FESTIVAL DE MAR DEL PLATA 2015: UN PANORAMA

FESTIVAL DE MAR DEL PLATA 2015: UN PANORAMA

Por Giorgio Lázaro

Durante el festival leí un comentario que indicaba que las proyecciones de las mañanas, donde pasaban las funciones de prensa de las competencias oficiales, no mostraban lo mejor, sino que más bien los films más destacables estaban en las funciones relegadas a horarios nocturnos e incluso de madrugada. A diario fui corroborando esto, porque a pesar de que la competencia internacional no me pareciese mala, estaban presentes algunos trabajos evidentemente irregulares que no daban la talla. Entre esos estuvo la argentina Eva no duerme de Pablo Agüero que muestra el recorrido del cuerpo de Eva Perón tras su muerte, y si bien a veces en sí mismas las distintas partes logran mostrar los conflictos que genera tamaño evento en distintos personajes, no desembocan en un solo hilo conductor coherente, que no sea el de una continua sobreaduladora visión del significado de Evita para Argentina.

De manera similar, la canadiense Remember de Atom Egoyan, ganadora del voto del público, termina siendo plana, intentando en vano inyectar tensión a partir del relato sobre la continua pérdida de memoria del anciano protagonista, cuando no aparece necesario, además de un giro argumental final notoriamente fabricado para sorprender. Fuera de esas dos cintas, la otras obras de la competencia oficial parecen tener mayores cualidades como El Club de Pablo Larraín, que si bien muestra la perturbación de una inicial convivencia en ese purgatorio de distintos curas pecadores, sin embargo, puede pasarse por alto el recurrente uso efectista de personajes y eventos sin una clara justificación y coherencia. En cuanto a la francesa El Precio de un Hombre de Stéphane Brizé, intenta mostrarse, de forma bastante cercana e íntima, como el relato de una crisis, en los esfuerzos y angustias de un cincuentón desempleado, aunque la historia aparece a veces forzada en revelar este proceso de acomodo laboral.

Mejores estuvieron la argentina La Luz Incidente de Ariel Rotter, donde el dolor de la pérdida está presente de inicio a fin, aunque eso no impida que tenga momentos con toques graciosos, otros incómodos, a partir de la aparición de un nuevo personaje que une la necesidad económica y la presión de su entorno con las motivaciones de la protagonista. Así como El Apóstata  de Federico Veiroj, una comedia de un ritmo apaciguado, como la actitud del protagonista, un joven que desea apostatar, es decir que todo registro suyo de que pertenece a la iglesia católica sea eliminado, un trámite que se irá cada vez complicando y extendiendo, a la vez que con gracia se ve cómo este joven que disfruta su sexualidad con tranquilidad, e incluso a veces ingenuidad, es juzgado como pecador sin rumbo en la vida por la iglesia e incluso por su propia madre.

La ganadora de esta categoría fue El abrazo de la serpiente de Ciro Guerra, una de las más destacadas por mostrar un interesante choque de dos realidades en medio de la selva amazónica, una nativa y otra foránea, en un tipo de reunión para comprender lo sagrado. Por encima de las mencionadas, destacaría a dos: O futebol, de Sergio Oskman, que parte como un trabajo ficcional sobre el encuentro de un padre y un hijo luego de años, y que va deviniendo en documento en el marco del mundial de fútbol Brasil 2014. Hasta ahí es un filme sólido, pero como lo afirma su autor, es la realidad la que termina imponiéndose e impactando con sorpresa, casualidad y naturalidad. La otra película, Tangerine, es un filme ágil gracias a su protagonista, una prostituta transexual. La exageración estereotípica de los personajes es lo que envuelve el espíritu de la obra, a través de la música, imagen, actuaciones y diálogos muy bien sintonizados, al provocar diferentes situaciones graciosas.

En el caso de la Competencia Latinoamericana vi Samuray-S de Raúl Perrone, obra destacada dentro de su filmografía, ya que continúa soltando esa enorme creatividad explorando variaciones en torno al cine silente desde lo digital, de hacerse con lo formal a su antojo. Es una película un tanto complicada de seguir en su narrativa, pero basta dejarse llevar por un solo fotograma para ser capaz de apreciar la gran habilidad del cineasta, a partir de una diversidad de recursos cinematográficos. Merecía estar en la competencia principal.

En la competencia argentina, el documental Los Pibes de Leandro Colás es un conjunto de anécdotas interesantes que permiten conocer mejor a los chicos que postulan y a los reclutadores de las inferiores de Boca Juniors.  El  Arrullo de la araña de José Campusano trata sobre una permanente tensión laboral que por momentos parece desbordarse, pero solo parece ser parte de un orden continuo sobre si un trabajador desiste o no. Pero mención especial merece El Movimiento, de Benjamín Naishtat, situada en una época de tintes anacrónicos, donde no había una clara autoridad, donde aparecen unos personajes que bajo el nombre de “El movimiento” afirman ser quienes podrán organizar ese lugar, tocando temas que bien podrían funcionar en la política actual. Se percibe muy bien en el sonido, la música, la iluminación, la fotografía y la edición esa singular manera que Naishtat presenta los valores distorsionados en distintas circunstancias que atraviesan los personajes, quienes quieren hacerse con el poder a través de mentiras y buscando su propio beneficio.

Panorama

Si bien había obras a tener en cuenta en competencia, es en las secciones paralelas donde estaba lo más resaltante del festival, con algunos de los mejores filmes que nos ha dejado este año. En la sección Autores se pudo disfrutar de trabajos recientes de directores ya consagrados, como Afternoon de Tsai Ming-Liang, que a través de una conversación con un gran amigo, el director cuenta más sobre su familia, su cine, la relación tan especial entre ellos, el gran amor que se tienen, y cómo ambos siendo tan distintos han podido complementarse. Por momentos se pierde la dirección de la conversación, no saben cómo continuar y se fuerzan a hacerlo hasta que de nuevo vuelven a fluir las anécdotas y reflexiones, mientras se ve por las ventanas el atardecer.

Por otro lado, Sunset Song de Terence Davies es un drama rural, que se centra en una joven que se siente asfixiada por su ambiente familiar, y que de a pocos, irá demostrando su carácter y voluntad para salir adelante, pasando de tener un rol secundario a ser la dueña de esas tierras, formando su propia familia; sin embargo la guerra se interpondrá. A pesar que puede cuestionarse cierta previsibilidad argumental al caer en lugares comunes, es un filme construido visualmente con notoria capacidad, con momentos bellos debido a su musicalidad y banda sonora y en la fotografía, donde la luz siempre tiene un lugar privilegiado y explícito en la historia, sea en su total esplendor sobre los campos de trigo, a media luz filtrándose a la casa, o en su total ausencia, acompañando el doloroso retrato de una vida, y con ello de un lugar y una época.

También estuvieron presentes dos trabajos de Sion Sono: Peace & Love, una comedia disparatada, que considero empieza muy bien pero en un momento la película abre la puerta a lo mágico, rozando lo chirriante. Plantea temas como la amistad, la falta de aprecio a lo verdaderamente valioso, la originalidad y la pérdida de inocencia y creatividad. Mejor me pareció Tag que es más oscura, y siguiendo una lógica surrealista va hilando situaciones aparentemente inexplicables y absurdas con un grupo de colegialas, planteándose la objetivación de la mujer.

Heart of a dog de Laurie Anderson fue una agradable sorpresa. Hay una notoria sensibilidad en la forma de percibir y de transmitir con una gran libertad audiovisual, creando un collage que entre las anécdotas y las referencias filosóficas permite ahondar en reflexiones a partir de la pérdida de su perro y la de su madre. Otra buena sorpresa que tuve fue Office de Johnnie To, musical en 3D que aprovecha ese efecto para dotar de profundidad a ese mundo donde lidera el capital, acomoda y apropia vidas, dando la sensación de estar sobre un escenario artifical, y también en parte esquematizado, con evidentes separaciones propias de un frío mundo de negocios y de oficina, en un filme que crítica este orden donde afloran la corrupción, los engaños, la ingenuidad y el egoísmo.

Mountains May Depart de Jia Zhang-ke, toma unos personajes con los que contará diversas historias a través de tres épocas distintas, todas ellas coincidiendo en reflexionar sobre el paso del tiempo, la amistad, el amor de familia y de pareja, así como la decisiones, cómo en un momento parecen ser las adecuadas, y luego se ve cómo repercuten a través de los años, a la par de los procesos económicos de una China cambiante en medio de un Comunismo anodino y abierto al capital.

También estuvieron presentes los tres volúmenes de Arabian Nights de Miguel Gomes, la cual puede ser tediosa por momentos, sobre todo cuando parece detenerse en situaciones cotidianas sin mucho mayor sentido que el de recoger experiencias laborales de la crisis y el desempleo, pero ello no impide que como un conjunto no deje de ser un ejercicio enorme de creatividad. La primera es la mejor, en parte porque es donde se condensa la enorme ambición del autor con esta trilogía. La segunda es la más divertida y sencilla de seguir sin perder esa crítica incisiva a la sociedad portuguesa actual. La tercera, a pesar de continuar los motivos de las obras previas, me parece que se extiende demasiado en el relato de un singular hobby, de criadores de aves, casi con tono muy documental que difiere de lo onírico y satírico de lo visto en las dos partes anteriores.

Y también se pudo ver lo último de Apichatpong Weerasethakul: Cemetery of Splendour, donde palpita esa sensación de que constantemente suceden eventos más allá de lo que las personas en su trajín diario pueden darse cuenta. Hay momentos maravillosos gracias al uso que le da a las luces de neón o cuando dos personajes parecen recorrer durante minutos todo un palacio debido a una narración oral, mientras en la pantalla solo hay tierra y vegetación. Con ello ya hubiese bastado con esta sección pero los últimos días se podrían ver dos grandes películas más; la muy bella The Assassin de Hou Hsiao-Hsien se imponía con la mejor fotografía que he visto en este año y no como un acto de belleza innecesaria, sino de forma complementaria a la narración. Y por último, Right Now, Wrong Then de Hong Sang-soo la última ganadora del festival de Locarno, que a través del casual encuentro de un director de cine con una chica, muestra una fresca y graciosa primera parte, mientras que en la segunda de manera inteligente, sabe darle vuelta a lo ocurrido inicialmente y con maestría y detallismo construye una historia basada en la sinceridad de diálogos.

Todas esas obras mencionadas podrían ser suficiente para estar satisfechos con tremendo programación de este festival, pero no fue así  porque aún quedaban algunas joyas más como Homeland (Iraq Year Zero) de Abbas Fahdel en la sección Nuevos Autores, que es un contundente registro de lo ocurrido poco antes de la llegada estadounidense en Iraq en 2003, y de lo que sucede cuando la están ocupando. A través de la familia del director, en especial desde la mirada de su sobrino, se va conociendo la realidad del país, el peligro, el miedo y la pobreza de una nación que se desangra. En esa misma sección estuvo presente Videofilia (y otros síndromes virales), la que me parece por el momento la mejor película peruana del año, y donde se muestra la historia de unos jóvenes limeños, su relación con la tecnología y con las drogas, haciendo que ello se apropie de lo estético con una expresión audiovisual singular y creativa.

Poet on a business trip

Otra sección importante fue Estados Alterados, donde pude ver la experimental 88:88, de Isiah Medina, título en referencia al reinicio de los relojes digitales cuando vuelve la luz luego de que unos jóvenes llegan a por fin pagar las deudas. A partir de ello se discute temas como la filosofía, el amor, el infinito y su no infinidad, el reinicio y las nuevas oportunidades. Los diarios de FF, de Flavia de la Fuente, reúne dos cortometrajes, que muestran en forma de diario imágenes que la autora observa en sus ya conocidos espacios de registro. A veces cae en un exceso contemplativo, en otros casos funciona bastante bien cuando se siente que estamos frente a una colección de imágenes que sirven como diario de la autora y con ello acercándonos a observar parte de su vida, o su forma de ver la vida-como cuando a través de la ventanas podemos ser parte de su entorno casa adentro y de los paisajes que se ven afuera, como si estuviésemos junto a ella acompañándola-.

Poet on a business trip de Ju Anqi sigue a un poeta en su viaje de “negocios” visitando la provincia de Xinjiang donde escribe dieciséis poemas, algunos mejores que otros, todos ellos presentados paulatinamente durante el largometraje y siempre relacionándose con lo que el joven protagonista va descubriendo y conociendo. Filmada hace más de diez años, se siente la vejez de los entornos, la cual coincide en la pobreza de los lugares que son visitados, así como la melancolía, la intimidad e introspección necesarias para la reflexión del protagonista. Pero lo mejor de esta sección vino gracias a la que probablemente sea una de las mejores películas del año, así como la mejor ópera prima, Kaili Blues, de Gan Bi, enorme filme que a veces confunde la realidad con los sueños. Su primera primera parte sirve para presentar los personajes y sus conflictos iniciales, armando aquello que luego sabrá explotar de gran manera con un excepcional plano secuencia de cuarenta minutos, que además de complementarse, realza lo anterior.

En cuanto a las premiaciones oficiales, no hay mucho que comentar cuando ya se esperaban resultados así ajenos a lo más notable, como dejar de lado a Samuray-S en la categoría latinoamericana. A pesar de eso, sí mantuve cierta esperanza por Tangerine y O futebol, pero finalmente fueron películas que se quedaron con las manos vacías. Al menos en la categoría argentina ganó la mejor que vi: El Movimiento.