Por Mónica Delgado
La idea de 600 millas es clara, por un lado está la intención de revelar un estigma generacional en torno a la adolescencia en un contexto ya de violencia normalizada, y por otro, una suerte de desmitificación de los estereotipos del cine sobre narcos. Gabriel Ripstein primero nos aproxima a esta comparación de dos personajes adolescentes culturalmente semejantes, pese a su ascendencia: uno, un mexicano que se quiere ganar un lugar en un entorno familiar de narcos desde el tráfico de armas, y otro, un outsider de Tucson, que evoca a los criminales asesinos a lo Bowling for Columbine o Elephant. Y segundo, esta presencia de los narcotraficantes como tribu ordenada, muy a lo mafia siciliana reflejada en el cine de antaño.
Hay algo de esta mirada cuestionadora sobre la psique adolescente en la primera parte de 600 millas, al esbozar esta anarquía juvenil que bordea la estupidez y la brutalidad, pero desde una serie de escenas sencillas, de breves diálogos, y sucesión de planos fijos, sobre compra libre de armas en un país que lo legisla y permite.
En esta primera parte, Ripstein se enfoca en Arnulfo (Krystian Ferrer), quien aparece timorato, inseguro, sometido a un mundo que le parece hostil, y por ello acude a las mañas de su amigo estadounidense, aportando así a la noción de que la violencia o su planificación no solo provienen del otro lado del Río Grande.
En la segunda parte de 600 millas aparece Tim Roth, encarnando a un policía que sigue rastros de compradores de armas legales para fines ilegales. En esa búsqueda se cruza con los dos personajes de la primera parte: y en ese quiebre es que la cinta toma otra ruta, la del viaje, que se convierte en un deseo de afirmación cuasi infantil. Y es también esta parte la que inquieta por conceder a la figura de los narcotraficantes una dimensión de lo cotidiano. La escena en la que se observa en plano fijo a un narco recogiendo los platos del desayuno y lavándolos da viso de esta intención: el mal existe, pero no está dividido por una frontera.
En esta ópera prima se percibe esta voluntad del cineasta por plantear un film a dos vías, que se aleja también del estigma paterno del sello Ripstein, donde se arranca con un personaje que da la posta a otro, para luego finalizar con otro tipo de normalidad, la del ganador en una guerra permanente, que no permite reconciliaciones.
Competencia Oficial de Ficción
Guión: Gabriel Ripstein, Issa López
Producción: Michel Franco, Gabriel Ripstein, Moisés Zonana
Fotografía: Alain Marcoen, SBC
Edición: Gabriel Ripstein, Santiago Pérez Rocha
Sonido: Alejandro de Icaza
Dirección Artística: Carlos Jacques
Intérpretes: Tim Roth, Kristyan Ferrer, Noé Hernández, Harrison Thomas, Mónica del Carmen, Armando Hernández