un festival de Corea del Sur. Pero los coreanos, que tienen una cultura de cinco mil años de historia, supieron interpretar El Movimiento como un proyecto que buscaba hablar esencialmente del poder, y brindaron su total conformidad con la idea.

Desistfilm: En su primer largometraje, Historia del Miedo (2014), ya era posible notar su deseo de observar un cierto quiebre de la conducta humana, una vez insertado dentro de una idea de la sociedad. Ahora, en El Movimiento, parece que estamos una vez más ante una mirada pesimista, o por lo menos con dudas sobre la formación del instinto humano. ¿Podría comentar esta condición que guía la construcción de sus personajes y la elección de los temas que usted elige para filmar ?

Benjamín Naishtat: Historia del Miedo era una película sobre personas ordinarias, sujetas a las contradicciones y a la violencia de un entorno en el que simplemente habían nacido. No lo habían elegido, no lo cuestionaban tampoco. En esa película, ese entorno, ese contexto, le daba forma a las personalidades, a los comportamientos. Fue una película observacional, casi sin acción, sostenida acaso por una atmósfera. El Movimiento, en cambio, muestra a un personaje que se propone actuar, encarar ideas y llevarlas a cabo, crear un mundo a partir de sus deseos de orden y progreso. Pero esta persona rápidamente debe transgredir cualquier moral para conseguir sus objetivos, sometiéndose a un profundo malestar espiritual, necesariamente afecta más o menos conscientemente a todos aquellos que traicionan los principios más básicos de humanidad en su propio beneficio. Es una fábula pesimista, porque a pesar de cometer todo tipo de excesos, este líder es finalmente aceptado por el pueblo, sus seguidores que encuentran en él, y en sus palabras, un sentido, un propósito.

Desistfilm: Me fascina como aparece el color negro en la película, no sólo para ambientar esta historia en un tiempo pasado, sino en la forma como actúa como herramienta para eliminar u ocultar el medio ambiente, y así hacer más creíble el universo que nos invita a habitar. Sobre la elección de los lugares para el trabajo de fotografía, ¿podrían contarnos un poco cómo fue la reconstrucción de este universo de un tiempo pasado ante la cámara?

Benjamín Naishtat: Ciertamente, ya desde la primerísima génesis del proyecto, estaba claro que todo debía suceder de noche. Luego se agregaron algunas escenas diurnas, pero inicialmente todo debía suceder durante una noche. En primer lugar, para generar un clima opresivo, donde no hubiera paisajes, creando un ambiente casi metafísico, un espacio que puede ser la Argentina de 1835, esa larga oscuridad fundacional, pero que también podría ser un futuro muy distante o una dimensión paralela. Luego, naturalmente que elegir la noche fue también una decisión de producción. Con un presupuesto acotado, es mucho más fácil crear un mundo de época de noche que de día, ya que se deben ver menos cosas. Fotografiar en lugares desérticos de noche de todas formas resultó bastante más complicado de lo previsto. Inicialmente imaginé que podíamos trabajar con light balloons, un sistema de iluminación suave, son unos globos que se llenan con aire caliente y flotan, no necesitan trípodes, son perfectos para simular luz de Luna en exteriores y permiten total movilidad para la cámara sin perder tiempo, lo que era perfecto para filmar una película en once jornadas. Pero cuando ya empezaba a concebir la puesta en escena mentalmente prevista para ese dispositivo, nos dimos cuenta de que no podíamos pagarlo. Luego intentamos crear algo parecido nosotros mismos, usando grúas y bolas chinas de iluminación, pero el viento de la Pampa lo hizo imposible. Terminamos usando una iluminación convencional, perdiendo bastante movilidad respecto de las ideas originales para la cámara, en exteriores, o bien sacrificando la luz y la información a favor del movimiento de cámara. También iluminamos mucho con fuego. Eso sí quedó muy bien. La fotógrafa fue Soledad Rodríguez, que es muy talentosa y tiene gran capacidad de adaptación.

Desistfilm: Me interesa la idea de retrato que ocupa parte del film en su momento. Siempre se entremezclan con cortes secos y fondos negros. ¿Podría comentar sobre esta elección, y también profundizar cómo fue el trabajo con el guión y los actores en escena ?

Benjamín Naishtat: El universo estético del proyecto, con su atemporalidad, el blanco y negro, la noche, el desierto, el formato 4:3,  cargaba con cierta radicalidad y dosis de fantasía. Me pareció pertinente entonces presentar a los tres miembros iniciales del Movimiento -el «Señor», el «Chiquito», el «Mudo»- mediante un retrato, donde los actores mirasen a cámara y presentasen su personaje, casi como una forma de abrirle la puerta al espectador, a modo de bienvenida. Respecto al trabajo con los actores, debo decir que los tres personajes centrales arriba mencionados, y en especial el de Señor, fueron concebidos para los actores que los encarnan. Los tiempos de Jeonju no daban lugar a un gran proceso de trabajo y decidí trabajar con gente con la que ya había trabajado o de quién tenía conocimiento de su enorme capacidad actoral y física,  como fue el caso de Pablo Cedrón. Hubo un primer tiempo donde hicimos reuniones individuales y grupales para hablar de Historia y de política, como un primer acercamiento al proyecto, y luego nos juntamos a ensayar tres veces solamente, algunas escenas, en particular la larga escena de la cena, que quizás hubiera necesitado más tiempo de trabajo. Ya en el set, el tiempo nos hacía ir a toda velocidad, no había espacio para reflexión o introspección, sino más bien la búsqueda de un momentum adrenalínico que atravesara a los actores y al equipo y nos permitiera ir a la velocidad necesaria. Ese momento llegaba después de un par de horas de trabajo. 

Desistfilm: Por último, ¿cómo ve la escena actual del cine contemporáneo, y  más específicamente la del cine argentino ?

Benjamín Naishtat: Siento que como pasa en casi todas las disciplinas, la escena internacional es hoy muy fragmentaria. Es difícil sentirse integrado en una línea estética o discursiva en esta era donde vivimos bajo la ilusión de que cada voz es única. Todo, desde las formas de financiación hasta los criterios de programación, atenta contra los grandes movimientos, como los hubo en otro tiempo. Esto no quita que haya obras interesantes. Creo que hay directores maravillosos y películas fascinantes, pero esto no resulta a mi criterio en un diálogo, pues uno no tiene la sensación de que unos estén oyendo a otros. Somos un coro sordo. A nivel argentino, en cambio, creo que sí se dan ciertos niveles de contacto que son muy interesantes. Esto indudablemente tiene que ver con el hecho de que aquí todos nos conocemos, conocemos el trabajo del otro y estamos cerca, trabajamos con los mismos técnicos, los mismos actores, compartimos espacios y tratamos de ayudarnos. Y si bien hay una gran diversidad en nuestro cine, sí creo que se llegan a marcar ciertas zonas de exploración comunes en las nuevas generaciones.

Aquí una crítica al film.