Por Juan Carlos Lemus
Ciro Guerra había mostrado, con Los Viajes de el Viento, que era capaz de poner a viajar dentro de su cinematografía. Con El Abrazo de la Serpiente él sienta al espectador en canoa y le hace trasegar dentro del Vaupés —departamento al nororiente de la selva amazónica—. A esa velocidad particular se da el espacio para contemplar la magnanimidad de la selva, que como en la antigua Grecia, se relaciona con belleza y peligro, mientras Guerra la usa como fondo de historias separadas temporalmente.
Guerra requiere de un espectador atento para que no se pierda en el trayecto. Dos etnólogos, un mismo camino, una misma búsqueda y un mismo guía. Solo cambia el tiempo. ¿O no? No: el tiempo lo cambia todo y todo cambia con el tiempo. Guerra lo reconoce y hace que los saltos temporales entre un explorador y otro se presenten con sutiles trucos de la cámara mientras vemos ese ‘mismo’ lugar con otros ojos. Más que un viaje de gringos perdidos en el Amazonas en búsqueda de una planta mágica que les haga soñar, El Abrazo de la Serpiente es el viaje de Karamakate, el guía indio último sobreviviente de su tribu y chamán, que busca encontrar el camino de su memoria perdida.
De esta forma el director revela dos facetas de la misma Colombia. A través de la fotografía muestra lo insondable de ese tapete verde que representa el 40 % de territorio colombiano. La riqueza cultural y biológica quedan de manifiesto en una cinta hablada en nueve idiomas y en donde el colorido omnipresente del Amazonas está filmado en blanco y negro. Con el no uso del color el director logra que el verde no agobie; pero no para ocultar a la selva misma. Por el contrario, esta se presenta metafóricamente como el pesado destino que sin verse dirige la vida de los hombres y controla sus decisiones.
Del otro lado, presenta a este país andino citadino, tímido y asustado con ganas de cortejar a la bella Amazonas pero incapaz de mirarle a la cara. La simpleza del uno contra la voluptuosidad de la otra. Una nación que ha dejado en manos de otros el conocimiento de su propio territorio, su exploración y explotación condenando a gran parte de geografía al abandono y la desidia.
El 7 de agosto de 1819 las tropas criollas derrotaron de forma definitiva al ejército blanco invasor. Sin embargo, aún somos un pueblo que arrastra ese peso colonial y no valora a sus habitantes nativos sino que escudado en su desteñida piel, los mira por encima del hombro y en donde se insulta llamando al otro «indio». Y el director, en un mea culpa llega a la condescendencia. Nos presenta a los indios como cándidos, buenos, sabios y saludables. Impolutos. En contrapartida, el hombre blanco es puesto como el invasor egoísta y explotador, un elemento extraño en el mundo natural que no deja sino caos y destrucción a su paso. Esa mirada maniquea es quizá mi reclamo, y que no logra opacar lo destacable de la misma.
Competencia Oficial de Ficción
Director: Ciro Guerra
Reparto: Antonio Bolívar, Jan Bijvoet, Brionne Davis, Nilbio Torres
Género: Drama
Año: 2015
País: Colombia