Por Mónica Delgado
Los pasillos de la escuela normal 5 ubicada en Paraná, Entre Ríos, se asemejan a los pabellones de los viejos hospitales, o cárceles, lo que se traduce en una suerte de panóptico, descrito por Michel Foucault como una tecnología para la observación y el control. Este espacio acoge a estudiantes y docentes, mientras la cámara de la argentina Celina Murga decide seguirlos a lo largo de todo un año, extrayendo los pasajes que le sirven para dilucidar un proceso de representación y legitimación.
La cineasta sigue en los pasajes iniciales a la directora de la escuela, quien visita cada aula, coordina con cada docente, verifica que esté todo en orden y según las reglas, pero no con la intención de la represión sino de aquella maestra que gerencia una institución que apuesta por la autonomía de sus estudiantes con sentido crítico y en democracia. Es atenta pero a la vieja usanza, ya que la escuela no puede escapar a los moldes de una sociedad disciplinaria. A pesar del espacio que luce como claustro, Celina Murga muestra que más allá de la infraestructura limitada para la creatividad o el deporte, hay intenciones que sobrepasan las dimensiones y el estilo lúgubre esta escuela, donde gana el compromiso de los docentes, a pesar de todo.
A Celina Murga no le interesa solamente seguir la cotidianeidad de un grupo de estudiantes y sus aprendizajes o de la directora, sino que va explorando cómo se va construyendo un sistema de imitación de la vida democrática: dos facciones estudiantiles que se someten a un proceso electoral para elegir a los representantes del Centro Estudiantil. Mientras un «partido» ofrece conseguir una biblioteca para la escuela y que el comité directivo esté compuesto por alumnos del cuarto año, el otro grupo promete hacer obras para todos, sin hacer explícitas cuáles, aunque es notorio que este partido, llamado «Bicentenario», está formado por chicos que en seis meses dejarían las aulas al fin de su vida escolar. Pero hay un plus, «Bicentenario» cuenta entre sus militantes a los muchachos más populares y atractivos de la escuela. Estos dos polos son presentados sin caer en polaridades, más bien Murga nos acerca a estas dos opciones, dejando en claro que se trata de un ejercicio que fácilmente tiene sus analogías en la vida política actual: propaganda, triunfo, derrota, marketing social, discurso. Es así, que Murga usa su cámara para rastrear más que «haceres», modos de decir las cosas: profesores y sus diferentes técnicas pedagógicas, estudiantes que repreguntan, escolares opinando de la vida política, de la constitución, de lo horrible que es Buenos Aires.
Escuela Normal pareciera destacar aquello que otros sistemas educativos carecen: docentes comprometidos, directora con liderazgo, planteamientos pedagógicos críticos, estudiantes autónomos. Sin embargo, tras la votación, y tras conocer el nivel de participación y de representación se devela algo que el sistema no puedo moldear ni transformar. Y eso Murga logra plasmar de modo frontal y que busca tratar con esperanza, a través de lo que aún permanece pese al sistema que no se puede librar de lo disciplinario o de la alienación social que escapa al aula.
Realizadora: Celina Murga
Guión: Celina Murga, Juan Villegas
Cinematografía: Fernando Lockett
Productores: Juan Villegas, Inés Gamarci, Celina Murga
Argentina
2012