Por Pablo Gamba
Una película sobre parejas, que formó parte de la competencia internacional del Festival de Cosquín, es el cuarto largometraje de Natalia Cabral y Oriol Estrada. La pareja de realizadores, ella dominicana y él catalán, se destaca en el cine del país caribeño por una producción que ha circulado por el circuito de festivales internacionales. Con Una película sobre parejas ganaron el premio de la crítica francesa en el Festival de Biarritz, y han participado con este y sus anteriores filmes en el IDFA, Karlovy Vary y los festivales de Roma y La Habana, entre otros.
Se trata de una película que relata su propia realización, puesta en abismo que en el cine tiene como obra paradigmática a 8 ½ (1963). De algún modo es también una comedia, como el film de Federico Fellini, y podría verse otro detalle en común en el uso de temas reconocibles de la música clásica. En este caso El Moldava, de Bedrich Smetana, que forma parte del ciclo Mi patria (1874-1879) del compositor checo.
La elección de esta obra musical es irónica, porque el documental cuya realización relata Una película sobre parejas es presentado por los codirectores, que se interpretan a sí mismos, como la gran película sobre su ciudad, Santo Domingo. Otra ironía es que, en agudo contraste con la mitificación de la figura del “autor” en 8 ½, la autoficción de la pareja es una de una demoledora desglamorización de su trabajo, y de la vida cotidiana y la convivencia de una pareja de artistas con una hija pequeña.
Si bien hay varias escenas de Una película sobre parejas que podrían verse como sketches –por ejemplo, las del automóvil cuando van y vienen de hacer el pitch del proyecto para un posible inversionista–, y las breves partes de los dos en la cama son cómicas por la manera en cómo las posiciones resumen el estado de su relación, y se trata de un humor singular. Hace pensar en el tipo de participación que la película pide a sus espectadores, que quizás tienen que afrontar lo que ven en la pantalla con una actitud análoga a la que puede exigir la vida, de reír para sobrellevar el desencanto cotidiano. Esa participación incluye un pacto de verosimilitud que hace pasar a los personajes por la pareja real de los cineastas, lo que es un logro estimable aquí.
Otra ironía es que los cineastas de la ficción se manifiestan conscientes de la tarea de Sísifo que significa hacer películas como las suyas por lo que respecta a la posibilidad de encontrar un público nacional, o espectadores en alguna parte. En Una película sobre parejas parece haber soluciones para todo aquello que no le gusta a uno de los pocos espectadores que se quedan al Q&A de otro film, al comienzo. Los codirectores se fijan con claridad sarcástica su objetivo como personajes, a la manera de las narraciones fuertes de la tradición clásica. Está acompañado, además, de algo análogo a la persecución del “interés romántico” que define la línea paralela de acción en el cine hollywoodense. La meta es hacer una película sobre su ciudad y rodarla con parejas que tienen una relación “sentimental”, además de la de trabajo. Si “el cine es conflicto”, como dice irónicamente el personaje de Natalia Cabral, no escatima en esto la historia. Se desarrolla como un deterioro progresivo de la relación de los cineastas, lo que crea expectativa sobre si logra superarlo o no el matrimonio.
Una película sobre parejas se destaca también porque es lo que el título dice: un documental que incluye una diversidad de personajes de extracción popular y afrodescendientes que establecen un contrapunto con los cineastas de clase media. Su mirada está marcada, además, por la autocrítica irónica. “Parece África”, dice Cabral, por ejemplo, al ver un plano de un mercado por los personajes que están en la pantalla, y ácidamente agrega que les va a encantar a los críticos europeos. Hay otra lúcida ironía parecida en la escena del cementerio con una pareja de “santeros”.
Lo más significativo es, sin embargo, que los personajes populares revelan una profundidad paradójica en la manera en cómo se hace evidente que construyen una imagen superficial para la cámara y en la negativa a hacer ciertas confidencias. Ponen de manifiesto, así, que hay una sabiduría de sentido común para hacer que las cosas funcionen en el matrimonio. Los cineastas de la ficción insisten irónicamente en impugnar esto con una verdad del cine que va contra las mentiras que ayudan a vivir.
Quizás haya en esto, asimismo, una clave para entender la crisis que afronta el “cine de arte”, y no solo en países como la República Dominicana. Partiendo del desengaño con la figura mítica del “autor”, sobre la que se construyó el relato de 8 ½ y se levantó una industria, principalmente europea, en los sesenta, lo que puede quedar de rescatable de su encanto es lo quijotesco, la bella ilusión loca sostenida frente al peso de lo real. Pero Cabral y Estrada también se niegan a esto con su corrosiva lucidez.
Competencia internacional de largometrajes
Dirección y guion: Natalia Cabral, Oriol Estrada
Producción: Natalia Cabral, Oriol Estrada, Pablo Mustonen
Fotografía: Nicolás Ordóñez
Montaje: Aina Calleja, Javier García Lerín
Sonido: Marcos Zoppi, Emiliano Biaiñ
República Dominicana, 2021, 89 min.