FESTIVAL DE ESTAMBUL 2024: DIARIOS DE SUEÑOS Y PALMAS DE MANOS POR DOS CORTOMETRAJES DE LA COMPETENCIA NACIONAL

FESTIVAL DE ESTAMBUL 2024: DIARIOS DE SUEÑOS Y PALMAS DE MANOS POR DOS CORTOMETRAJES DE LA COMPETENCIA NACIONAL

Por Valentina Giraldo Sánchez

Las películas, en medio de su materialidad lumínica, revelan siempre un-más-allá. Aparecen como vínculos, desbordan su calidad de objeto y entonces, ellas mismas, nos prestan los ojos para ver. Las-ellas-mismas-películas movilizan posibilidades de encuentro. Por ejemplo, las películas articulan modos de caminar. Cuando se encuentran con la palabra, las películas se vuelven polinizador, semilla viajera, piernas que corren muy rápido. La película cuando se encuentra con la palabra se vuelve intermitencia. Las películas, también, son una geografía en cuyo mapa se inscribe el asombro del mundo, y todo de repente se vuelve doméstico, cercano, manual.

Pienso: voy al cine porque me gusta estar sola y al mismo tiempo acompañada. Voy al cine porque me recuerda a los fogones donde se calienta la comida. Voy al cine y a veces me quedo dormida y la pantalla (que es fogón), me ilumina y calienta el cuerpo.

Hace poco leí un texto sobre el tejido de hamacas en una región del norte de Colombia. De eso se deriva una lista:

  1. Cuando un bebé nace, una pequeña bolsa-hamaca es tejida para que la madre pueda llevarlo en la espalda.
  2. Con el tiempo, una hamaca nueva se tejerá para que quien antes fuera bebé, pueda dormir solo.
  3. La hamaca en la que el cuerpo dormirá durante años, termina siendo el lugar en el que el cuerpo muere.
  4. El cuerpo es enterrado con la hamaca.

No dejo de pensar en que desde el momento en el que se nace, la superficie en la cual reposarán los sueños debe estar presente.

Pienso de nuevo en el cine, en su revelación vincular y su materialidad desbordada que recuerda al acto de soñar. A veces me pasa con las películas lo mismo que me pasa con los sueños: hay certezas que no puedo explicar. Recuerdo a mi amigo Pedro diciendo que las películas no se hacen sino que se recuerdan, y entonces se me ocurre pensar que las películas tampoco se ven, sino que también se recuerdan. O más bien, al verlas también las recordamos.
¿Cuál será esa luz escondida en el cuerpo que quiere salir cuando se encuentra frente al fogón de la pantalla?
¿El cine no sería acaso una forma en la que la vida mira a la vida?
la-vida-mirándose-a-sí-misma

Este texto es el conjunto de un puñado de sueños que se encuentran con dos cortometrajes de la competencia nacional del Festival de Cine de Estambul. Entre las salas donde se proyectan las películas y el metro cuadrado de ternura que es la cama en la que duermo hay un montón de kilómetros. Hay, también, ocho horas de diferencia. Lo cual significa que, entre los relojes de la casa en la que vivo y los relojes de la sala de cine, hay una jornada de sueño y una jornada laboral de diferencia (aunque casi siempre se duerme menos de lo que se trabaja).

Esta cobertura piensa, como la palabra lo indica, en una envoltura. Una crisálida. Está cobertura es una cobija, de esas que tienen cuatro tigres. Una cobertura-cobija que piensa a la película desde cada parpadeo y cerrada de ojos. Que mira y que a la vez recuerda. Que escribe con dos manos sobre las manos que ve en la pantalla (pues cuando la vida se encuentra con la vida hay ideas que se vuelven raíces y una no puede dejar de pensar en ellas).

Todo esto empezó, como casi siempre empieza, en una película en la que me quedé dormida. Me dormía y me levantaba y me volvía a dormir. Y entonces debajo del cuerpo palpitaba una luz, y no sabía si soñaba o era la película la que sonaba por mi. Recuerdo un fragmento: un grupo de varias personas bailando, abrazadas. Había un gesto que todas tenían en común: la mano detrás de la nuca y el pulgar acariciando la parte baja de la cabeza. Pensé que esa era la luz que quería salirse de mi cuerpo, un abrazo. Y entonces me volví a quedar dormida. El sueño había sido conducido por las manos, y como esa idea se volvió raíz, volvió a encontrarse, a verse-de-frente, en varias ocasiones.

UNO: Children of the White Mountain de Yalcin Ciftci

Este cortometraje documental registra una montaña en Anatolia en la que conviven una escuela y un cementerio. La alegría de los niños y los partidos de fútbol se tensionan con el silencio que hay que tener cuando se está tan cerca de la muerte. Cómo sueño aparecieron dos imágenes:

  1. Los niños y el profesor comparten un pastel de chocolate, lo sirven sobre las hojas del libro de matemáticas.
  2. Los niños se reúnen a cocinar juntos.

Una idea caminaba: el mundo está compuesto de relaciones que las manos hacen posible.

¿Qué más poliniza ésta complicidad entre la imagen y la palabra si no otras formas de acompañarnos y estar presentes?

Vanessa Londoño escribe: “El relieve de un texto literario está formado por capas discontinuas, eventos geológicos que erosionan, acumulan o sedimentan las ideas. […] Igual que el fósil, el lenguaje es, después de todo, la evidencia de que algo estuvo en movimiento antes de quedar súbitamente petrificado en la palabra”.

Veo a los niños de la escuela en esa montaña blanca. Sus manos revelan las capas geológicas de la compañía: las manos que escriben operaciones matemáticas se abrazan las unas a las otras, preparan un amasijo de ternura, y alimentan la alegría. Los niños se toman de las manos y empiezan a bailar.

DOS: Between Delicate and Violent de Sirin Bahar

Este encuentro de las manos con los sueños y el cine sigue el hilo de la escritura de Carolina Benalcázar, ella que precisa que “la mano sabe”. Me quedo pensando en todo lo que las manos saben hacer. En cómo las manos aprendieron a moverse.

Veo la película e imagino una quiromancia. Leer-la-mano-de-la-luz.

Todo lo que las manos recuerdan tiene herencias pasadas tejidas. Between Delicate and Violent recorre las manos como archivos de la memoria que acumulan y transfieren información. No solo el saber hacer incorporado de las manos, sino también las heridas que estás sostienen. La violencia aparece como un hilo que amarra todas las muñecas y falanges: el trauma es algo que también se puede heredar y las manos, que muy bien saben, guardan esa información.

Recuerdo palabras de Gloria Anzaldúa en “La prieta”:

Una mujer está enterrada debajo de
mí,
Sepultada por siglos, supuesta muerta.
Una mujer está enterrada debajo de
mí.
Oigo su suave murmullo
la escofina de su piel pergamino
combatiendo los pliegues de su mortaja.
Sus ojos por agujas picadas
sus párpados, dos polillas
aleteando.

Pienso en la luz palpitante, en la mano más otra mano más otra mano más otra mano que están en esta película. Una mujer está enterrada debajo de mi, y mis manos lo saben. La luz que parecía oculta se revela entonces en una película que ha soñado un pasado, que casi siempre es presente y a veces casi aparece como certero futuro: la mano que sabe no sabe sola, sabe siempre acompañada de otras manos.

Pienso en la arquitectura del sueño mientras escribo sobre estás películas: casi siempre cuando cierro los ojos en una sala de cine, son mis manos precisamente las que me ayudan a sostenerme la cabeza y el sueño. Son las manos también las que se entretengan con esa extremidad-artefacto-prótesis de la escritura y el lenguaje.

A la amabilidad de estás películas (es decir esa facilidad con la que se dejan amar) que me prestaron generosamente su sueño para dormir, un poema de Hugo Jamioy:

Manos amigas
Que en la fertilidad de tu pensamiento
florezca la esperanza
para seguir brindando
el fruto de tus manos amigas.

Frente a la pantalla la vida se mira y se da la mano, se sueña acompañada, vincular, atenta y presente.

Children of the white mountain
Director: Yalc?n CiftCi
Guion: Yalc?n Ciftci
Director de fotografía: Yalc?n Ciftci
Edición: Erhan ÖrsArt
Reparto: Halil ?brahim Algan
Turquía, 2023, 20 min

Between Delicate and Violent de Sirin Bahar
Director: Sirin Bahar Demirel
Fotografía: Sirin Bahar Demirel
Animación: Sirin Bahar Demirel
Edición: Sirin Bahar Demirel
Sonido: Onur Kahraman
Música: Onur Kahraman
Guion: Sirin Bahar Demirel
Turquía, 2023, 15 min